Día litúrgico: Domingo I (A) de Cuaresma

Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo, y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: ‘A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna’». Jesús le dijo: «También está escrito: ‘No tentarás al Señor tu Dios’».
Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras». Dícele entonces Jesús: «Apártate, Satanás, porque está escrito: ‘Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a Él darás culto’». Entonces el diablo le deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían.
Comentario:
Mn.
Antoni
BALLESTER i Díaz
(Camarasa, Lleida, España)
Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado

La Cuaresma y el Evangelio de hoy nos enseñan que la vida es un camino que nos tiene que llevar al cielo. Pero, para poder ser merecedores de él, tenemos que ser probados por las tentaciones. «Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo» (Mt 4,1). Jesús quiso enseñarnos, al permitir ser tentado, cómo hemos de luchar y vencer en nuestras tentaciones: con la confianza en Dios y la oración, con la gracia divina y con la fortaleza.
Las tentaciones se pueden describir como los “enemigos del alma”. En concreto, se resumen y concretan en tres aspectos. En primer lugar, “el mundo”: «Di que estas piedras se conviertan en panes» (Mt 4,3). Supone vivir sólo para tener cosas.
En segundo lugar, “el demonio”: «Si postrándote me adoras (…)» (Mt 4,9). Se manifiesta en la ambición de poder.
Y, finalmente, “la carne”: «Tírate abajo» (Mt 4,6), lo cual significa poner la confianza en el cuerpo. Todo ello lo expresa mejor santo Tomas de Aquino diciendo que «la causa de las tentaciones son las causas de las concupiscencias: el deleite de la carne, el afán de gloria y la ambición de poder».
Oración
Oremos para que durante esta Cuaresma
nos convirtamos de verdad.
(Pausa)
Oh Dios y Padre nuestro:
En el desierto tu Hijo luchó durante cuarenta días
por las exigencias de su misión,
y venció todas las tentaciones.
En estos cuarenta días de Cuaresma
conviértenos, haz que nuestros corazones giren
a la paz de tu perdón, a la luz de tu amor
y de tu preocupación por los hombres.
Haz que encontremos la vida y la alegría que Jesús nos trae;
y disponnos a compartir con otros.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
Hermanos: Hemos mirado con admiración a Jesús
y hemos visto cómo sufrió las tentaciones
y cómo las venció.
Hemos mirado a Jesús, y en él reconocemos
lo más íntimo de nosotros mismos.
Él es el tipo de persona que nosotros,
cada uno a nuestra manera peculiar,
debemos intentar lograr.
Durante nuestros cuarenta días de Cuaresma
seguimos mirándole e intentamos asemejarnos a él.
Para ello, que la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo no acompañe siempre.
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El día que yo cambié
Domingo Primero de Cuaresma
La Cuaresma es un camino que quiere sacarnos de donde estamos para llevarnos a una meta de libertad y plenitud.
Es el recuerdo de un camino que partió de la esclavitud y, atravesando el desierto, llevó a una patria nueva y a una vida nueva.
Es el camino que, partiendo de nuestro desierto de luchas y tentaciones, nos lleva a la mañana de Pascua.
Más que tiempo de ayunos y abstinencias es un tiempo de decisiones:
Es tiempo de enfrentarnos con nosotros mismos.
Es tiempo donde es preciso definirnos entre “ser o no ser”.
Es tiempo donde es preciso definirnos entre “ser nosotros mismos” o “ser como todos”.
Es tiempo donde se da esa lucha, esa tentación entre aceptar el reto de vivir en nuestra verdad o seguir engañándonos, maquillados con falsas imágenes copiadas de los demás.
Es tiempo de tentación: la tentación de ser o no ser.
La tentación de ser o seguir siendo a medias.
Por eso es tiempo de decisión.
Donde decidimos, no sobre los demás, sino sobre nosotros mismos.
No es una batalla que se da fuera, sino en la mente y el corazón.
El punto de partida: lo que somos, donde estamos.
El camino: lucha por ser más, un horizonte nuevo.
La meta: una mañana de Pascua donde resucitemos como seres nuevos.
Me encantó lo que leí de Walt Disney, hablando de su propia experiencia y que pudiera ser la nuestra. Lo titula “El día que yo cambié”:
“Decidí no esperar las oportunidades sino salir a buscarlas.
Decidí ver cada problema como la oportunidad de encontrar una solución.
Decidí ver cada desierto como la oportunidad de encontrar un oasis.
Decidí ver cada noche como un misterio a resolver.
Y cada día como una nueva oportunidad de ser feliz.
Aquel día comencé a ser fuerte, feliz de verdad, gracioso.
Aquel día dejé de temer por cada vez que perdía.
Y sentí que para vencer no es necesario ganar.
Ví que dar lo mejor de mí me hacía feliz, así no fuera el primero, así no me coronaran o me aplaudieran.
Sentí nuevamente que el único rival soy yo mismo.
Me dejó de importar quien ganara o perdiera.
Ahora me importa simplemente sentirme mejor que ayer.
Aprendí que lo difícil no es llegar a la cima, sino jamás dejar de subir.
Pero también vi que a veces se cae, y que el único camino es levantarse y seguir.
Descubrí que el amor es más que un simple estado de enamoramiento, “el amor es una filosofía de vida”.
Aquel día dejé de ser un reflejo de mis escasos triunfos pasados y empecé a ser mi propia tenue luz de este presente; aprendí que de nada sirve ser luz si no vas a iluminar el camino de los demás.
Aquel día decidí cambiar tantas cosas…
Aquel día aprendí que los sueños son solamente para hacerse realidad.
Desde aquel día ya no duermo solo para descansar, ahora también duermo para soñar…” (Walt Disney)
La Cuaresma no es tiempo de penitencias.
Es tiempo de “penitencia”.
Es tiempo de cambio. Tempo de sueños.
Y cuando decidimos cambiar, todo cambia en nosotros y a nuestro alrededor.
Cambia nuestra manera de ver.
Cambia nuestra manera de vivir.
Cambia nuestra manera de estar.
¿Y por qué, entonces, seguimos teniendo miedo al cambio?
¿Por qué, entonces, seguimos teniendo miedo a abandonar nuestras esclavitudes?
El día que “yo decida cambiar”:
No solo cambiaré yo mismo.
Todo cambiará a mi alrededor.
También a nosotros “el Espíritu nos empuja al desierto”.
También nosotros vivimos en medio de esas fieras de nuestros miedos.
También nosotros vivimos en medio de esas luchas internas.
Pero no estamos solos.
Jesús lucha en nosotros y con nosotros.
Por eso, el final del camino ya no será desierto, sino jardín de la Pascua.
Allí nos esperamos encontrar todos.
Allí nos esperan las flores de la primavera de la nueva vida.
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