A los ricos despide vacíos

Jueves de la semana 25 del Tiempo Ordinario
“En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas... (Lc 9,7-9)
"A los ricos los despide vacíos" (Lc 1,53) es la verdad que, una vez más, se pone de manifiesto en este pequeño texto evangélico, en el que Herodes simboliza a todos los satisfechos. Son los "poderosos", tanto religiosos como civiles, los que se sitúan hostilmente frente a Jesús, porque tenían mucho que perder. Estaban llenos de sí; por eso Dios no les cabía en el corazón.
A los hambrientos los colma de bienes
Así se expresa María como creyente. Y este pequeño pasaje evangélico recoge también una evidencia: la gente sencilla descubre algo extraordinario en Jesús. No sabe si es Juan Bautista redivivo, Elías u otro profeta, pero descubre en él a alguien que les habla en nombre de Dios, que es un enviado suyo, mientras que los dirigentes lo tachan de blasfemo, transgresor de la ley, endemoniado, borracho y comilón.
Es evidente que los sencillos y sinceros descubren algo especial en Jesús (Mt 11,25). Esto se pone de manifiesto en las prostitutas y los publicados, que precederán a los escribas y fariseos en el Reino (Mt 21,31), en el relato de la pecadora acogida por Jesús (Le 7,36-50), en la curación del criado del centurión (Le 7,1-10) y del ciego de nacimiento (Jn 9,1ss).
Porque el anciano Simeón y la profetisa Ana, Nicodemo, José de Arimatea y Zaqueo, los griegos que querían ver a Jesús (Jn 12,20-21) tenían hambre de verdad y de verdadera sabiduría, el Señor "los colmó de bienes". Todos los buscadores sinceros están simbolizados en los magos (Mt 2,1-12). Quienes, más tarde, se agregan a las comunidades porque han reconocido a Jesús como Salvador, son proletarios en su gran mayoría, gente sin relieve social. En este sentido, son significativas las palabras de Pablo a los corintios, que parece ser que empezaban a jugar a sabios: "Fijaos a quiénes llamó Dios: al desecho para confundir a los autosuficientes, de modo que ningún mortal pueda envanecerse ante Dios" (1 Co 1,26-27). Con esto se confirma la verdad de la oración de Jesús: "Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla" (Mt 11,25).
El que busca, halla
No lo reconocieron ni Herodes, ni los escribas y fariseos, porque representaba para ellos un "peligro": para el trono de Herodes (creía él) y para su vida licenciosa; y en el caso de los escribas y fariseos, porque el reconocimiento de Jesús supondría un cambio radical de su vida, renunciar a unos privilegios y estar al servicio del pueblo, en lugar de ser sus amos aprovechados; por eso no reconocieron al Bautista ni a Jesús (Le 7,31-35).
La ambición de poder, el orgullo y el egoísmo ciegan. Jesús, por otra parte, no se impone, no deslumbra; prefiere que los testigos de su vida y los oyentes de su palabra lo reconozcan y se adhieran a su causa por la fe asumida libremente; por eso prohíbe a los agraciados con sus milagros y a los apóstoles revelar su identidad mesiánica, "decírselo a nadie" (Mc 8,30). "El que busca, encuentra" (Mt 7,8), ha dicho. Para el que busca, todo es mensaje. "He buscado y he encontrado" se titula un libro de C. Carretto, un hombre que de verdad buscó y encontró; mejor, fue encontrado, porque Jesús es siempre el primero que sale al encuentro.
El Señor se deja encontrar por los que le buscan. A pesar de saber tantas cosas sobre él, tal vez nos reproche a muchos cristianos lo mismo que a los apóstoles en la persona de Felipe: "¿Tanto tiempo con vosotros y todavía no me conoces?" (Jn 14,9). Lo que ocurre a veces es que muchos, consciente o inconscientemente, temen el encuentro con Jesús. ¿Por qué? No hagamos como Pablo que no cesaba de dar coces contra el aguijón (Hch 26,14). Es preciso seguir buscando a Jesús con sencillez de corazón, con profunda humildad y apertura de espíritu; no como Herodes o los dirigentes religiosos de Israel, sino como los "pobres de Yahvé".
Para la reflexión, la oración y el compromiso
- ¿Busco "realmente" un encuentro más profundo con el Señor o estoy instalado?
- ¿Salgo a su encuentro con la escucha de su palabra y con la oración?
- ¿Soy sencillo y sincero de corazón para recibir las revelaciones del Señor?
- ¿Estoy abierto para acoger las manifestaciones sorprendentes y sorpresivas del Señor?
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