Reflexión



“Yo he venido, dice el Señor,
para que tengan vida y la tengan en abundancia”
Por Juan Jauregui en www.juanjauregui.com

La imagen de Jesucristo, Buen pastor, se ha rodeado, quizás de un bucolismo que le ha quitado parte de la hondura que tiene esta página evangélica.
Hay una frase que compendia la misión de Cristo en el mundo: “Yo he venido, dice el Señor, para que tengan vida y la tengan en abundancia”
No se puede decir más en menos palabras. El que sigue a Cristo debe ser un hombre o una mujer rebosante de vida. ¿Somos así los cristianos?
Para contestar, bastaría con examinar cuáles son los síntomas de la vida en lo humano.
Un ser que vive es un ser que ama, que engendra hijos, que trabaja por ellos.
Un ser que vive es un ser que tiene planes y proyectos y goza y sufre.
Un ser que vive es aquél que deja huella profunda en su entorno y con el que se cuenta en el momento difícil y en el momento gozoso.
Un ser que vive es el que sabe darse sin temor a que se acabe el manantial de su vitalidad.
Un ser que vive es el que lucha por conseguir sus ideales y no se da por vencido ante las dificultades, sino que las supera con su esfuerzo.
Un ser que vive, que vive plena y abundantemente, es aquél a quien todos queremos tener a nuestro lado, porque contagia energía y decisión.
Esto y más deberíamos hacer los cristianos en el orden de la fe si ciertamente hubiésemos penetrado por la puerta que es Cristo y hubiésemos comido hasta saciarnos del pasto que el Señor nos regala con una abundancia sin límites.
Pero ¿somos seres vivos los cristianos?
Veamos:
¿Son nuestras comunidades conjunto de personas, que creen, aman y engendran hijos capaces a su vez de amar, de trabajar, de luchar, de sufrir por causa de su fe?
¿Son nuestras comunidades conjuntos de hombres y mujeres capaces de responder a los desafíos que el mundo moderno nos está planteando en cada momento?
¿Son nuestras comunidades conjuntos de hombres y mujeres capaces de decir “si” a cuanto está de acuerdo con el Reino de Dios y el amor a los hombres, aún cuando lo que exige ese “sí” no esté de acuerdo con sus propios intereses personales?
¿Son nuestras comunidades focos de alegría en un mundo en el que tanto se lleva lo “triste”, “la angustia”... y demás actitudes que transforman el espíritu humano en algo sin horizonte y sin esperanza?
¿O son nuestras comunidades un conjunto de hombres y mujeres que siguen por inercia unos ritos desprovistos de calor y de vida, que nada dicen, ni a los que participan en ellos; conjunto de hombres y mujeres replegados en sí mismos, oponiéndose a todo, a la defensiva de la marcha de la historia, con un “no” permanente en los labios?
Entrar por la puerta que es Cristo es encontrar la libertad y la comida, la alegría y el optimismo. Entrar por la puerta que es Cristo es encontrar la vida. Y la vida es algo que se contagia, que no puede guardarse egoístamente sino que se derrama alrededor y que engendra nueva vida.
Esto y no otra cosa quiere Cristo para los suyos. Para eso vino y para eso dijo, con toda verdad, que era el Buen Pastor.