Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 1-9
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.Les habló mucho rato en parábolas:
-«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron.
Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenla tierra, y, corno la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.
Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron.
El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Es el pan que el Señor os da de comer
En un apretado relato no carente de color, el pueblo peregrino que antes había murmurado por la insoportable carencia de agua, lo hace ahora por no disponer de comida, echando de menos unos alimentos que ni por asomo comieron en Egipto (ollas de carne, hartazgo de pan). En el breve espacio del texto, dos mensajes divinos que encuadran a otros dos recados, uno de Moisés y otro de su hermano Aarón. El Señor promete pan, y los hermanos suman a la promesa divina que dispondrán también de carne, para, de paso, recriminar al pueblo por rebelarse contra su Señor al que incluso le piden garantías de que cumplirá lo que se le pide, cuando éste les ha dado sobradas pruebas de su protección en todos los momentos de su historia. Por encima de los variados detalles que ofrece el relato, sobrevuela en él la fuerza de la esperanza: Yahvé los alimentará, porque cumple lo que promete, y, además, verán su gloria para que de una vez crean. Sobre el argumento del relato, el alimento para sobrevivir en el desierto, no se silencia la gloria de Dios, la trascendencia de todo el episodio: todo lo que hace el Señor es por favor especial a su pueblo, y todo ello debe llevar a sus hijos a la fe, para así contemplar la gloria del Señor.La semilla cayó en tierra buena y dio grano
¡Fecunda pedagogía la de la parábola del sembrador! En postura sedente, actitud de maestro, Jesús de Nazaret lanza su enseñanza más allá de su presencial auditorio para ofrecer luz al corazón humano de todos los tiempos con la oferta del Reino de los cielos. Desde el meollo de estas parábolas todos somos testigos de la fe y voceros del Evangelio. La semilla, la Palabra de Dios, suscita la fe en lo más íntimo de los creyentes, amén de ser un robustecedor de la misma. La semilla cae en corazones –terrenos- favorables y desfavorables, lo que ya nos indica un destacable detalle, que Dios se declara Padre de todos y de todos quiere la salvación y su felicidad. Su generosidad también se vierte en el insobornable respeto a la libertad de todos y cada uno de sus hijos, para recoger humo o el cien por cien gracias a la acogida de la Palabra que brinda una tierra –corazón- que acoge y escucha. Es una parábola que más allá de las explicaciones habituales nos recuerda que los corazones necrosados por la injusticia y el egoísmo no se abren a la escucha de la vida que siembra la Palabra. Por el contrario, los corazones de pan llevar, bien dispuestos aunque partan de cierta aridez, son garantía de fertilidad en el nombre del Señor, porque, al fin y al cabo, el reino de Dios es un misterio de fecundidad gracias a la Palabra de Dios recibida y vivida.Una tradición muy añeja nos ha fijado los nombres de los padres de María de Nazaret, Joaquín y Ana, quienes trabajaron el caldo de cultivo donde creció la sierva del Señor a la escucha de la Palabra del Señor.
¿Trabajamos en la comunidad que, a pesar de la deficiente calidad de nuestra tierra, la semilla es capaz de aportar calidad a nuestra vida creyente y a nuestra iglesia?
Fr. Jesús Duque O.P.