Santo Evangelio Febrero 3, 2014
Curación de un poseído
Marcos 5, 1-20.
Tiempo Ordinario.
Creemos en Él siempre y cuando no eche por el precipicio "nuestros intereses".
Del santo Evangelio según san Marcos 5, 1-20
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la región de los gerasenos. Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas, pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle. Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante él y gritó con gran voz: ¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes. Es que Él le había dicho: Espíritu inmundo, sal de este hombre. Y le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? Le contesta: Mi nombre es Legión, porque somos muchos. Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región. Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte; y le suplicaron: Envíanos a los puercos para que entremos en ellos. Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y la piara - unos 2000 - se arrojó al mar de lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar. Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido. Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor. Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos. Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término. Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía estar con Él. Pero no se lo concedió, sino que le dijo: Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti. Él se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados.
Oración introductoria
Padre Santo, ten misericordia de mí. Tú conoces mi miseria y sabes cuánto necesito de tu gracia para poder seguir tu mandato del amor. Concédeme que este momento de oración aumente mi fe, esperanza y caridad.
Petición
Señor, dame la gracia de la confianza para crecer en la esperanza.
Meditación del Papa Francisco
La luz de Jesús podemos conocerla porque es una luz humilde, no es una luz que se impone: es humilde. Además es una luz que te ofrece la Cruz. Si nosotros en nuestra luz interior somos hombres mansos, escuchamos la voz de Jesús en el corazón y miramos sin miedo la Cruz: esa es la luz de Jesús. Siempre donde está Jesús hay humildad, mansedumbre, amor y Cruz. Debemos, por tanto, ir detrás de Él "sin miedo", seguir su luz porque la luz de Jesús "es bella y hace bien". Jesús no necesita un ejército para expulsar los demonios, no necesita de la soberbia, no necesita de la fuerza, del orgullo. ¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen. Esta es una palabra humilde, mansa, con mucho amor; es una palabra que nos acompaña en los momentos de Cruz. Pidamos al Señor que nos dé hoy la gracia de su Luz y nos enseñe a distinguir cuándo la luz es de Él y cuándo es una luz artificial, hecha por el enemigo, para engañarnos. (S.S. Francisco, 3 de septiembre de 2013, homilía en misa matutina en capilla de Santa Marta).
Reflexión
¿Nuestra vida es un tormento por ver a Jesús, como la de este endemoniado? ¿Es un tormento que nos ciega al pecado y hace herir constantemente nuestra alma? ¿Ya nadie es capaz de soportarnos, ni siquiera nosotros mismos, sino sólo Cristo que nos visita?
Cristo se dirigió a la región de Gerasa explícitamente para salvar al endemoniado, aunque el endemoniado no lo sabía y una vez que lo supo no lo aceptó. El mismo poseído es quien se arroja a sus pies para pedirle que se aleje de él, para pedirle que no lo atormente. La presencia de Cristo nos perturba cuando nuestro pecado nos mantiene alejados de Él. Y podría ser que también nosotros nos arrojemos a sus pies para pedirle que se vaya, en lugar de pedirle nuestra curación. Parecería que es una visita casual, por pura coincidencia, lo que para Él es la salvación de nuestra alma. Pero ya lo dice Cristo "No son los sanos los que necesitan de curación, sino los enfermos".
Por otro lado, ¿cuántas veces optamos por el valor material de las cosas que tener a Cristo entre nosotros? Preferimos la cantidad de nuestras posesiones al bien y salvación de un alma. Porque, ¿qué son 2000 cerdos comparados con la gracia de ser curado por Cristo? Los habitantes de la región de Gerasa escuchaban atentos el milagro y se alegraban con el desposeído, pero sus corazones se cerraron al escuchar la pérdida de los cerdos por el precipicio. Creemos en Jesús pero hasta la multiplicación de los panes, no hasta la cruz. Creemos en Él siempre y cuando no eche por el precipicio a "nuestros cerdos".
Propósito
Confiemos plenamente en Jesús. No importa si para ello necesita de nuestros bienes, pues ¿de qué nos sirve ganar todo el mundo si al final perdemos nuestra alma?
Diálogo con Cristo
Gracias, Señor, por buscarme constantemente y mostrarme tu infinita misericordia, a pesar de mi debilidad, de mi infidelidad. Aumenta mi caridad para que viva atento a las múltiples oportunidades que me das para colaborar con tu gracia y crecer en el amor. Que sepa tomar cada encuentro con los otros como una oportunidad para dar testimonio de Jesucristo.
=
https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica
Lunes de la Cuarta Semana del Tiempo Ordinario
“Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca. Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzaron acantilado abajo y se ahogo en el en el lago. La gente fue a ver lo que había pasado. Se acocaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Se quedaron espantados. Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país”. (Mc 5,1-20)
La vida tiene cosas curiosas.
Y los hombres somos desconcertantes.
Un hombre que sufre de malos espíritus no preocupa demasiado.
Pero unos cerdos que se ahogan en el Lago, esos sí son importantes.
Ya está bien que los cerdos sean más importantes que las personas.
Que un hombre esté poseído y haya perdido el juicio, carece de interés.
Pero que unos cerdos se ahoguen eso sí es una tragedia.
Siempre las cosas terminan por ser más importantes que las personas.
Es más importante tener la casa en orden que el que los niños puedan jugar.
Es más importante el orden en casa que la vida de casa.
En una ocasión me vino una pareja. Tenían un tremendo lío.
El era un desordenado. Y ella era esclava del orden.
Se pasaban el día discutiendo.
Al fin como no lograba convencerles les dije: “Miren, no conozco lugar donde todo esté tan ordenado como el cementerio. Allí cada uno ocupa su nicho y no estorba a nadie. Pero, claro, en el cementerio no hay vida”. Me miraron con caras raras y se fueron.
La verdad es que no sé si los convencí.
Es más importante el trabajo que la familia.
Es más importante sacar horas extras que estar con los hijos.
Es más importante el dinero que las personas.
Es más importante la belleza de la casa que la belleza de la familia.
Es más importante la belleza de una boda que el sacramento que reciben.
Es más importante el vestido y la fiesta de Primera Comunión que la Comunión misma.
Es más importante que los Bancos estén seguros, que el que se mueran de hambres los pobres.
Es más importante la macroeconomía, que la microeconomía de la que viven los pobres.
Para estos gerasenos los cerdos eran más importantes que el hombre que sufre.
Para estos gerasenos los cerdos eran más importantes que el mismo Jesús.
Llegan a tal punto que terminan “rogándole que se marchase de aquel país”.
Con Jesús sanando enfermos corrían el riesgo de quedarse sin cerdos.
Que hubiese enfermos eso que cada cual se las vea, aunque tenga que vivir en los cementerios.
Pero quedarse sin cerdos es toda una tragedia.
En su pueblo quisieron desbarrancarlo monte abajo.
En Gerasa no son tan brutos, pero delicadamente le piden que se “marche del país”.
Su presencia resulta no liberadora sino peligrosa.
Su presencia en su pueblo es un estorbo porque se niegan a aceptarle como profeta.
Su presencia en Gerasa es un peligro para los cerdos.
Es posible que todo esto a nosotros nos cause hasta risa.
Es posible que todo esto a nosotros nos parezca ridículo.
Pero, si reflexionamos bien, sin ser de su pueblo y sin ser gerasenos, tenemos mucho de parecido con todos ellos.
Lo que sucede es que las cosas se ven mejor cuando las hacen otros.
Lo difícil es cuando las hacemos nosotros.
Nosotros no le pedimos que se “marche” y nos deje tranquilos.
Pero sutilmente le marginamos de nuestras vidas, porque también nos estorba.
Otras veces no le dejamos en paz hasta que nos devuelve la salud.
Pero, una vez que nos sentimos curados, volvemos a olvidarnos de él.
Tenemos una idea del “Dios bombero” que solo sirve para apagar incendios.
Porque luego ¿quién se acuerdo de los bomberos?
Mientras tanto, el enfermo curado se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él. “Y todos se admiraban”.
Señor: es cierto que tu presencia, muchas veces nos complica la vida. Pero prefiero que nos compliques la vida a que nos dejes por imposibles. Echa al lago todos los malos espíritus que llevamos dentro, pero a nosotros sánanos.
juanjauregui.es
Curación de un poseído
Marcos 5, 1-20.
Tiempo Ordinario.
Creemos en Él siempre y cuando no eche por el precipicio "nuestros intereses".
Del santo Evangelio según san Marcos 5, 1-20
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la región de los gerasenos. Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas, pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle. Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante él y gritó con gran voz: ¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes. Es que Él le había dicho: Espíritu inmundo, sal de este hombre. Y le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? Le contesta: Mi nombre es Legión, porque somos muchos. Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región. Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte; y le suplicaron: Envíanos a los puercos para que entremos en ellos. Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y la piara - unos 2000 - se arrojó al mar de lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar. Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido. Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor. Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos. Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término. Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía estar con Él. Pero no se lo concedió, sino que le dijo: Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti. Él se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados.
Oración introductoria
Padre Santo, ten misericordia de mí. Tú conoces mi miseria y sabes cuánto necesito de tu gracia para poder seguir tu mandato del amor. Concédeme que este momento de oración aumente mi fe, esperanza y caridad.
Petición
Señor, dame la gracia de la confianza para crecer en la esperanza.
Meditación del Papa Francisco
La luz de Jesús podemos conocerla porque es una luz humilde, no es una luz que se impone: es humilde. Además es una luz que te ofrece la Cruz. Si nosotros en nuestra luz interior somos hombres mansos, escuchamos la voz de Jesús en el corazón y miramos sin miedo la Cruz: esa es la luz de Jesús. Siempre donde está Jesús hay humildad, mansedumbre, amor y Cruz. Debemos, por tanto, ir detrás de Él "sin miedo", seguir su luz porque la luz de Jesús "es bella y hace bien". Jesús no necesita un ejército para expulsar los demonios, no necesita de la soberbia, no necesita de la fuerza, del orgullo. ¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen. Esta es una palabra humilde, mansa, con mucho amor; es una palabra que nos acompaña en los momentos de Cruz. Pidamos al Señor que nos dé hoy la gracia de su Luz y nos enseñe a distinguir cuándo la luz es de Él y cuándo es una luz artificial, hecha por el enemigo, para engañarnos. (S.S. Francisco, 3 de septiembre de 2013, homilía en misa matutina en capilla de Santa Marta).
Reflexión
¿Nuestra vida es un tormento por ver a Jesús, como la de este endemoniado? ¿Es un tormento que nos ciega al pecado y hace herir constantemente nuestra alma? ¿Ya nadie es capaz de soportarnos, ni siquiera nosotros mismos, sino sólo Cristo que nos visita?
Cristo se dirigió a la región de Gerasa explícitamente para salvar al endemoniado, aunque el endemoniado no lo sabía y una vez que lo supo no lo aceptó. El mismo poseído es quien se arroja a sus pies para pedirle que se aleje de él, para pedirle que no lo atormente. La presencia de Cristo nos perturba cuando nuestro pecado nos mantiene alejados de Él. Y podría ser que también nosotros nos arrojemos a sus pies para pedirle que se vaya, en lugar de pedirle nuestra curación. Parecería que es una visita casual, por pura coincidencia, lo que para Él es la salvación de nuestra alma. Pero ya lo dice Cristo "No son los sanos los que necesitan de curación, sino los enfermos".
Por otro lado, ¿cuántas veces optamos por el valor material de las cosas que tener a Cristo entre nosotros? Preferimos la cantidad de nuestras posesiones al bien y salvación de un alma. Porque, ¿qué son 2000 cerdos comparados con la gracia de ser curado por Cristo? Los habitantes de la región de Gerasa escuchaban atentos el milagro y se alegraban con el desposeído, pero sus corazones se cerraron al escuchar la pérdida de los cerdos por el precipicio. Creemos en Jesús pero hasta la multiplicación de los panes, no hasta la cruz. Creemos en Él siempre y cuando no eche por el precipicio a "nuestros cerdos".
Propósito
Confiemos plenamente en Jesús. No importa si para ello necesita de nuestros bienes, pues ¿de qué nos sirve ganar todo el mundo si al final perdemos nuestra alma?
Diálogo con Cristo
Gracias, Señor, por buscarme constantemente y mostrarme tu infinita misericordia, a pesar de mi debilidad, de mi infidelidad. Aumenta mi caridad para que viva atento a las múltiples oportunidades que me das para colaborar con tu gracia y crecer en el amor. Que sepa tomar cada encuentro con los otros como una oportunidad para dar testimonio de Jesucristo.
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https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica
Lunes de la Cuarta Semana del Tiempo Ordinario
“Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca. Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzaron acantilado abajo y se ahogo en el en el lago. La gente fue a ver lo que había pasado. Se acocaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Se quedaron espantados. Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país”. (Mc 5,1-20)
La vida tiene cosas curiosas.
Y los hombres somos desconcertantes.
Un hombre que sufre de malos espíritus no preocupa demasiado.
Pero unos cerdos que se ahogan en el Lago, esos sí son importantes.
Ya está bien que los cerdos sean más importantes que las personas.
Que un hombre esté poseído y haya perdido el juicio, carece de interés.
Pero que unos cerdos se ahoguen eso sí es una tragedia.
Siempre las cosas terminan por ser más importantes que las personas.
Es más importante tener la casa en orden que el que los niños puedan jugar.
Es más importante el orden en casa que la vida de casa.
En una ocasión me vino una pareja. Tenían un tremendo lío.
El era un desordenado. Y ella era esclava del orden.
Se pasaban el día discutiendo.
Al fin como no lograba convencerles les dije: “Miren, no conozco lugar donde todo esté tan ordenado como el cementerio. Allí cada uno ocupa su nicho y no estorba a nadie. Pero, claro, en el cementerio no hay vida”. Me miraron con caras raras y se fueron.
La verdad es que no sé si los convencí.
Es más importante el trabajo que la familia.
Es más importante sacar horas extras que estar con los hijos.
Es más importante el dinero que las personas.
Es más importante la belleza de la casa que la belleza de la familia.
Es más importante la belleza de una boda que el sacramento que reciben.
Es más importante el vestido y la fiesta de Primera Comunión que la Comunión misma.
Es más importante que los Bancos estén seguros, que el que se mueran de hambres los pobres.
Es más importante la macroeconomía, que la microeconomía de la que viven los pobres.
Para estos gerasenos los cerdos eran más importantes que el hombre que sufre.
Para estos gerasenos los cerdos eran más importantes que el mismo Jesús.
Llegan a tal punto que terminan “rogándole que se marchase de aquel país”.
Con Jesús sanando enfermos corrían el riesgo de quedarse sin cerdos.
Que hubiese enfermos eso que cada cual se las vea, aunque tenga que vivir en los cementerios.
Pero quedarse sin cerdos es toda una tragedia.
En su pueblo quisieron desbarrancarlo monte abajo.
En Gerasa no son tan brutos, pero delicadamente le piden que se “marche del país”.
Su presencia resulta no liberadora sino peligrosa.
Su presencia en su pueblo es un estorbo porque se niegan a aceptarle como profeta.
Su presencia en Gerasa es un peligro para los cerdos.
Es posible que todo esto a nosotros nos cause hasta risa.
Es posible que todo esto a nosotros nos parezca ridículo.
Pero, si reflexionamos bien, sin ser de su pueblo y sin ser gerasenos, tenemos mucho de parecido con todos ellos.
Lo que sucede es que las cosas se ven mejor cuando las hacen otros.
Lo difícil es cuando las hacemos nosotros.
Nosotros no le pedimos que se “marche” y nos deje tranquilos.
Pero sutilmente le marginamos de nuestras vidas, porque también nos estorba.
Otras veces no le dejamos en paz hasta que nos devuelve la salud.
Pero, una vez que nos sentimos curados, volvemos a olvidarnos de él.
Tenemos una idea del “Dios bombero” que solo sirve para apagar incendios.
Porque luego ¿quién se acuerdo de los bomberos?
Mientras tanto, el enfermo curado se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él. “Y todos se admiraban”.
Señor: es cierto que tu presencia, muchas veces nos complica la vida. Pero prefiero que nos compliques la vida a que nos dejes por imposibles. Echa al lago todos los malos espíritus que llevamos dentro, pero a nosotros sánanos.
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