Evangelio y Comentario de hoy Miercoles 09 de Octubre 2013

Día litúrgico: Miércoles XXVII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 11,1-4): Sucedió que, estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación».
Comentario
Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos
Hoy vemos cómo uno de los discípulos le dice a Jesús: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos» (Lc 11,1). La respuesta de Jesús: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación» (Lc 11,2-4), puede ser resumida con una frase: la correcta disposición para la oración cristiana es la disposición de un niño delante de su padre.
Vemos enseguida que la oración, según Jesús, es un trato del tipo “padre-hijo”. Es decir, es un asunto familiar basado en una relación de familiaridad y amor. La imagen de Dios como padre nos habla de una relación basada en el afecto y en la intimidad, y no de poder y autoridad.
Rezar como cristianos supone ponernos en una situación donde vemos a Dios como padre y le hablamos como sus hijos: «Me has escrito: ‘Orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?’. —¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: ¡tratarse!’» (San Josemaría).
Cuando los hijos hablan con sus padres se fijan en una cosa: transmitir en palabras y lenguaje corporal lo que sienten en el corazón. Llegamos a ser mejores mujeres y hombres de oración cuando nuestro trato con Dios se hace más íntimo, como el de un padre con su hijo. De eso nos dejó ejemplo Jesús mismo. Él es el camino.
Y, si acudes a la Virgen, maestra de oración, ¡qué fácil te será! De hecho, «la contemplación de Cristo tiene en María su modelo insuperable. El rostro del Hijo le pertenece de un modo especial (...). Nadie se ha dedicado con la asiduidad de María a la contemplación del rostro de Cristo» (Juan Pablo II).


Oración
Oh Dios: Tú eres tierno y compasivo,
tardo para la ira, rico en bondad y benevolencia,
y poco dispuesto al castigo.
Tú quieres que todos los hombres participen de tu amor.
Oh Dios, haz nuestro amor tan universal como el tuyo.
Haznos agradecidos por todo lo que tú nos has dado
por medio de tu Hijo Jesucristo,
para que el celo de una Iglesia misionera
ojalá pueda reunir a todos  en tu Reino,
y todos te llamen Padre,
por los siglos de los siglos.

Hermanos: Nos llamamos “católicos”, ¿no es verdad?  Es decir, gente “universal”,  por definición. ¿Cuánto y cómo nos preocupamos de los otros y de su eterna felicidad?  La gente, cercana o lejana, habría de ser siempre nuestra preocupación. Guardemos  a  todos  en  nuestra  mente  y  en  nuestro  corazón. bendiciones a todos y feliz dia.