La
promesa que Jesús hace en la sinagoga de Cafarnaún de dejarnos su Cuerpo
y Sangre como alimento en la Eucaristía causó discusiones y escándalos
entre muchos de los que lo escuchaban. Frente a un don tan preciado, una
gran parte de los seguidores de Jesús lo abandonan: “Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo”, nos dice San Juan en el Evangelio.
Frente
al la maravilla de su entrega en la Eucaristía, muchos responden
volviendo la espalda al Señor. Y no es la muchedumbre, sino sus
discípulos los que lo abandonan. Como contrapartida, en los doce
apóstoles crece la fidelidad a su Maestro y Señor. Acaso ellos tampoco
comprendieron del todo lo que Jesús les promete, pero permanecieron
junto a Él.
¿Por qué se quedaron? ¿Por qué fueron leales en el momento de las deslealtades?
Porque les unía a
Jesús una honda amistad, porque le trataban diariamente y habían
comprendido que sólo Él tiene palabras de vida eterna. Porque le amaban
profundamente.
“Señor, ¿a quién iremos?” le dice Pedro cuando Jesús les pregunta si ellos también se van.
“Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios.”
Hoy
nosotros tenemos la gran oportunidad de dar testimonio de una virtud
tan poco valorada en nuestros tiempos, como lo es la “fidelidad”. Vemos
con alarmante frecuencia como se quiebra la lealtad en los matrimonios.
Como se rompe la palabra empeñada. Como se abandona la fidelidad a la
doctrina y a la persona de Cristo.
Los
apóstoles nos enseñan con su ejemplo, que esta virtud se fundamenta en
el amor: ellos son fieles porque aman a Cristo. Es el amor el que les
induce a permanecer mientras que muchos desertan.
El
Papa Juan Pablo II nos alienta: “busquen a Jesús esforzándose en
conseguir una fe personal profunda que informe y oriente sus vidas; pero
sobre todo que sea vuestro compromiso y vuestro programa amar a Jesús,
con un amor sincero, auténtico y personal. Él debe ser vuestro amigo y
vuestro apoyo en el camino de la vida. Sólo Él tiene palabras de vida eterna”.
La
fe no es ante todo una “enseñanza”. Casi podría decirse que es un
“compromiso”, un “requerimiento”: nos desafía a elegir. Muchos
discípulos se van, pero en los apóstoles, crece la fidelidad.
Vamos
a proponernos hoy luchar en todo momento, con espíritu alegre , para
acercarnos cada día un poco más a Dios. De amar cada vez más a Jesús.