Evangelio y Comentrio de hoy Lunes 17 de Marzo 2014

Día litúrgico: Lunes II de Cuaresma




Texto del Evangelio (Lc 6,36-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá».

Comentario: Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret (Vic, Barcelona, España)

Dad y se os dará
Hoy, el Evangelio de Lucas nos proclama un mensaje más denso que breve, ¡y eso que es muy breve! Lo podemos reducir a dos puntos: un encuadramiento de misericordia y un contenido de justicia.

En primer lugar, un encuadramiento de misericordia. En efecto, la consigna de Jesús sobresale como una norma y resplandece como un ambiente. Norma absoluta: si nuestro Padre del cielo es misericordioso, nosotros, como hijos suyos, también lo hemos de ser. Y el Padre, ¡es tan misericordioso! El versículo anterior afirma: «(...) y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y con los malos» (Lc 6,35).

En segundo lugar, un contenido de justicia. En efecto, nos encontramos ante una especie de “ley del talión” en las antípodas de (inversa a) la rechazada por Jesús («Ojo por ojo, diente por diente»). Aquí, en cuatro momentos sucesivos, el divino Maestro nos alecciona, primero, con dos negaciones; después, con dos afirmaciones. Negaciones: «No juzguéis y no seréis juzgados»; «No condenéis y no seréis condenados». Afirmaciones: «Perdonad y seréis perdonados»; «Dad y se os dará».

Apliquémoslo concisamente a nuestra vida de cada día, deteniéndonos especialmente en la cuarta consigna, como hace Jesús. Hagamos un valiente y claro examen de conciencia: si en materia familiar, cultural, económica y política el Señor juzgara y condenara nuestro mundo como el mundo juzga y condena, ¿quién podría sostenerse ante el tribunal? (Al volver a casa y leer el periódico o al escuchar las noticias, pensamos sólo en el mundo de la política). Si el Señor nos perdonara como lo hacen ordinariamente los hombres, ¿cuántas personas e instituciones alcanzarían la plena reconciliación?

Pero la cuarta consigna merece una reflexión particular, ya que, en ella, la buena ley del talión que estamos considerando deviene de alguna manera superada. En efecto, si damos, ¿nos darán en la misma proporción? ¡No! Si damos, recibiremos —notémoslo bien— «una medida buena, apretada, remecida, rebosante» (Lc 6,38). Y es que es a la luz de esta bendita desproporción que somos exhortados a dar previamente. Preguntémonos: cuando doy, ¿doy bien, doy mirando lo mejor, doy con plenitud?


Oración
Oh Dios, santo y justo; Padre nuestro amoroso:
Tú nos ofreciste tu mano en amistad
y nos enviaste a tu Hijo Jesús
a caminar con nosotros
por el camino de la obediencia y la fidelidad.
Pero, oh Dios, con frecuencia rompemos esa amistad,
y actuamos como si no fuéramos tus hijos e hijas.
Mira el rictus de vergüenza en nuestros rostros;
perdónanos, pues contamos confiadamente contigo.
Acepta nuestra acción de gracias
ya que continúas aceptándonos como somos
y nos amas a pesar de nuestras debilidades y pecados.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.


Hermanos: Repetimos algunas palabras de Jesús, para recordarlas, y sobre todo para practicarlas, a lo largo de la jornada: “Sean misericordiosos como su Padre del cielo es misericordioso; perdonen y se les perdonará”. --- Para que sepamos llevarlo a la vida, y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo nos acompanen siempre
Feliz Lunes para todos!!!! 

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Martes de la Segunda semana de Cuaresma
“… haced lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar”. (Mt 23,1-12)
¡Qué bien conoce Jesús el corazón humano!
Hablamos muy bien.
Pero luego nuestras vidas contradicen lo que hablamos.

Tenemos la falsa idea de que:
Para ser buen jefe, hay que ser muy exigentes con los empleados.
Para ser buen padre, hay que ser muy exigentes con los hijos.
Para ser buen superior, hay que ser bien exigentes con los súbditos.
Para ser buen Obispo, hay que ser bien exigente con sus sacerdotes.
Para ser buen sacerdote, hay que ser bien exigente con los fieles.
Para ser buen confesor, hay que ser bien exigente con los penitentes.

Algo así como si la “exigencia e intransigencia” fuese un signo de valor y de autenticidad.
En primer lugar, la verdadera exigencia debe ser “con uno mismo”.
En segundo lugar, la intransigencia pone, más bien, al descubierto la dureza del corazón y la falta de comprensión y amabilidad para con los demás.

¿Que es preciso decir la verdad? Está claro.
Pero, la verdad sin la caridad deja de ser verdad.
¿Que es preciso exigir el cumplimiento del deber? Está claro.
Pero, que la exigencia nazca del testimonio de nuestra fidelidad.
¿Que es preciso exigir más a los otros?
Pero que sea nuestro amor su mayor exigencia.
Y que cuando exijamos a los demás, les ayudemos luego a caminar.
San Agustín lo resume muy bien en aquella oración: “Señor, pídeme lo que quieras, pero ayúdame luego a llevarlo a cabo”.

Exigir, sí, pero con mucho amor y con mucha alegría y hasta diría, con mucho humor.
No exijamos lo que luego nosotros no hacemos.
No exijamos para nosotros quedar bien ante los demás.
No exijamos si luego no dejamos ese bálsamo de paz, de respeto a la dignidad de aquel a quien exigimos.

Porque exigir a los demás no es para nosotros quedar bien y “ganarnos algo ante los de arriba.
La verdadera exigencia supone fe en las posibilidades de los demás.
La verdadera exigencia supone confianza en la persona de los demás.
La verdadera exigencia supone que esperamos más de los demás.
La verdadera exigencia supone que queremos que los demás no se contenten con ser menos cuando sabemos que pueden ser más.

Además, la exigencia no debe manifestar nuestra superioridad.
Al fin y al cabo todos estamos en el mismo camino.
Por eso, aquí no hay padres, porque todos somos hijos y hermanos.
Por eso, aquí no hay maestros, porque todos andamos buscando la verdad.
Por eso, aquí no hay jefes, porque todos estamos llamados a ser “servidores de todos”.
Por eso, aquí no hay autosuficientes, porque todos nos necesitamos a todos.

Pensamiento: Quien no manda y exige con bondad, crea resentimientos y no disponibilidades