Día litúrgico: Lunes XXV del tiempo ordinario

Comentario
Pone (la lámpara) sobre un candelero, para que los que entren vean la luz
Hoy,
este Evangelio tan breve es rico en temas que atraen nuestra atención.
En primer lugar, “dar luz”: ¡todo es patente ante los ojos de Dios!
Segundo gran tema: las Gracias están engarzadas, la fidelidad a una
atrae a otras: «Gratiam pro gratia» (Jn 1,16). En fin, es un lenguaje
humano para cosas divinas y perdurables.¡Luz para los que entran en la Iglesia! Desde siglos, las madres cristianas han enseñado en la intimidad a sus hijos con palabras expresivas, pero sobre todo con la “luz” de su buen ejemplo. También han sembrado con la típica cordura popular y evangélica, comprimida en muchos refranes, llenos de sabiduría y de fe a la vez. Uno de ellos es éste: «Iluminar y no difuminar». San Mateo nos dice: «(...) para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres para que, al ver vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,15-16).
Nuestro examen de conciencia al final del día puede compararse al tendero que repasa la caja para ver el fruto de su trabajo. No empieza preguntando: —¿Cuánto he perdido? Sino más bien: —¿Qué he ganado? Y acto seguido: —¿Cómo podré ganar más mañana, qué puedo hacer para mejorar? El repaso de nuestra jornada acaba con acción de gracias y, por contraste, con un acto de dolor amoroso. —Me duele no haber amado más y espero lleno de ilusión, estrenar mañana el nuevo día para agradar más a Nuestro Señor, que siempre me ve, me acompaña y me ama tanto. —Quiero proporcionar más luz y disminuir el humo del fuego de mi amor.
En las veladas familiares, los padres y abuelos han forjado —y forjan— la personalidad y la piedad de los niños de hoy y hombres de mañana. ¡Merece la pena! ¡Es urgente! María, Estrella de la mañana, Virgen del amanecer que precede a la Luz del Sol-Jesús, nos guía y da la mano. «¡Oh Virgen dichosa! Es imposible que se pierda aquel en quien tú has puesto tu mirada» (San Anselmo).

Señor Dios nuestro:
Tú quieres que nuestra fe sea
como lámpara colocada en el candelero,
para que la gente vea tu luz
y no se tropiece en la oscuridad.
Dirígenos tu palabra,
danos el Espíritu vivificante de tu Hijo,
su Espíritu de unidad y libertad,
para que seamos para el mundo
como un Cristo presente de nuevo,
humano y cercano,
él que vive contigo y con el Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
Hermanos: Dar testimonio consiste en llamar la atención no hacia nosotros mismos, sino hacia Dios y a lo que él puede hacer en nosotros, sus pobres instrumentos.
Honestamente solo podemos proponer lo que creemos y vivimos, y luego dejar el resto a la gracia de Dios.
Que este mismo Dios les conceda a ustedes esta actitud y les bendiga.