Evangelio de hoy Miercoles 25 de Julio 2012

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 20, 20-28
La madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo.
«¿Qué quieres?», le preguntó Jesús.
Ella le dijo: «Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
«No saben lo que piden», respondió Jesús. «¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?»
«Podemos», le respondieron.
«Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre.»
Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.»
Palabra del Señor.




Reflexión 
 

Santiago y su hermano Juan, a quienes el Señor dio por sobrenombre “los hijos del trueno”, por su impetuosidad, son testigos privilegiados de las transfiguración del Señor en el monte Tabor, de la resurrección de la hija de Jairo, y acompañaron a Jesús en Getsemaní.

El evangelio de hoy, nos narra un acontecimiento singular de la vida de Santiago, cuando su madre pide a Jesús que les reserve a sus hijos dos puestos eminentes en el nuevo reino.

Jesús entonces les pregunta a ellos, si pueden compartir con Él su cáliz...., su misma suerte. Y ellos le respondieron: “¡Podemos!”

Manifestaron su total disponibilidad. Esa disponibilidad propia de la gente joven y propia también de los cristianos que aceptan ser apóstoles del Evangelio.

Jesús, aceptó la respuesta generosa de los dos discípulos.

Poco tiempo más tarde, hacia el año 44, Santiago moriría decapitado por orden de Herodes y Juan sería probado con innumerables padecimientos y persecuciones a lo largo de su vida.
A cada uno de nosotros, cuando estamos ante las contrariedades, la enfermedad, el dolor, Jesús nos hace la misma pregunta “¿pueden beber de mi cáliz’?”. Y nosotros, si estamos unidos a Él, sabremos responderle afirmativamente, y llevaremos con paz y alegría también aquello que humanamente no es agradable.
Con Cristo, hasta el dolor y el fracaso se convierten en gozo y en paz.
Desde que Santiago manifestó sus ambiciones, no del todo nobles, hasta su martirio, hay un largo proceso interior.
Poco a poco, conservando su propia personalidad, fue aprendiendo que el celo por las cosas de Dios, no puede ser áspero y violento, y que la única ambición que vale la pena es la gloria de Dios.
Cuenta Clemente de Alejandría que cuando el Apóstol era llevado al tribunal donde iba a ser juzgado, fue tal su entereza que su acusador se acercó a él para pedirle perdón. Santiago... lo pensó. Después lo abrazó diciendo: “la paz sea contigo” y recibieron los dos la palma del martirio.
El meditar hoy sobre la vida del Apóstol Santiago, nos ayuda comprobar sus defectos y flaquezas. Pero junto a estas deficiencias y fallos, tenían un corazón dispuesto a seguir a Jesús, y el Señor, pasa por alto sus defectos y los invita a compartir su suerte.
Jesús con paciencia infinita, conociendo nuestra debilidades nos llama a cada uno de nosotros y nos alienta a seguir adelante con humildad.
Pidámosle hoy a María, a ella que acompañó al apóstol Santiago en su tarea apostólica que nos dé siempre el aliento y la alegría para sobrellevar las contrariedades y seguir adelante en nuestro camino.