Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 16,24-28
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta. Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin antes haber visto llegar al Hijo del hombre con majestad.»Reflexión del Evangelio de hoy
Reconoce y medita en tu corazón
El Deuteronomio es el libro de los buenos consejos que Moisés da a sus hermanos, sobre los que ellos, el pueblo de Dios, tienen que construir el por qué, y, el para qué de su vida.Si, la vida del hombre está llena de novedades y de recuerdos, porque ellos son el fundamento de nuestro hoy.
Si supimos asimilar las respuestas a nuestras preguntas de niños, y, si rumiamos su contenido, nuestra vida será una acción de gracias a Dios, porque nos habremos dado cuenta de que, fuera de Él, no existe nadie a quien podamos recurrir.
Él es soberano y sublime. Nada de lo que nos ocurre se le escapa de las manos, ni tampoco le pasan por alto los malos ratos que, humanamente, vivimos en algunas ocasiones. La vivencia de esta experiencia nos lleva a reconocer que Dios es nuestro escudo, nuestra ayuda, y, sólo en Él, tenemos puesta nuestra confianza.
Somos seres que vivimos en relación, en comunión, y, para que sea constructiva nuestra vida, debemos fundamentarla en la cercanía con Dios, porque Dios es “la brújula” de nuestra vida que nos muestra el camino y la orientación que debemos dar a esta vida nuestra.
Debemos “reconocer y meditar hoy en nuestro corazón” que Dios es el Bien, que es la Verdad, que lo puede todo, que no puede actuar contra el bien, que no puede actuar contra la verdad, que no puede actuar contra el amor, ni contra la libertad, porque Él mismo es el bien, es la Verdad, es el Amor y es la verdadera libertad. Por ello, Él, Dios, es el custodio de nuestra libertad, de nuestro amor, de nuestra verdad, de nuestro bien. Es la presencia de un Amor que jamás nos abandona, y nos da la certeza de que el bien es ser, y también, el bien es vivir: es la mirada del amor de Dios que nos da el aire para vivir.
El que quiera…
Dice San Pablo en la carta a los Efesios: “…somos obra Suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús…” podemos estar seguros, pues, de que el Señor sabe bien lo que nos conviene.Y, también, si “somos obra Suya”, podemos estar seguros de que nadie somos indiferentes para Él, y, sabe bien lo que nos conviene, nos mira con amor, y nos llama a una vida dichosa y llena de sentido.
Y, paradójicamente, es la Cruz gloriosa de Cristo Jesús, la que da sentido a nuestra vida, la que nos conduce por donde debemos caminar para llegar a esa vida dichosa y llena de sentido: la Cruz es nuestra senda de fe y de conversión que nos lleva a la vida eterna.
Sabemos muy bien que la cruz no la llevamos solos: Jesús nos ayuda, compartiendo con nosotros su mismo camino de donación. Jesús, al aceptar voluntariamente su muerte de Cruz, llevó voluntariamente nuestra cruz, la cruz de todos los hombres, convirtiéndose en fuente de salvación para todos.
La señal de la Cruz es de, alguna forma, el compendio de nuestra fe, porque nos dice cuánto nos ama Dios. Nos dice que, en el mundo, hay un amor más fuerte que la muerte, más fuerte que nuestras debilidades y pecados: EL DE DIOS
A Cristo le seguimos desde el Amor, y es, partiendo del Amor, desde donde comprenderemos el sacrificio, la negación personal: «Quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará.»
Dios no es sacrificio; Dios es Amor, y sólo, desde Dios Amor, cobra sentido el dolor, el cansancio y las cruces de nuestra existencia.
Recordemos lo que San Agustín dijo: «En aquello que se ama, o no se sufre, o el mismo sufrimiento es amado».
Negarnos a nosotros mismos y cargar con nuestra propia cruz es condición “sine qua non” para seguir a Jesús. Si no lo hacemos nos va a resultar imposible encontrarnos a nosotros mismos, salvando con ello la vida.
Monjas Dominicas Contemplativas