Día litúrgico: Viernes VII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mc 10,1-12):
En aquel tiempo, Jesús, levantándose de allí, va a la región de Judea, y
al otro lado del Jordán, y de nuevo vino la gente donde Él y, como
acostumbraba, les enseñaba. Se acercaron unos fariseos que, para ponerle
a prueba, preguntaban: «¿Puede el marido repudiar a la mujer?». Él les
respondió: «¿Qué os prescribió Moisés?». Ellos le dijeron: «Moisés
permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla». Jesús les dijo:
«Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros
este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, El los hizo varón y
hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se
harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.
Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre».
Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».
Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».
Comentario:
Rev. D.
Miquel
VENQUE i To
(Barcelona, España)
Como acostumbraba, les enseñaba
Hoy,
Señor, quisiera hacer un rato de oración para agradecerte tu enseñanza.
Tú enseñabas con autoridad y lo hacías siempre que te dejábamos,
aprovechabas todas las ocasiones: ¡claro!, lo entiendo, Señor, tu misión
básica era transmitir la Palabra del Padre. Y lo hiciste.—Hoy, “colgado” en Internet te digo: Háblame, que quiero hacer un rato de oración como fiel discípulo. Primero, quisiera pedirte capacidad para aprender lo que enseñas y, segundo, saber enseñarlo. Reconozco que es muy fácil caer en el error de hacerte decir cosas que Tú no has dicho y, con osadía malévola, intento que Tú digas aquello que a mí me gusta. Reconozco que quizá soy más duro de corazón que aquellos oyentes.
—Yo conozco tu Evangelio, el Magisterio de la Iglesia, el Catecismo, y recuerdo aquellas palabras del papa Juan Pablo II en la Carta a las Familias: «El proyecto del utilitarismo asentado en una libertad orientada según el sentido individualista, es decir, una libertad vacía de responsabilidad, es el constitutivo de la antítesis del amor». Señor, rompe mi corazón deseoso de felicidad utilitarista y hazme entrar dentro de tu verdad divina, que tanto necesito.
—En este lugar de mirada, como desde la cima de la cordillera, comprendo que Tú digas que el amor matrimonial es definitivo, que el adulterio —además de ser pecado como toda ofensa grave hecha a ti, que eres el Señor de la Vida y del Amor— es un camino errado hacia la felicidad: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla» (Mc 10,11).
—Recuerdo a un joven que decía: «Mossèn el pecado promete mucho, no da nada y lo roba todo». Que te entienda, buen Jesús, y que lo sepa explicar: Aquello que Tú has unido, el hombre no lo puede separar (cf. Mc 10,9). Fuera de aquí, fuera de tus caminos, no encontraré la auténtica felicidad. ¡Jesús, enséñame de nuevo!
Gracias, Jesús, soy duro de corazón, pero sé que tienes razón.
Oración Colecta
Señor Dios nuestro:
No somos más que gente tímida,
y, sin embargo, tú esperas
que proclamemos la palabra de tu Hijo
con el testimonio de nuestras vidas.
Te pedimos el coraje de vivir la forma de vida
que vivió tu Hijo Jesús
y de seguirle a donde él quiera llevarnos
sin el equipaje de nuestras seguridades.
Danos esta convicción
por el mismo Jesucristo nuestro Señor
que vive y reina por los siglos de los siglos. R/ Amén.
Bendición
Hermanos: Tenemos que aprender a escuchar a los profetas, que son gente que tiene algo que decir y que viene al caso, aunque no sea agradable. Nosotros también tendríamos que tener el valor de hablar claro cuando fuere necesario, especialmente cuando vemos injusticias contra los hermanos. Que Dios todopoderoso nos dé ese valor y nos bendiga abundantemente,
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Preguntas maliciosas
Viernes de la Séptima Semana del Tiempo Ordinario
“Jesús les dijo: “Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios “los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”. De modo que ya no son dos sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. (Mc 10,1-12)
Hay preguntas que merecen palos.
Primero hay preguntas maliciosas, “para ponerlo a prueba”.
Esto revela la pobreza y maldad del corazón.
Luego hay preguntas machistas: “¿puede el hombre divorciarse de su mujer?”
Y ¿por qué no invirtió la pregunta: “¿puede la mujer divorciarse de su marido y mandarlo a freír espárragos?”
Hablamos mucho de “igualdad”.
Pero no pasamos de eso, “hablamos”.
Porque luego llevamos la desigualdad en el corazón.
Y mientras el corazón viva de desigualdades será inútil hablar que “somos iguales”.
Aquí el derecho al divorcio parece tener el marido.
¿Es que la mujer solo tiene derecho a aguantarle?
Además ¿quién hace las leyes?
¿Los hombres o las mujeres?
¿Y cuál es el criterio con el que hacemos las leyes?
Para ellos, la “ley del divorcio la dio Moisés”.
Pero Jesús no tiene nada de tonto, y les echa en cara que, no fue Moisés, sino que fue la terquedad de su corazón la que obligó a Moisés a ser infiel al plan original de Dios.
Por eso:
No por ser legal las cosas son buenas.
No siempre las leyes son principio de verdad sino de intereses.
No siempre las leyes son principio de moralidad sino de egoísmos.
Jesús va las raíces: “Al principio de la creación Dios pensó de otra manera”.
Hoy están de moda muchas leyes:
Basta armar grandes manifestaciones para que se legisle todo.
Basta armar líos en las calles para que se autorice y legalice todo.
No creo necesite poner nombres a muchas de estas manifestaciones.
¿Responden esas leyes a los planes creadores de Dios?
Hoy bastan esas manifestaciones y protestas para cambiarle la plana a Dios.
Por otra parte:
No hizo al hombre superior a la mujer.
Tampoco a la mujer la hizo esclava del hombre.
Dios creó el “ser humano” masculino y femenino.
Y los creó en el mismo plano de igualdad y de unidad.
Claro que nosotros tenemos suficiente fuerza:
Para justificar la desigualdad.
Para justificar el desunir lo que El unió.
Para justificar la superioridad masculina sobre la femenina.
Para justificar la exclusión de la mujer de muchos presencias en el mundo y en la Iglesia.
¿Acaso la Iglesia no ha separado lo que Dios ha unido?
¿Acaso en la Iglesia, hombre y mujer tienen los mismos derechos?
¿Acaso en la Iglesia, la mujer no sufre demasiadas exclusiones?
¿Acaso en la Iglesia, la mujer no ha pasado a un segundo plano?
No soy feminista.
Porque no creo que los problemas se solucionen con guerras entre lo masculino y femenino.
Pero también reconozco que muchas igualdades solo se consiguen luchando, gritando y reclamando.
Eso de que “no separe el hombre lo que Dios ha unido” no vale solo para el problema del divorcio.
También tiene que ser un principio de trato tanto en la sociedad como en la Iglesia.
No soy feminista ni machista.
Sencillamente creo que no podemos hacer lo que Dios no pensó ni quiso.
Tenemos una sociedad con rostro de hombre, aunque las mujeres están ya justificando más su presencia.
Tenemos una Iglesia con rostro de hombre. ¿Llegaré a ver alguna vez a la Iglesia con ese rostro femenino?