Santo Evangelio Enero 11, 2014
Tercer testimonio de Juan
Juan 3, 22-30.
Juan vuelve a insistir a sus discípulos que es Jesús quien tiene que crecer y no él.
Del santo Evangelio según san Juan 3, 22-30
Después de esto, se fue Jesús con sus discípulos al país de Judea; y allí se estaba con ellos y bautizaba. Juan también estaba bautizando en Ainón, cerca de Salim, porque había allí mucha agua, y la gente acudía y se bautizaba. Pues todavía Juan no había sido metido en la cárcel. Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación. Fueron, pues, donde Juan y le dijeron: «Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, aquel de quien diste testimonio, mira, está bautizando y todos se van a él.» Juan respondió: «Nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo.
Vosotros mismos me sois testigos de que dije: ´Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él. El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud. Es necesario que él crezca y que yo venga a menos.
Oración introductoria
Gracias, Señor, por este tiempo de oración. Creo en Ti, espero y confío en tu misericordia, te amo y quiero agradecerte el don de Ti mismo. Ayúdame a amarte como Tú me amas.
Petición
Padre Santo, dame la humildad para saber reconocer la presencia de tu Hijo.
Meditación del Papa Francisco
En definitiva, el Bautista podía presumir, sentirse importante, pero no lo hizo: él sólo indicaba, se sentía voz y no palabra. Este es el secreto de Juan. Él no quiso ser un ideólogo. Fue un hombre que se negó a sí mismo, para que la Palabra creciera.
He aquí la actualidad de su enseñanza: Nosotros como Iglesia podemos pedir hoy la gracia de no llegar a ser una Iglesia ideologizada, para ser en cambio una Iglesia que escucha religiosamente la palabra de Jesús y la proclama con valentía; una Iglesia sin ideologías, sin vida propia; una Iglesia que es mysterium lunae, que tiene luz procedente de su esposo y que debe disminuir la propia luz para que resplandezca la luz de Cristo.
El modelo que nos ofrece hoy Juan es el de una Iglesia siempre al servicio de la palabra, una Iglesia-voz que indica la palabra, hasta el martirio. (S.S. Francisco, 24 de junio de 2013, Misa matutina en la capilla de Santa Marta).
Reflexión
El último testimonio de Juan sobre Jesús subraya nuevamente no sólo la superioridad de la misión de Jesús frente a la de Juan, sino el sentido mesiánico de la obra de Jesús. Jesús hace posible y realiza una nueva relación entre el ser humano y Dios, fundada en la gracia del Espíritu y la verdad de su Palabra.
La fe de Juan Bautista es ejemplar para el discípulo cristiano; un modelo a seguir para todo aquel que quiera ser testigo fiel de Cristo en el mundo. Él aceptó sin reservas su papel de testigo que conduce a los seres humanos al Mesías, permaneciendo siempre fiel al plan salvífico de Dios, a pesar de la inclinación de sus propios discípulos a dejarse influir por sentimientos humanos egoístas.
El austero predicador del desierto que se había presentado como testigo del Mesías, en este texto aparece como ejemplo para todos los que seguimos a Jesús y lo anunciamos entre los seres humanos. Juan no ha dudado ni un momento en disminuir, en ocultarse hasta desaparecer, con tal de que Él, Jesús el Mesías, crezca, resplandezca con toda su luz y sea aceptado y creído por los otros.
Propósito
Preparar hoy lo necesario para que mañana, la celebración dominical de la Eucaristía sea el evento más importante para mi familia.
Diálogo con Cristo
Cuanto más humilde sea, podré ser tu discípulo y misionero, invitando, con mi testimonio de vida, a otros a seguirte. Gracias porque es en la oración y en la Eucaristía como voy formando mi corazón de apóstol.
=
Autor: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net
Tercer testimonio de Juan
Juan 3, 22-30.
Juan vuelve a insistir a sus discípulos que es Jesús quien tiene que crecer y no él.
Del santo Evangelio según san Juan 3, 22-30
Después de esto, se fue Jesús con sus discípulos al país de Judea; y allí se estaba con ellos y bautizaba. Juan también estaba bautizando en Ainón, cerca de Salim, porque había allí mucha agua, y la gente acudía y se bautizaba. Pues todavía Juan no había sido metido en la cárcel. Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación. Fueron, pues, donde Juan y le dijeron: «Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, aquel de quien diste testimonio, mira, está bautizando y todos se van a él.» Juan respondió: «Nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo.
Vosotros mismos me sois testigos de que dije: ´Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él. El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud. Es necesario que él crezca y que yo venga a menos.
Oración introductoria
Gracias, Señor, por este tiempo de oración. Creo en Ti, espero y confío en tu misericordia, te amo y quiero agradecerte el don de Ti mismo. Ayúdame a amarte como Tú me amas.
Petición
Padre Santo, dame la humildad para saber reconocer la presencia de tu Hijo.
Meditación del Papa Francisco
En definitiva, el Bautista podía presumir, sentirse importante, pero no lo hizo: él sólo indicaba, se sentía voz y no palabra. Este es el secreto de Juan. Él no quiso ser un ideólogo. Fue un hombre que se negó a sí mismo, para que la Palabra creciera.
He aquí la actualidad de su enseñanza: Nosotros como Iglesia podemos pedir hoy la gracia de no llegar a ser una Iglesia ideologizada, para ser en cambio una Iglesia que escucha religiosamente la palabra de Jesús y la proclama con valentía; una Iglesia sin ideologías, sin vida propia; una Iglesia que es mysterium lunae, que tiene luz procedente de su esposo y que debe disminuir la propia luz para que resplandezca la luz de Cristo.
El modelo que nos ofrece hoy Juan es el de una Iglesia siempre al servicio de la palabra, una Iglesia-voz que indica la palabra, hasta el martirio. (S.S. Francisco, 24 de junio de 2013, Misa matutina en la capilla de Santa Marta).
Reflexión
El último testimonio de Juan sobre Jesús subraya nuevamente no sólo la superioridad de la misión de Jesús frente a la de Juan, sino el sentido mesiánico de la obra de Jesús. Jesús hace posible y realiza una nueva relación entre el ser humano y Dios, fundada en la gracia del Espíritu y la verdad de su Palabra.
La fe de Juan Bautista es ejemplar para el discípulo cristiano; un modelo a seguir para todo aquel que quiera ser testigo fiel de Cristo en el mundo. Él aceptó sin reservas su papel de testigo que conduce a los seres humanos al Mesías, permaneciendo siempre fiel al plan salvífico de Dios, a pesar de la inclinación de sus propios discípulos a dejarse influir por sentimientos humanos egoístas.
El austero predicador del desierto que se había presentado como testigo del Mesías, en este texto aparece como ejemplo para todos los que seguimos a Jesús y lo anunciamos entre los seres humanos. Juan no ha dudado ni un momento en disminuir, en ocultarse hasta desaparecer, con tal de que Él, Jesús el Mesías, crezca, resplandezca con toda su luz y sea aceptado y creído por los otros.
Propósito
Preparar hoy lo necesario para que mañana, la celebración dominical de la Eucaristía sea el evento más importante para mi familia.
Diálogo con Cristo
Cuanto más humilde sea, podré ser tu discípulo y misionero, invitando, con mi testimonio de vida, a otros a seguirte. Gracias porque es en la oración y en la Eucaristía como voy formando mi corazón de apóstol.
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Autor: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net
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Las leyes al servicio del hombre
Sábado después de la Epifanía (11 de Enero)
“Estando Jesús en un pueblo, se presentó un hombre lleno de lepra; al ver a Jesús cayó rostro en tierra y le suplicó: “Señor, si quieres puedes limpiarme”. Y Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: “Quiero, queda limpio”. (Lc 5,12-16)
Se necesitan leyes.
Pero leyes al servicio del hombre y no que esclavicen al hombre.
Si este leproso hubiese cumplido con la ley, seguiría leproso.
Si Jesús hubiese cumplido con la ley, el leproso moriría leproso.
Pero uno y otro rompieron con la ley:
Rompió con la ley el leproso que se acercó a Jesús.
Eso estaba prohibido por la ley.
Rompió con la ley Jesús que le impuso la mano y le tocó.
Eso estaba prohibido por la ley.
Para Jesús es más importante el hombre que la ley.
Para Jesús es más importante la salud del hombre que la ley.
Para Jesús es más importante escuchar el grito de sufrimiento del leproso que escuchar las exigencias de la ley.
Para Jesús la única ley verdadera es la ley del amor.
El amor está por encima de todas las leyes.
El amor es la verdadera ley de Dios.
No importa:
Si él queda legalmente impuro.
Si él queda legalmente leproso.
Lo que la ley ensucia lo limpia el amor.
Lo que la ley condena lo salva el amor.
Nosotros todo lo queremos solucionar con la ley.
Leyes más rígidas.
Leyes más duras.
Solución: pena de muerte.
Solución: cárcel perpetua.
Pero luego no nos importa que nuestras cárceles sean puros almacenes de chatarra humana.
No nos importa si nuestras cárceles son almacenes de deshechos de la humanidad.
Puede que la ley sea necesaria, no lo negamos.
Pero lo que realmente importa:
Es cómo valorar a la persona humana.
Es cómo devolver la dignidad a la persona humana.
Es cómo hacernos sentir lo importantes que somos.
Es cómo rescatarnos de nuestras debilidades.
¿Cuál es la verdadera ley de la Iglesia?
¿Mancharse a sí misma?
¿Declararse impura a sí misma?
¿O salvar lo que estaba perdido?
¿O sanar lo que estaba enfermo?
Siento pena cuando veo que también en mi madre la Iglesia:
Hay demasiadas “sospechas” y “sospechosos”.
Hay demasiadas “condenas” porque nos salimos de la norma.
Hay demasiados “silencios” porque preferimos la esclavitud de las normas.
Confieso que mis gustos no serán compartidos por muchos.
Pero yo prefiero estrechar las manos duras del trabajador.
Prefiero estrechar las manos ásperas del que lucha por ganarse el pan.
Que no esas manos suaves y de vaselina que no hacen nada.
Prefiero una Iglesia misericordiosa, que una Iglesia fiel a las leyes.
Prefiero una Iglesia comprensiva, que una Iglesia rígida y estricta.
Prefiero un Jesús que se hace impuro legalmente él mismo, que no un Jesús que pasa de largo y prefiere la legalidad y se olvida del hombre.
Prefiero un Jesús que perdona, a un Jesús estricto adicto a la ley.
Prefiero un Jesús que me revela el amor de Dios, que no el que me enseña a ser esclavo de las normas.
Prefiero un Jesús legalmente impuro pero que me sana.
Prefiero un Jesús que prefiere la salud y salvación del hombre, que un Jesús que aplica las leyes humanas.
Señor:
Sé que hay demasiada lepra en mi corazón.
Pero también sé que, a pesar de todo, tú alargas tu mano, que es como alargar tu corazón, y me sanas de mis flaquezas y debilidad.
Por eso, Señor, prefiero que, si algún día me vas a pedir cuentas, me juzgues de que he amado y no de que he sido infiel a muchas de las normas y leyes.
Perdóname si estoy equivocado.
Pero prefiero equivocarme amando, que acertar siendo juez de mis hermanos.
Hazme legalmente impuro. Pero hazme puro imitando tu amor.
juanjauregui.es
“Estando Jesús en un pueblo, se presentó un hombre lleno de lepra; al ver a Jesús cayó rostro en tierra y le suplicó: “Señor, si quieres puedes limpiarme”. Y Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: “Quiero, queda limpio”. (Lc 5,12-16)
Se necesitan leyes.
Pero leyes al servicio del hombre y no que esclavicen al hombre.
Si este leproso hubiese cumplido con la ley, seguiría leproso.
Si Jesús hubiese cumplido con la ley, el leproso moriría leproso.
Pero uno y otro rompieron con la ley:
Rompió con la ley el leproso que se acercó a Jesús.
Eso estaba prohibido por la ley.
Rompió con la ley Jesús que le impuso la mano y le tocó.
Eso estaba prohibido por la ley.
Para Jesús es más importante el hombre que la ley.
Para Jesús es más importante la salud del hombre que la ley.
Para Jesús es más importante escuchar el grito de sufrimiento del leproso que escuchar las exigencias de la ley.
Para Jesús la única ley verdadera es la ley del amor.
El amor está por encima de todas las leyes.
El amor es la verdadera ley de Dios.
No importa:
Si él queda legalmente impuro.
Si él queda legalmente leproso.
Lo que la ley ensucia lo limpia el amor.
Lo que la ley condena lo salva el amor.
Nosotros todo lo queremos solucionar con la ley.
Leyes más rígidas.
Leyes más duras.
Solución: pena de muerte.
Solución: cárcel perpetua.
Pero luego no nos importa que nuestras cárceles sean puros almacenes de chatarra humana.
No nos importa si nuestras cárceles son almacenes de deshechos de la humanidad.
Puede que la ley sea necesaria, no lo negamos.
Pero lo que realmente importa:
Es cómo valorar a la persona humana.
Es cómo devolver la dignidad a la persona humana.
Es cómo hacernos sentir lo importantes que somos.
Es cómo rescatarnos de nuestras debilidades.
¿Cuál es la verdadera ley de la Iglesia?
¿Mancharse a sí misma?
¿Declararse impura a sí misma?
¿O salvar lo que estaba perdido?
¿O sanar lo que estaba enfermo?
Siento pena cuando veo que también en mi madre la Iglesia:
Hay demasiadas “sospechas” y “sospechosos”.
Hay demasiadas “condenas” porque nos salimos de la norma.
Hay demasiados “silencios” porque preferimos la esclavitud de las normas.
Confieso que mis gustos no serán compartidos por muchos.
Pero yo prefiero estrechar las manos duras del trabajador.
Prefiero estrechar las manos ásperas del que lucha por ganarse el pan.
Que no esas manos suaves y de vaselina que no hacen nada.
Prefiero una Iglesia misericordiosa, que una Iglesia fiel a las leyes.
Prefiero una Iglesia comprensiva, que una Iglesia rígida y estricta.
Prefiero un Jesús que se hace impuro legalmente él mismo, que no un Jesús que pasa de largo y prefiere la legalidad y se olvida del hombre.
Prefiero un Jesús que perdona, a un Jesús estricto adicto a la ley.
Prefiero un Jesús que me revela el amor de Dios, que no el que me enseña a ser esclavo de las normas.
Prefiero un Jesús legalmente impuro pero que me sana.
Prefiero un Jesús que prefiere la salud y salvación del hombre, que un Jesús que aplica las leyes humanas.
Señor:
Sé que hay demasiada lepra en mi corazón.
Pero también sé que, a pesar de todo, tú alargas tu mano, que es como alargar tu corazón, y me sanas de mis flaquezas y debilidad.
Por eso, Señor, prefiero que, si algún día me vas a pedir cuentas, me juzgues de que he amado y no de que he sido infiel a muchas de las normas y leyes.
Perdóname si estoy equivocado.
Pero prefiero equivocarme amando, que acertar siendo juez de mis hermanos.
Hazme legalmente impuro. Pero hazme puro imitando tu amor.
juanjauregui.es