Evangelio y Comentario de hoy Miercoles 23 de Octubre 2013

Día litúrgico: Miércoles XXIX del tiempo Ordinario
Texto del Evangelio (Lc
12,39-48): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre».

Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?». Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si aquel siervo se dice en su corazón: ‘Mi señor tarda en venir’, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles.

»Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más».
Comentario
Estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre
Hoy, con la lectura de este fragmento del Evangelio, podemos ver que cada persona es un administrador: cuando nacemos, se nos da a todos una herencia en los genes y unas capacidades para que nos realicemos en la vida. Descubrimos que estas potencialidades y la vida misma son un don de Dios, puesto que nosotros no hemos hecho nada para conseguirlas. Son un regalo personal, único e intransferible, y es lo que nos confiere nuestra personalidad. Son los “talentos” de los que nos habla el mismo Jesús (cf. Mt 25,15), las cualidades que debemos hacer crecer a lo largo de nuestra existencia.
«En el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre» (Lc 12,40), acaba diciendo Jesús en el primer párrafo. Nuestra esperanza está en la venida del Señor Jesús al final de los tiempos; pero ahora y aquí, también Jesús se hace presente en nuestra vida, en la sencillez y la complejidad de cada momento. Es hoy cuando, con la fuerza del Señor, podemos vivir su Reino. San Agustín nos lo recuerda con las palabras del Salmo 32,12: «Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor», para que podamos ser conscientes de ello, formando parte de esta nación.
«También vosotros estad preparados» (Lc 12,40), esta exhortación representa una llamada a la fidelidad, la cual nunca está subordinada al egoísmo. Tenemos la responsabilidad de saber “dar respuesta” a los bienes que hemos recibido junto con nuestra vida. «Conociendo la voluntad de su señor» (Lc 12,47), es lo que llamamos nuestra “conciencia”, y es lo que nos hace dignamente responsables de nuestros actos. La respuesta generosa por nuestra parte hacia la humanidad, hacia cada uno de los seres vivos, es algo justo y lleno de amor.


Oración
Señor Dios nuestro: Que estos signos de pan y vino
expresen claramente que estamos dispuestos a servirte
a ti y a los hermanos con libertad responsable.
Que tu Hijo Jesús comparta con nosotro su fuerza y fidelidad,
para hacernos sabios y fieles administradores
del mensaje de justicia y amor que él mismo nos ha confiado,
él que vive y reina por los siglos de los siglos.

Hermanos: “A quien mucho se le dio, mucho se le exigirá”, nos ha dicho hoy el Señor en el evangelio. Hemos recibido mucho de Dios: el don de la vida, nuestra fe, nuestra capacidad de amar, el perdón de nuestros pecados... Demos gracias a Dios y pidamos su bendición. 
Feliz y bendecido Miercoles tengan todos! 
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Miércoles de la semana 29 del Tiempo Ordinario.... 
Escrito por juanjauregui.es
“Dijo Jesús a sus discípulos: “Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre”. Pedro le preguntó: “Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos”.(Lc 12,39-48)
Lo de siempre.
Pedro refleja lo que de ordinario sucede siempre.
Cuando decimos algo, siempre pensamos “¡qué bien le cae al otro!”
A Pedro le parece bien lo que dice Jesús. Pero su preocupación es otra.
Jesús ha dicho algo que está bien.
Pero ¿para nosotros y para los demás?
Siempre es más fácil aplicar el Evangelio a los demás que a uno mismo.
Siempre es más fácil ver la mota en el ojo ajeno que en el propio.
Siempre es más fácil ver los defectos del otro que los propios.
Siempre es más fácil ser comprensivos con nosotros mismos que con los otros.
¿Recuerdan aquella vieja ricachona, que hasta se permitía el lujo de tener capilla propia en su casa y que un fraile le fuese a celebrar misa a domicilio? Bueno, felizmente hoy no disponemos de curas que se puedan permitir ese lujo. No sé si la Iglesia seguirá premiando todavía a ciertos ricos con el privilegio de no tener que ir a la Iglesia como todo el Pueblo Dios.
Pues bien, había un sacerdote que la Semana anterior, con motivo de un Novenario, arremetió contra los ricos y su insensibilidad para con los pobres. La vieja, que se pudría en dinero, le dice al fraile de turno: “Padre, ¿escuchó a Don N. cómo hablaba contra los ricos el otro día? ¡Qué mal lo van a pasar los ricos ante Dios!”.
La cosa no iba con ella.
Ella no entraba en esas condenas ni en esos peligros.
La manía de aplicar el Evangelio a los demás sin que nos salpique.
Peligro que podemos correr nosotros los sacerdotes.
¡Como siempre hablamos a los demás!
¡Como siempre aplicamos el Evangelio a los demás!
Es posible que terminemos convencidos de que realmente el Evangelio es para los otros.
Mientras tanto nosotros “en el dique seco”.
Peligro que también puede correr la Iglesia.
Muy preocupada por todos.
Muy preocupada por todos los hombres y mujeres.
Muy preocupada por todos los problemas que hay en el mundo.
Muy preocupada por todos los problemas de injustita, de hambre del mundo.
El Concilio Vaticano II arrancó cuando, el grupo de Obispos nombrados por Juan XXIII, planteó que era preciso partir de una pregunta esencial: “Iglesia, ¿qué dices de ti misma”. Así se abrió camino el Concilio.
Me hubiese gustado una Encíclica que también tuviese como sujeto a la Iglesia.
Iglesia ¿qué dices de ti mismo hoy?
Iglesia ¿cuáles es tu misión hoy?
Iglesia ¿qué tienes que decir hoy?
Iglesia ¿por qué te abandonan tantos hijos tuyos hoy?
Iglesia ¿en qué cosas tendrías que rejuvenecer hoy?
Porque el Evangelio comienza por cuestionar al que lo anuncia.
Para que luego pueda ser anunciado a los demás.
Mientras no me anuncie a mí mismo el Evangelio, no tengo derecho a proclamarlo a los demás.
Sí, Pedro, Jesús lo dice por vosotros, los suyos y luego por todos los demás.
¿No ves que el Evangelio mismo comienza diciendo: “Dijo Jesús a sus discípulos”.
Dios me habla primero a mí, para que yo pueda hablar a los otros.
No olvidemos que los Profetas primero escuchaban a Dios y luego anunciaban lo que Dios les había dicho: “Esto dice el Señor”.
Señor, cambia primero mi corazón si quieres que luego pueda pedir a mis fieles que cambien el suyo.
Señor, que yo sea el primero en estar atento y vigilante en cumplir el encargo que me has confiado, para que luego para acercarme a mis fieles.
Señor, gracias porque realmente a mí me has dado mucho. Dame esa conciencia de que también me exigirás mucho.