REFLEXION

La Samaritana
Publicado: Juan Jáuregui Castelo en www.juanjuaregui.com

Estamos en el corazón de la Cuaresma. Esta semana es llamada en la tradición eclesial la semana del agua o semana bautismal. Los textos bíblicos nos presentan episodios en los que el agua ocupa una importancia decisiva. El agua, para los cristianos, hace referencia al Bautismo.

El relato de la samaritana centra el mensaje de novedad de este domingo. Una simple conversación junto al brocal de un pozo se convierte, de pronto, en un manantial de sentido nuevo. Jesús comienza como necesitado, pidiendo agua; acaba revelándose como fuente de agua viva. La interlocutora de Jesús es una mujer samaritana, que va a buscar agua físicamente pero que acaba siendo buscadora de agua viva para su sed más profunda. Y justamente, la sed más profunda, la que vive en su corazón y sus sentimientos es la que tiene olvidada y la que sacia de manera no correcta.
Me pregunto, con hombres y mujeres de hoy, por la sed que llevamos acallada dentro de nosotros. No es que seamos infelices, no; pero es relativamente fácil encontrarse con personas que buscan más, que quieren más, que sienten una insatisfacción no del todo precisada, pero ahí está. Intuyen que su vida y su corazón les piden cosas que no hacen y podrían hacer. Se sienten prisioneras de una tela de araña con finísimos y múltiples hilos.


No es que no existan pozos de agua viva. Hay que ir hacia ellos, buscarlos. Y eso supone dejar otras fuentes más frecuentadas, amigos de toda la vida, y hasta plantear interrogantes de pareja: “¿Pero es que no tienes bastante conmigo?” “Pues no. Tú no sacias la sed de mi  corazón”. Las respuestas que pide el corazón nos cambian la vida y nos tocan lo más íntimo. Todo lo del corazón es importante.
La samaritana entiende perfectamente esto en el diálogo con Jesús y descubre que ni los hombres que tuvo ni el que ahora tiene son capaces de saciar la sed que siente.


Lo inesperado, lo que cambia todos los esquemas posibles es que Jesús se presenta como agua viva. El hombre que se presenta como agua viva es justamente aquel que no le pide nada, que no se presta a juegos con ella. Más bien, le dice la verdad, se señala su verdad.
La sed que sentimos dentro todas las personas comienza a ser saciada cuando la verdad va por delante. Quien esté dispuesto a escuchar la verdad está dispuesto a saciar su sed. Expresiones como “dime la verdad”, “quiero saber la verdad aunque me duela”... son el camino para saciar la sed interior. Y la verdad más verdadera nos lleva más allá de nosotros mismos, a la orilla donde está el Maestro que se presenta como don y fuente de agua que sacia. Seríamos mejores creyentes si, como la samaritana, descubriéramos en nuestra sed de vida, siempre insatisfecha, nuestra necesidad de Dios siempre por satisfacer.
Jesús, con la samaritana, inaugura un nuevo culto a Dios: el cultivo de la relación personal e íntima con Él. La intimidad con Dios no está circunscrita a un espacio. Es cosa del corazón, esté éste donde esté.

Precioso pasaje el de la samaritana. Todos llevamos dentro de nosotros algo de lo que esta mujer significa. Todos tenemos sed de más. Un más que no son cosas ni personas. Un más que es verdad e intimidad. ¿Cómo no sentir vacío si dejamos de alimentarnos de verdad y de intimidad con Aquel que es manantial de agua viva?
Que el encuentro con el Señor desvele toda la sed que llevamos dentro y todas las posibilidades que tenemos de saciar esa sed.