Día litúrgico: Martes I de Cuaresma

»Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».
Comentario:
Rev. D.
Joaquim
FAINÉ i Miralpech
(Tarragona, España)
Al orar, no charléis mucho (...) porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis
Hoy,
Jesús —que es el Hijo de Dios— me enseña a comportarme como un hijo de
Dios. Un primer aspecto es el de la confianza cuando hablo con Él. Pero
el Señor nos advierte: «No charléis mucho» (Mt 6,7). Y es que los hijos,
cuando hablan con sus padres, no lo hacen con razonamientos
complicados, ni diciendo muchas palabras, sino que con sencillez piden
todo aquello que necesitan. Siempre tengo la confianza de ser escuchado
porque Dios —que es Padre— me ama y me escucha. De hecho, orar no es
informar a Dios, sino pedirle todo lo que necesito, ya que «vuestro
Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo» (Mt 6,8). No seré buen
cristiano si no hago oración, como no puede ser buen hijo quien no habla
habitualmente con sus padres.El Padrenuestro es la oración que Jesús mismo nos ha enseñado, y es un resumen de la vida cristiana. Cada vez que rezo al Padre nuestro me dejo llevar de su mano y le pido aquello que necesito cada día para llegar a ser mejor hijo de Dios. Necesito no solamente el pan material, sino —sobre todo— el Pan del Cielo. «Pidamos que nunca nos falte el Pan de la Eucaristía». También aprender a perdonar y ser perdonados: «Para poder recibir el perdón que Dios nos ofrece, dirijámonos al Padre que nos ama», dicen las fórmulas introductorias al Padrenuestro de la Misa.
Durante la Cuaresma, la Iglesia me pide profundizar en la oración. «La oración, el coloquio con Dios, es el bien más alto, porque constituye (...) una unión con Él» (San Juan Crisóstomo). Señor, necesito aprender a rezar y a sacar consecuencias concretas para mi vida. Sobre todo, para vivir la virtud de la caridad: la oración me da fuerzas para vivirla cada día mejor. Por esto, pido diariamente que me ayude a disculpar tanto las pequeñas molestias de los otros, como perdonar las palabras y actitudes ofensivas y, sobre todo, a no tener rencores, y así podré decirle sinceramente que perdono de todo corazón a mis deudores. Lo podré conseguir porque me ayudará en todo momento la Madre de Dios.
Oración
Señor Dios nuestro:
Tú nos proclamas tu poderosa palabra
para nuestro bien,
pero no podemos decir que de verdad la oímos,
si no sacude nuestras vidas
y es proclamada en clave humana.
Sigue tú, Señor, hablándonos con tu palabra,
y abre nuestros corazones a ella,
para que produzca fruto en nosotros
cuando hacemos tu voluntad
y llevamos a cabo
aquello para lo que hemos sido enviados.
Te lo pedimos por medio de la Palabra Viviente,
el Verbo Encarnado,
tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
Hermanos: La palabra de Dios tiene que tomar forma visible en nuestras vidas. Lo que hemos escuchado, tenemos que vivirlo. El Hijo de Dios tiene que hacerse visible y hablar a través de todo lo que somos, decimos y hacemos.Para ello, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo nos bendiga siempre.
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No seamos charlatanes

“Vosotros orad así: “Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tención, sino líbranos del Maligno”. (Mt 6,7-15)
Jesús es la Palabra que Dios dice a los hombres.
La oración es la palabra que los hombres dicen a Dios.
Dios nos dijo una sola Palabra: SU HIJO.
Nosotros nos empeñamos en decirle un montón de palabras
A Dios le basta una palabra en la que nos lo dice todo: el HIJO.
A nosotros nos debiera bastar también una palabra para decirle todo: PADRE.
Hablar mucho puede que diga poco.
Hablar poco puede que diga mucho.
Mucho nos dice el Padre cuando nos llama “hijos”.
Todo se lo decimos a Dios cuando le llamamos “Padre”.
El primer consejo que nos da Jesús para orar es que no seamos “charlatanes”
Porque, con frecuencia dice más el silencio que las palabras.
Además, no es un memorial que le pasamos a Dios para que se acuerde de nosotros o para recordarle nuestras necesidades.
Porque “el Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis”.
La verdadera oración que brota de la fe no es un pliego de necesidades.
La verdadera oración es:
Una experiencia fe.
Una alabanza y reconocimiento de Dios Padre.
Una experiencia de la condición de hijos.
Además nuestra oración no comienza tanto por hacernos pedigüeños, sino por el contrario:
Es un ponernos nosotros en la vivencia de la glorificación del Padre.
Es un ponernos nosotros en la disponibilidad del Padre.
Es un aceptar los planes e intereses del Padre.
Es un ponernos en las mismas actitudes de su Hijo Jesús.
Incluso en lo que dice relación con nosotros está toda marcada por la misión del Padre en el Hijo:
El pan del Hijo es la voluntad del Padre.
El pan de los hijos es su palabra y el pan de su Eucaristía que no debiera faltarnos nunca.
La misión del Hijo es revelarnos el amor del Padre.
La misión de los hijos será también expresar el amor del Padre.
El amor que nos revela el Hijo es el perdón y la reconciliación.
El amor del padre que tenemos que manifestar cada día es “perdonar también nosotros lo mismo que él nos perdona”.
La misión del Hijo es vencer al enemigo del hombre, que cada día quiere desviarnos del camino del Padre.
La misión de nuestra oración será también pedirle que nos libre de enemigo.
La misión del Hijo es darnos fuerza para no sucumbir a las tentaciones del enemigo.
La misión de nuestra oración será siempre contar con esa fuerza de ser fieles al Padre superando nuestras tentaciones.
Es que orar, es ponernos en diálogo y comunicación de amigos.
Cuando Jesús hablaba entraba en esa experiencia de relación con el Padre, en comunión con los sentimientos y los deseos y planes o la voluntad del Padre.
Por eso mismo, cuando nos enseñó a orar, nos enseñó su propia oración.
Y nos incorporó a sus propias actitudes para con el Padre.
Pienso que antes de ponernos a orar:
Primero tendríamos que sintonizar con el Jesús orante, para asumir sus propias actitudes ante el Padre.
En segundo lugar, tendríamos que sintonizar con la experiencia que Jesús tiene de la misión que el Padre le ha encomendado.
En tercer lugar, orar como él oraba.
Alguien pudiera pensar ¿y dónde están mis propias necesidades?
El Padre ya “sabe lo que nos hace falta antes de que se lo pidamos”.
Acaso los papás no saben de sobra lo que necesitan sus hijos.
Además si logramos ponernos en la actitud y mentalidad del Padre nuestro, es posible que nuestras necesidades terminen siendo las mismas de Jesús y las nuestras desaparezcan.
Pensamiento: La mejor oración es aquella en la que no pides nada y agradeces y alabas mucho a Dios y te identificas con él.
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