Día litúrgico: Martes XXI del tiempo ordinario

Comentario:
Fr.
Austin
NORRIS
(Mumbai, India)
«Purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura»
Hoy
tenemos la impresión de “pillar” a Jesús en un arrebato de mal humor
—realmente alguien le ha hecho sentir molesto. Jesucristo se siente
incómodo con la falsa religiosidad, las peticiones pomposas y la piedad
egoísta. Él ha notado un vacío de amor, a saber, echa en falta «la
justicia, la misericordia y la fe» (Mt 23,23) tras las acciones
superficiales con las que tratan de cumplir la Ley. Jesús encarna esas
cualidades en su persona y ministerio. Él era la justicia, la
misericordia y la fe. Sus acciones, milagros, sanaciones y palabras
rezumaban estos verdaderos fundamentos, que fluyen de su corazón
amoroso. Para Jesucristo no se trataba de una cuestión de “Ley”, sino
que era un asunto de corazón…
Incluso en las palabras de castigo vemos en Dios un toque de amor, importante para quienes quieran volver a lo básico: «Se te ha indicado, hombre, qué es lo bueno y qué exige de ti el Señor: nada más que practicar la justicia, amar la fidelidad y caminar humildemente con tu Dios» (Miq 6,8). El Papa Francisco dijo: «Un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo. Necesitamos comprender bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso que tiene tanta paciencia... Recordemos al profeta Isaías, cuando afirma que, aunque nuestros pecados fueran rojo escarlata, el Amor de Dios los volverá blancos como la nieve. Es hermoso, esto de la misericordia».
«¡Purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!» (Mt 23,26). ¡Cuán cierto es eso para cada uno de nosotros! Sabemos cómo la limpieza personal nos hace sentir frescos y vibrantes por dentro y por fuera. Más aun, en el ámbito espiritual y moral nuestro interior, nuestro espíritu, si está limpio y sano brillará en buenas obras y acciones que honren a Dios y le rindan un verdadero homenaje (cf. Jn 5,23). Fijémonos en el marco más grande del amor, de la justicia y de la fe y no nos perdamos en menudencias que consumen nuestro tiempo, nos empequeñecen y nos hacen quisquillosos. ¡Saltemos al vasto océano del Amor de Dios y no nos conformemos con riachuelos de mezquindad!
Incluso en las palabras de castigo vemos en Dios un toque de amor, importante para quienes quieran volver a lo básico: «Se te ha indicado, hombre, qué es lo bueno y qué exige de ti el Señor: nada más que practicar la justicia, amar la fidelidad y caminar humildemente con tu Dios» (Miq 6,8). El Papa Francisco dijo: «Un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo. Necesitamos comprender bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso que tiene tanta paciencia... Recordemos al profeta Isaías, cuando afirma que, aunque nuestros pecados fueran rojo escarlata, el Amor de Dios los volverá blancos como la nieve. Es hermoso, esto de la misericordia».
«¡Purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!» (Mt 23,26). ¡Cuán cierto es eso para cada uno de nosotros! Sabemos cómo la limpieza personal nos hace sentir frescos y vibrantes por dentro y por fuera. Más aun, en el ámbito espiritual y moral nuestro interior, nuestro espíritu, si está limpio y sano brillará en buenas obras y acciones que honren a Dios y le rindan un verdadero homenaje (cf. Jn 5,23). Fijémonos en el marco más grande del amor, de la justicia y de la fe y no nos perdamos en menudencias que consumen nuestro tiempo, nos empequeñecen y nos hacen quisquillosos. ¡Saltemos al vasto océano del Amor de Dios y no nos conformemos con riachuelos de mezquindad!
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Pequeñas virtudes y grandes vicios
¿Qué hipocresías denunciaría hoy Jesús con estos apóstrofes?
Es muy difícil no estar salpicados por estos pecados denunciados por Jesús. También hoy se cuela un mosquito y se traga un camello cuando existen grandes escrúpulos por el cumplimiento del ayuno, sea normal o eucarístico, cuando se hace un gran problema por la transgresión de una norma litúrgica, cuando se es inflexible en el cumplimiento de una devoción particular, y se carece de una orientación generosa de la vida, se la malgasta trágicamente, escondiendo los talentos; cuando se desentiende uno del prójimo necesitado, se niega a perdonar y reconciliarse, se lleva una vida egoísta, se es infiel a la palabra dada; cuando se paga escrupulosamente la cuota subscrita a una organización piadosa, pero se defrauda a los demás.
Se cuela un mosquito y se traga un camello cuando se siente escrúpulo ante un posible mal pensamiento fugaz y se olvidan las grandes tragedias del hambre, la guerra o la opresión de otros hijos de Dios. Se cuela un mosquito y se traga un camello cuando se es puntilloso en nimiedades y se olvida la "justicia", no sólo la conmutativa, sino también la distributiva. Los bienes superfluos, según la doctrina de la Iglesia, no son nuestros, sino de los necesitados. El consumismo y la acumulación avariciosa son una clara injusticia distributiva.
Son muchos los cristianos escrupulosos en el cumplimiento de sus devociones y pocos los que se cuestionan el uso evangélico de sus bienes y el modo de compartirlos. Un derecho sagrado es el prestigio social; sin embargo, no es infrecuente en "personas de Iglesia" que, con las avemarías prendidas de los labios, despellejen al prójimo, como los verdugos a Jesús. Detrás de pequeñas virtudes se esconden a veces grandes vicios. Detrás de pequeñas acciones se ocultan a veces grandes omisiones.
La minuciosidad en lo pequeño a costa de lo grande es una trampa muy astuta del inconsciente, haciéndose creer a uno mismo que se da, cuando en realidad sólo se entrega calderilla. Cuando lo leve se convierte en grave, lo grave, por una especie de ley de compensación, se convierte en leve.
El corazón es lo que importa
Jesús denuncia a los escribas y fariseos porque viven obsesionados por la pureza legal exterior: "No comen nunca sin lavarse las manos" (Mc 7,3). "¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato!". La copa y el plato significan la persona. Critican al Maestro porque deja que sus discípulos coman sin lavarse las manos. Estas abluciones no eran meros actos higiénicos, sino gestos religiosos. Se someten a constantes ritos de abluciones y purificaciones: cuando se toca un cadáver, cuando se entra en la casa de un pagano, cuando tocan a un leproso o a una mujer menstruante (como pone de manifiesto el relato de la hemorroisa) ...
Hay también alimentos que no se pueden ingerir porque vuelven impuro legalmente al que los come. Creen que todo esto es imprescindible para agradar a Dios. Frente a ello, Jesús proclama: "Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro ... Lo que sale de dentro, del corazón, eso sí que mancha al hombre" (Mc 7,15-16). Lo que importa es tener el corazón limpio. Lo que sale de dentro, es decir, las palabras y actos en que está comprometido el hombre y su conciencia, es lo que lo hace puro o impuro ante Dios y los demás.
Por eso Jesús llama a los escribas y fariseos "sepulcros blanqueados": hermosos por fuera, pero por dentro llenos de podredumbre.
Detrás de una corrección moral externa y de modales educados se esconden, a veces, deseos inconfesables, agresividades y odios reprimidos, orgullo y menosprecios sagazmente disfrazados. Sólo el proceso de purificación vivido por los místicos nos permite sospechar hasta qué punto el corazón humano está lleno de inmundicia. Por eso, qué acertado y revelador es el contenido de la bienaventuranza: "dichosos los limpios y sinceros de corazón" (Mt 5,8). Jesús pregona claramente que para fraguar la santidad no es suficiente con abstenerse de la consumación de los malos deseos y mantener el cuerpo limpio (la copa y el plato por fuera), sino que hemos de tener un corazón muy puro e íntegro. Por tanto, ésta es una llamada a la conversión interior, a llenar el corazón de grandes sentimientos y actitudes que impulsen a acciones generosas.
Para la reflexión, la oración y el compromiso
- ¿En qué me siento especialmente aludido en estas denuncias de Jesús?
- ¿Hay algún aspecto de mi vida en el que cuele el mosquito y trague el camello? ¿Me entrego con generosidad a las grandes causas, a la ayuda del necesitado?
- ¿Me esfuerzo por mantener limpia la fuente del corazón?
¿Cultivo los grandes sentimientos y actitudes que impulsan a las acciones generosas?
- ¿Cómo concretaría el compromiso o compromisos que ha suscitado esta palabra del Señor?