“¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido…” (Lc 10,13-16)

Cafarnaún era el segundo pueblo de Jesús, el centro de sus itinerancias. Corozaín y Betsaida recibían también frecuentes visitas suyas.
Si Tiro y Sidón, referentes de perversión, hubieran tenido el mismo privilegio, se hubieran convertido. Aquéllas frustraron el proyecto de Dios de convertirse en seminarios de mensajeros de la Buena Noticia; ni siquiera la aceptaron. No es que Jesús las fulmine con maldiciones; ellas mismas fraguan su ruina. En su pecado está su penitencia.
Muchos "cristianos de siempre", ciudades y colectivos que han vivido en una verdadera opulencia cristiana, más privilegiados que estas ciudades y sus vecinos, deberían sentirse alertados ante este fracaso.
Sadhu Sundar Singh comenta poéticamente: "Un día estaba sentado cerca del Himalaya, a la orilla de un río. Saqué del agua una piedra hermosa, dura, redonda, y la rompí. Su interior estaba completamente seco. El agua no había penetrado en ella. Lo mismo ocurre con los hombres de Europa. Hace tiempo fluye en torno suyo el cristianismo, pero éste no los ha empapado". Era también el lamento de Gandhi, quien se sintió profundamente fascinado por el Evangelio y hondamente frustrado por los cristianos: "Cristo, ven a la India, aquí te recibiremos mucho mejor que en Europa".
Nosotros hemos tenido todas las facilidades para que nos impregnara el Evangelio; sin embargo, como señala Juan Pablo II en EIE 47, "muchos bautizados viven como si Cristo no existiera". Por eso pregonaba: "Europa, vuelve a tus raíces cristianas"; "Iglesia en Europa, entra en el nuevo milenio con el libro de los Evangelios".
En continua conversión
Lucas transmite el duro reproche de Jesús a las ciudades impenitentes como una llamada a la conversión continua, válida para los cristianos de todos los tiempos, lo que supone una creciente liberación.
No nos equivoquemos: la conversión no es sólo una urgencia para grandes pecadores y descreídos. A pesar de ser cristianos de toda la vida, necesitamos convertirnos. Muchos "cristianos" necesitan una urgente conversión de su vida apagada, anodina y aburrida, que, por carecer de caridad, carece de calidad. Y esto a pesar de su respetabilidad social y su fama de "cristianos ejemplares".
Hay semblantes que reflejan una salud de hierro y que, sin embargo, son sólo el rostro engañoso de un organismo acribillado. La conversión continua es una asignatura siempre pendiente. Sería un engaño peligroso aplazarla para mañana o reducirla a deseos ardientes, pero vaporosos. Hoy mismo hemos de señalar metas personales y comunitarias realistas, a corto y largo plazo, para verificar el proceso de conversión. Y los medios para ello son la meditación de la palabra de Dios, la oración, la incorporación a un grupo cristiano, la celebración de los sacramentos ... Ciertamente, es posible otra vida mejor.
Para la reflexión, la oración y el compromiso
- ¿Tengo conciencia de ser privilegiado por la abundancia de los dones del Reino? ¿Cuáles he recibido?
- ¿Vivo adormecido o en proceso de conversión continua?
¿Cómo lo detecto?
- ¿Qué etapas he de señalar para la conversión? ¿Y qué medios?
- ¿En qué medida pongo en práctica la mencionada exhortación
de Juan Pablo II? ¿Qué he de hacer a este respecto?
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