Día litúrgico: Viernes XXIII del tiempo ordinario

Comentario
Todo discípulo que esté bien formado, será como su maestro
Hoy,
las palabras del Evangelio nos hacen reflexionar sobre la importancia
del ejemplo y de procurar para los otros una vida ejemplar. En efecto,
el dicho popular dice que «“Fray Ejemplo” es el mejor predicador», u
otro que afirma que «más vale una imagen que mil palabras». No olvidemos
que, en el cristianismo, todos —¡sin excepción!— somos guías, ya que el
Bautismo nos confiere una participación en el sacerdocio (mediación
salvadora) de Cristo: en efecto, todos los bautizados hemos recibido el
sacerdocio bautismal. Y todo sacerdocio, además de las misiones de
santificar y de enseñar a los demás, incorpora también el munus —la
función— de regir o dirigir.
Sí, todos —queramos o no— con nuestra conducta tenemos la oportunidad de llegar a ser un modelo estimulante para aquellos que nos rodean. Pensemos, por ejemplo, en la ascendencia que unos padres tienen sobre sus hijos, los profesores sobre los alumnos, las autoridades sobre los ciudadanos, etc. El cristiano, sin embargo, debe tener una conciencia particularmente viva acerca de todo esto. Pero..., «¿podrá un ciego guiar a otro ciego?» (Lc 6,39).
Para nosotros, cristianos, es como una llamada de atención aquello que los judíos y las primeras generaciones de cristianos decían de Jesucristo: «Todo lo ha hecho bien» (Mc 7,37); «El Señor comenzó a hacer y enseñar» (Hch 1,1).
Debemos procurar traducir en obras aquello que creemos y profesamos de palabra. En una ocasión, el Papa Benedicto XVI, cuando todavía era el Cardenal Ratzinger, afirmaba que «el peligro más amenazador son los cristianismos adaptados», es decir, el caso de aquellas personas que de palabra se profesan católicas pero que, en la práctica, con su conducta, no manifiestan el “radicalismo” propio del Evangelio.
Ser radicales no equivale a fanáticos (ya que la caridad es paciente y tolerante) ni a exagerados (pues en cuestiones de amor no es posible exagerar). Como ha afirmado Juan Pablo II, «el Señor crucificado es un testimonio insuperable de amor paciente y de humilde mansedumbre»: no se trata ni de un fanático ni de un exagerado. Pero sí que es radical, tanto que nos hace decir con el centurión que asistió a su muerte: «Verdaderamente este hombre era justo» (Lc 23,47).
Oración

Tú eres justo y santo,
y, sin embargo, eres paciente y tolerante con nosotros.
Pero nosotros, aun tardos en aprender, somos discípulos
de nuestro único Maestro, Jesucristo.
Él vio las faltas de la gente,
pero había venido no para condenar
sino para perdonar y salvar.
Te pedimos, Señor:
Danos ojos limpios y claros para mirar
dentro de nuestro corazón y nuestra conciencia,
pero empáñalos tenuemente con las sombras del amor
cuando veamos las faltas de los que nos rodean.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
Hermanos: Los ojos que no buscan el mal en los otros son como los ojos de Dios. Él no es como un policía que esté al acecho para cazarnos cuando nos comportamos mal. Él perdona y sana.
Que el Dios todopoderoso les bendiga,