Reflexion del Evangelio

Los discípulos de Emaús del siglo XXI
Publicado por P. Mario Ortega
Estamos en tiempo pascual y conviene leer y releer, meditar y vivir, las narraciones evangélicas de las distintas apariciones del Resucitado a las santas mujeres y a los discípulos.
Especialmente prolijo y detallado es el episodio de los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35), que hemos proclamado en la Misa de este domingo pascual.
Aquellos dos hombres, que habían convivido con Jesús, que habían escuchado tantas veces sus enseñanzas y visto sus milagros, se han venido abajo con la muerte del Maestro. Les ha embargado la tristeza y la desilusión. Todo lo ven bajo ese prisma y no dejan pasar la luz de la verdad ni a su mente ni a su corazón. No les valen las noticias que han llegado de que las mujeres y algunos apóstoles han visto el sepulcro vacío. Se repliegan en su desilusión egoísta. Sólo piensan en llegar a su aldea y olvidar toda su "aventura cristiana". Ha sido sólo eso, una aventura. Ahora sólo les espera su vieja vida, su aldea de Emaús.
El hombre del siglo XXI se parece mucho a estos discípulos camino de Emaús. Ha tenido muchas "tentaciones" de creer, quizás ha creído durante un tiempo, quizás cree un poco (cuando le conviene), quizás pasó por algunos momentos de ilusionante fe, en la Iglesia. Pero llegada la prueba, o simplemente por el cansancio y la rutina, se ha cansado de creer en Dios. Se ha alejado de Dios y de una perspectiva de eternidad y se instalado en una especie de pesimismo existencial que sólo adormece con los pequeños placeres de este mundo. Y sigue caminando hacia Emaús, su vida de siempre, renunciando a la novedad que una o repetidas veces se le presentó.
Sin embargo, tiene a Jesús más cerca de lo que jamás hubiese imaginado. Jesús le acompaña en el camino, sin él darse muchas veces cuenta. Si, llegados a Emaús, hace como aquellos discípulos, le abre a Jesús la casa de su corazón, el Señor entrará. Si el hombre del siglo XXI abre a Dios su corazón, el Señor le abrirá el Suyo, revelándosele plenamente y otorgándole una alegría definitiva: la seguridad de que Cristo ha resucitado y hay motivo cierto para la esperanza.

Maria dijo:
                 He aqui la esclava del señor

                "Hagase en mi segun tu palabra"
                                                                                                                        
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