Muchos pierden la fe, sin saber por qué



«Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?».
Jesús les contestó:
- «¿Es que pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? …”
(Mc 2,18-22)
El evangelio de hoy nos recuerda un roce de Jesús con los Fariseos: ¿Por qué, tus discípulos no siguen la tradición de los mayores?
Es el clásico enfrentamiento que todos conocemos: enfrentamiento de generaciones: padres-hijos; mayores-jóvenes, iglesia tradicional- iglesia renovadora...
Vamos a comentar un poco el roce de grupos distintos en la Iglesia. Lo de antes y lo nuevo.
Solemos oír comentar muchas veces sobre esto.
Si el pueblo deja de asistir a Misa, decimos que falta fe. Si disminuyen las vocaciones sacerdotales, decimos que falta fe. Si no se hace mucho caso de los “Años santos Jacobeos, lebaniegos o Jubilares, o de las visitas del Papa”, decimos: es que no hay fe, ya no es como antes.
Y es verdad, no es como antes. Pero tal vez no porque falte fe, sino porque hay prácticas religiosas, actos piadosos, formas religiosas de antes, que ahora no van, o que a muchos no les van, aunque siguen teniendo fe.
- Lo que sí es claro, es que hablar de falta de fe, o recordar la religión o las prácticas de antes, no soluciona nada... (Alguna vez con sorpresa, he tenido que escuchar... añoranzas de prácticas de antes...por personas que nunca pisan la Iglesia...¡Curioso!)... No, no soluciona nada recordar el pasado...
- Es necesario hacer un examen de nuestras creencias, de nuestra fe y comprobar si está apoyada en Cristo o está apoyada en unas prácticas o costumbres..., o en la persona de un sacerdote que nos ha caído bien, o en un santo o en una virgen que nos resulta simpática y a la que tenemos mucha devoción...
Es cierto que nuestra fe es aceptar a Cristo, pero como a Él no le vemos, debemos apoyarnos en cosas más cercanas: Unos actos piadosos, en un santo, en un sacerdote simpático y agradable...
Pero lo fundamental es Cristo... Y sobre esto hay que hacer un examen, en vez de hablar tanto de falta de fe...
Una de las frases que mas me han impresionado últimamente, ha sido una de Fernando Pessoa: “He nacido en un tiempo en el que la mayoría de los jóvenes han perdido la fe en Dios por la misma razón que los mayores la hemos tenido: sin saber por qué”.
La afirmación me parece terrible, y en buena parte, terriblemente verdadera... Porque compruebas que muchos de los jóvenes que dicen que han perdido la fe, no es que la hayan perdido, sino que nunca la han tenido en serio, nunca han luchado por ella y, si la tuvieron, tenía una raíces tan débiles que cualquier viento podía abatirla... Pero lo mismo pasa con la fe de muchos adultos...
Yo me pregunto a veces: ¿Cuántos creyentes de verdad hay en España? Bautizados, treinta millones. Que asistan a misa los domingos 9 millones. ¿Y de estos nueve millones que hacen por formar y profundizar en su fe?
Si uno se acerca a las librerías españolas, apenas encuentra libros de tema religioso. Y en las librerías religiosas los que se venden son más bien pocos...
Y me diréis: es que en España se lee poco, es que los libros son caros, es que no hay tiempo...
Y las tres cosas son verdad y son mentira... Porque por ejemplo, en cuanto a lo del tiempo... ya se decía esto hace cuarenta años: no tengo un minuto, no tengo un minuto libre. Luego llegó la TV y todas esas personas que no tenían un minuto libre encontraron tres horas diarias -que es la media que los españoles dedican a la TV- para ver seriales y películas...
La verdad es que los hombres encontramos siempre tiempo para aquello que amamos. Y deberíamos de ser honestos y confesar que no amamos a Dios lo suficiente como para invertir nuestro tiempo y nuestro dinero...
¿Cómo puede entenderse un cristiano que dice y cree que la Biblia es la Palabra de Dios y que nunca se asoma a ella para leerla? ¿Demostraría querer a su madre alguien que, al recibir cartas suyas, las dejara sobre la mesilla sin leerlas? Si alguien encontrara en un viejo desván un diario de su madre muerta y ni se molestara en leerlo ¿sería un hijo amante?
Digámoslo sin rodeos: no se puede amar a Dios sin conocerlo. Y no se puede conocer a Dios sin dedicarle un poco de tiempo...
La fe no es una herencia que hemos recibido y que bastante hacemos con conservarla limpia en el cajón. La fe nos ha sido transmitida por las generaciones anteriores, pero no como una perla fría que podamos conservarla entre algodones, sino como una fruta que debe seguir madurando en nuestras manos y que podría pudrirse o marchitarse si no seguimos dándoles nuestra savia cada día...
Esa es la fe que a veces nos falta y que hemos de ahondar...
Si nuestra fe está apoyada en Cristo nos dan poco miedo los cambios. Nos dará lo mismo rezar así o de otra forma. Comulgar en la mano o en la boca. Pedir perdón a Dios individualmente o hacerlo en una celebración comunitaria de la penitencia. Celebrar la Eucaristía en el templo o en un local. Que el sacerdote vista de sotana o de paisano. Todo eso y otras muchas cosas que a veces ponemos como estandartes de la fe, son algo accidental...
Lo fundamental es seguir la enseñanza de Cristo: “Amaos unos a otros, en esto conocerán que sois discípulos míos...”
Oración
Tú, Señor, eres la fuente de nuestra alegría
Eres el profeta del amor y nos dices
que el dolor sólo vale si beneficia a otro,
que la vida es para vivirla, disfrutarla y hacerla una fiesta.
Nos recuerdas que el tiempo cotidiano es una especie de boda,
en la que todos celebramos el amor de los novios.
Tú siempre estás animando nuestra existencia,
impulsando nuestra alegría, iluminando toda oscuridad,
festejando nuestras relaciones.
Nosotros nos ponemos serios para hablarte,
y salimos de reunimos contigo con cara de responsabilidad
en vez de salir con el corazón lleno de risas
y el alma de canciones.
Haznos alegres, ruidosos, felices y contagiosos de tu chispa vital; haznos mujeres y hombres que cantan a la vida y al hermano,
que gozan los pequeños regalos que nos haces
de belleza y detalles alrededor,
que juegan la vida
y sienten en sus entrañas la explosión de tu Amor.