Evangelio y Comentario de hoy 01 de Marzo 2014

Día litúrgico: Sábado VII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 10,13-16): En aquel tiempo, algunos presentaban a Jesús unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él». Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.
Comentario: Rev. D. Josep Lluís SOCÍAS i Bruguera (Badalona, Barcelona, España)
Dejad que los niños vengan a mí
Hoy, los niños son noticia. Más que nunca, los niños tienen mucho que decir, a pesar de que la palabra “niño” significa “el que no habla”. Lo vemos en los medios tecnológicos: ellos son capaces de ponerlos en marcha, de usarlos e, incluso, de enseñar a los adultos su correcta utilización. Ya decía un articulista que, «a pesar de que los niños no hablan, no es signo de que no piensen».

En el fragmento del Evangelio de Marcos encontramos varias consideraciones. «Algunos presentaban a Jesús unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían» (Mc 10,13). Pero el Señor, a quien en el Evangelio leído en los últimos días le hemos visto hacerse todo para todos, con mayor motivo se hace con los niños. Así, «al ver esto, se enfadó y les dijo: ‘No se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios’» (Mc 10,14).

La caridad es ordenada: comienza por el más necesitado. ¿Quién hay, pues, más necesitado, más “pobre”, que un niño? Todo el mundo tiene derecho a acercarse a Jesús; el niño es uno de los primeros que ha de gozar de este derecho: «Dejad que los niños vengan a mí» (Mc 10,14).

Pero notemos que, al acoger a los más necesitados, los primeros beneficiados somos nosotros mismos. Por esto, el Maestro advierte: «Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él» (Mc 10,15). Y, correspondiendo al talante sencillo y abierto de los niños, Él los «abrazaba (...), y los bendecía poniendo las manos sobre ellos» (Mc 10,16).

Hay que aprender el arte de acoger el Reino de Dios. Quien es como un niño —como los antiguos “pobres de Yahvé”— percibe fácilmente que todo es don, todo es una gracia. Y, para “recibir” el favor de Dios, escuchar y contemplar con “silencio receptivo”. Según san Ignacio de Antioquía, «vale más callar y ser, que hablar y no ser (...). Aquel que posee la palabra de Jesús puede también, de verdad, escuchar el silencio de Jesús».


Oración Colecta
Señor Dios nuestro:
Tú sabes lo inclinados que estamos a resistir
el fuerte impacto del evangelio
de tu Hijo Jesucristo,
porque nos gusta oír solo lo que nos agrada.
Que tu Santo Espíritu nos dé la fuerza
para aceptar la conversión y el desprendimiento
que el evangelio exige
y para acoger a las personas
que nos recuerdan tu palabra 
en el nombre de Jesucristo nuestro Señor. R/ Amén.

Hermanos: Habríamos de ser muy agradecidos cuando alguien nos hace confrontarnos con la verdad sobre nosotros mismos, especialmente cuando esa verdad nos duele. Es una espléndida ocasión para cambiar a mejor.
Que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobretodos nosotros ...feliz dia para todos.. 


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Jesús nos quiere niños
Sábado de la Séptima Semana del Tiempo 
Ordinario
“Jesús se enfadó y les dijo: “Dejad que los niños se acerquen a mí; no se lo impidáis, de los que son como ellos es el Reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él”. Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos”. (Mc 10,13-16)
Jesús nos quiere niños. No “aniñados”.
¿Se tratará aquí de niños pequeños que se acercan a jugar con Jesús?
¿No serán niños pequeños, pero símbolo de hombres y mujeres grandes:
Pero con corazón limpio como los niños?
Pero con alma transparente como la de los niños?
Pero con mente abierta como la de los niños?
Gente sencilla y sin prejuicios abierta al anuncio del Reino?
Gente pobre y marginada pero con el alma abierta al Reino?

El niño era la expresión de lo que no tenía valor.
El niño era la expresión de la pobreza.
El niño era la expresión de lo que no contaba socialmente.

Me encanta ver jugar a Jesús con los niños.
Me encanta ver a los niños subidos sobre sus rodillas y darle un besito.
Me encanta ver a los niños acariciando su barba.
Me encanta ver a la gente sencilla acercarse a Jesús queriendo tomar su mano.
Me encanta ver a la gente sencilla tomándose la libertad de sentarse en sus rodillas.
Me encanta ver a Jesús acariciando el rostro de los marginados.
Me encanta ver a Jesús acariciando la cabeza de los pobres y sencillos.

Claro que esto:
Les fastidia a los discípulos que exigen más respeto para con Jesús.
Les fastidia a los discípulos que tratan de impedir que los sencillos e ignorantes se tomen esas libertades con Jesús.
Y hasta se atreven a ponerse de por medio impidiendo que se acerquen tanto.

Pero es ahí donde de nuevo aparece el corazón de Jesús.
Es ahí donde de nuevo aparece la ternura de Jesús para con la gente marginada.
Es ahí donde de nuevo aparecen los sentimientos de Jesús para con los excluidos.
Y es precisamente ahí:
Donde Jesús regaña a sus discípulos.
Donde Jesús sale en defensa de los sencillos, siempre abiertos al reino de Dios.
Donde Jesús sale en defensa de los pobres, proponiéndolos como modelo para entrar en el reino de Dios.

No propone como modelo a los grandes.
Tampoco propone como modelo a los sabios.
Tampoco propone como modelo a los que visten elegantemente.
Tampoco propone como modelo a los que se acercan perfumados.
Tampoco propone como modelo a los que tienen mucho.
Tampoco propone como modelos a los que están arriba.

El modelo para poder entrar en el reino:
Son los niños de alma limpia.
Son los pobres de alma sin prejuicios.
Con las basuras de la sociedad, se hacen perlas en el reino de Dios.

Pero, eso sí, Señor:
Que yo no sea un estorbo para que los sencillos se abran a ti.
Que yo no sea un obstáculo para que los niños de corazón se abran a ti.
Que yo no sea un tropiezo en el camino para los que quieren sentarse en tus rodillas.
Que yo no impida a nadie acercarse a ti.
No quiero que algún día también a mí me regañes.

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