Evangelio y Comentario de hoy Lunes 17 de Febrero 2014

Jesucristo nos pide ser hombres de fe
Marcos, 8, 11-13. Tiempo Ordinario. Sin el don de la fe nos convertimos en náufragos y nos alejamos del puerto seguro de tu amor.
Jesucristo nos pide ser hombres de fe
Del santo Evangelio según san Marcos 8, 11-13

Y salieron los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole una señal del cielo, con el fin de ponerle a prueba. Dando un profundo gemido desde lo íntimo de su ser, dice: «¿Por qué esta generación pide una señal? Yo os aseguro: no se dará, a esta generación ninguna señal.» Y, dejándolos, se embarcó de nuevo, y se fue a la orilla opuesta.

Oración introductoria

Jesucristo, gracias por esta oportunidad que me das para ponerme en tu presencia y para dialogar contigo. Gracias por tu amor, por la vida, por todo lo que tengo y lo que soy. Dame la gracia, Dios mío, de conocerte para más amarte y amarte para más identificarme contigo. María, quiero poner a tus pies mi pobre oración. Enséñame a orar como enseñaste a tu Hijo amado y no permitas que me separe de Él. Te ofrezco esta meditación, Señor, pidiéndote que aumentes la fe de cada uno de mis familiares y también te pido por todos aquellos que no creen o que en algún tiempo creyeron y ahora están alejados de ti.

Petición

Padre Santo, regálame una fe viva y operante que me lleve a verte y a encontrarte en cada uno de los acontecimientos de mi vida. Todos mis días están llenos de señales a través de las cuales Tú me hablas. Por eso, Señor, aumente mi fe para vivir continuamente en tu presencia.

Meditación del Papa Francisco

Cuando Jesús cura el sábado la mano paralizada de un hombre, lo que provocó la condena por parte los escribas y fariseos. Con su milagro Jesús libera la mano de la enfermedad y demuestra a los "estrictos" que el suyo "es el camino de la libertad". Libertad y esperanza van de la mano: donde no hay esperanza no puede haber libertad. Jesús libera de la enfermedad, del rigor y de la mano paralizada de aquel hombre; recupera la vida de estos dos, las hace de nuevo.
Jesús, la esperanza, rehace todo. Es un milagro constante. No sólo hizo milagros de curación, sino tantas cosas: estas eran solo signos, señales de lo que está haciendo ahora, en la Iglesia. El milagro de volver a rehacer todo: lo que Él hace en mi vida, en tu vida, en nuestras vidas. Reconstruir. Y Él rehace la razón de nuestra esperanza. Es Cristo, quien vuelve todas las cosas de la Creación más maravillosas, es la razón de nuestra esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Él es fiel. Él no puede negarse a sí mismo. Esta es la virtud de la esperanza. (S.S. Francisco, 9 de septiembre de 2013, homilía en misa matutina en capilla de Santa Marta).

Reflexión

Nuestra vida está llena de señales que nos hablan de la presencia de Dios. Cuando somos hombres de fe resulta fácil encontrar a Dios en la belleza de una rosa y en la majestuosidad de un paisaje. Sólo con la fe estaremos en grado de ver a Jesucristo en el rostro de nuestros hermanos. La fe nos lleva a dejar las diferencias y las asperezas en el trato con el prójimo. Nuestras relaciones con las demás personas deben estar impregnadas de una profunda fe, pues, cada ser humano es la señal más grande de la presencia de Dios en mi vida.

Propósito

Quiero darle a mis conversaciones un carácter sobrenatural. Por eso, en cada una de mis conversaciones introduciré, al menos, un tema espiritual para tratar de ayudar a los demás a vivir la unión con Dios en medio de las actividades de cada día.

Diálogo con Cristo

Señor mío, ayúdame a demostrarte mi fe a través de mis buenas obras. Yo quiero ser un hombre de fe y al mismo tiempo quiero ayudar a mis hermanos a crecer en la fe. Tú sabes, Señor, que sin el don de la fe nos convertimos en náufragos y nos alejamos del puerto seguro de tu amor. «La falta de fe en Dios, la pérdida del sentido de Dios que lacera nuestro mundo, las percibo y vivo como la indigencia mayor, la amenaza más grave y de más desastrosas consecuencias para nuestro tiempo» (Card. Antonio Cañizares, Discurso en la universidad católica de Valencia, 10 de diciembre de 2010). Dios mío, ayúdame a entender que la fe no es esperar que se cumpla lo que yo quiero o lo que me resulta más fácil sino aceptar tu voluntad con amor y profundo sentido sobrenatural.


"Uno puede incluso tener una recta fe en el Padre y en el Hijo, como en el Espíritu Santo, pero si carece de una vida recta, su fe no le servirá para la salvación" (San Juan Crisóstomo) 


https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica 

Los milagros de Dios


Lunes de la Sexta Semana del Tiempo Ordinario “Se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y dijo: “¿Por qué esta generación reclama un signo?” (Mc 8,11-13)
¡Qué complicados somos los hombres!
Dios no acierta con nosotros.
Jesús no se cansa de sanar y curar enfermos, como expresión de la presencia y fuerza del Reino.
Acaba de multiplicar los panes y dar de comer a toda una multitud.
Y ellos insisten en reclamar señales del cielo.

Dios solo ha querido hacer un signo en el cielo: amarnos tanto que nos envió a su propio Hijo.
Todos los demás signos o señales, Dios los hace en la tierra.
Y todos ellos son signos de amor a los hombres.
Pero pareciera que esos signos no sirven.
No nos interesan las señales que Dios hace.
Queremos las señales que a nosotros nos interesan.
Jesús mismo se siente como dolido, desilusionado, y por eso, “dio un profundo suspiro”.

En el fondo, ¿no es también esta nuestra realidad?
Si miramos atentos a nuestras vidas, veremos que estamos rodeados, cada día de esas señales de Dios:
¿Acaso no es un milagro y signo de Dios la vida de cada día?
Si estamos enfermos y nos cura, entonces lo llamamos milagro.
Pero el don de la vida no es milagro.
¿Acaso no es milagro de Dios el que cada mañana podamos ver el color de las flores?
Si estuviésemos ciegos y nos devolviese la vista, diríamos que es un milagro.
Pero la visión diaria no es milagro.
¿Acaso no es milagro de Dios el que, cada día, bombee miles de veces la sangre irrigando todo nuestro cuerpo?
Pero si un día se nos paraliza y vuelve a su rutina diaria, eso sí es milagro.
¿Acaso no es un milagro de Dios:
¿Cada hijo que nace?
¿Cada sonrisa que nos regala nuestro hijo?
¿Cada amor que brota de nuestro corazón?
¿Cada año que cumplimos de vida?
¿Cada anciano que llega a la cumbre de la vida?
¿Cada pareja que se ama?
¿Cada pareja que puede luchar cada día por el pan de los hijos?

Y si queremos ir más lejos ¿no somos cada uno los testigos de los milagros de Dios?
¿No es un milagro el sentirnos amados por él?
¿No es un milagro el que nosotros seamos capaces de amarle?
¿No es un milagro el perdón que nos regala?
¿No es un milagro el que cada día él se haga presente en medio de nosotros en la Eucaristía?
¿No es un milagro el que cada día convierta los granos de nuestro trigo en su Cuerpo y el vino de nuestros viñedos en su Sangre?
¿No es un milagro el que cada día podamos recibirle en nuestro corazón?

¿Y no es un milagro el que haya hombres y mujeres capaces de entregar sus vidas en el servicio de los demás?
¿Y no es un milagro tanto amor como hay todavía en el mundo?

Para el que tiene ojos de fe:
Nosotros mismos somos un milagro de Dios.
Vivimos rodeados de milagros.
Y sin embargo, también nosotros seguimos pidiéndole a Dios milagros, señales.
Quienes somos incapaces de ver la infinidad de milagros que se dan cada día, nos pasamos la vida pidiendo milagros.
Que Jesús no nos diga a nosotros lo que a aquellos fariseos, casi con rabia e indignación: “Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación”.
A lo que me gustaría añadir: “hasta que sea capaz de ver los signos que les regalo cada día”.

juanjauregui.es