La madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo.
«¿Qué quieres?», le preguntó Jesús.
Ella le dijo: «Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
«No saben lo que piden», respondió Jesús. «¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?»
«Podemos», le respondieron.
«Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre.»
Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.»
«¿Qué quieres?», le preguntó Jesús.
Ella le dijo: «Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
«No saben lo que piden», respondió Jesús. «¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?»
«Podemos», le respondieron.
«Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre.»
Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.»
Reflexión
Santiago
y su hermano Juan, a quienes el Señor dio por sobrenombre “los hijos
del trueno”, por su impetuosidad, son testigos privilegiados de las
transfiguración del Señor en el monte Tabor, de la resurrección de la
hija de Jairo, y acompañaron a Jesús en Getsemaní.
El
evangelio de hoy, nos narra un acontecimiento singular de la vida de
Santiago, cuando su madre pide a Jesús que les reserve a sus hijos dos
puestos eminentes en el nuevo reino.
Jesús
entonces les pregunta a ellos, si pueden compartir con Él su cáliz....,
su misma suerte. Y ellos le respondieron: “¡Podemos!”
Manifestaron
su total disponibilidad. Esa disponibilidad propia de la gente joven y
propia también de los cristianos que aceptan ser apóstoles del
Evangelio.
Jesús, aceptó la respuesta generosa de los dos discípulos.
Poco
tiempo más tarde, hacia el año 44, Santiago moriría decapitado por
orden de Herodes y Juan sería probado con innumerables padecimientos y
persecuciones a lo largo de su vida.
A
cada uno de nosotros, cuando estamos ante las contrariedades, la
enfermedad, el dolor, Jesús nos hace la misma pregunta “¿pueden beber de
mi cáliz’?”. Y nosotros, si estamos unidos a Él, sabremos responderle
afirmativamente, y llevaremos con paz y alegría también aquello que
humanamente no es agradable.
Con Cristo, hasta el dolor y el fracaso se convierten en gozo y en paz.
Desde que Santiago manifestó sus ambiciones, no del todo nobles, hasta su martirio, hay un largo proceso interior.
Poco
a poco, conservando su propia personalidad, fue aprendiendo que el celo
por las cosas de Dios, no puede ser áspero y violento, y que la única
ambición que vale la pena es la gloria de Dios.
Cuenta
Clemente de Alejandría que cuando el Apóstol era llevado al tribunal
donde iba a ser juzgado, fue tal su entereza que su acusador se acercó a
él para pedirle perdón. Santiago... lo pensó. Después lo abrazó
diciendo: “la paz sea contigo” y recibieron los dos la palma del
martirio.
El
meditar hoy sobre la vida del Apóstol Santiago, nos ayuda comprobar sus
defectos y flaquezas. Pero junto a estas deficiencias y fallos, tenían
un corazón dispuesto a seguir a Jesús, y el Señor, pasa por alto sus
defectos y los invita a compartir su suerte.
Jesús
con paciencia infinita, conociendo nuestra debilidades nos llama a cada
uno de nosotros y nos alienta a seguir adelante con humildad.
Pidámosle
hoy a María, a ella que acompañó al apóstol Santiago en su tarea
apostólica que nos dé siempre el aliento y la alegría para sobrellevar
las contrariedades y seguir adelante en nuestro camino.