Evangelio y Comentario de hoy Domingo 20 de Octubre 2013

Día litúrgico: Domingo XXIX (C) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 18,1-8): En aquel tiempo, Jesús les decía una parábola para inculcarles que es preciso orar siempre sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: ‘¡Hazme justicia contra mi adversario!’. Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme’».

Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?».
Comentario
Es preciso orar siempre sin desfallecer
Hoy, Jesús nos recuerda que «es preciso orar siempre sin desfallecer» (Lc 18,1). Enseña con sus obras y con las palabras. San Lucas se nos presenta como el evangelista de la oración de Jesús. Efectivamente, en algunas de las escenas de la vida del Señor, que los autores inspirados de la Escritura Santa nos transmiten, es únicamente Lucas quien nos lo muestra rezando.

En el Bautismo en el Jordán, en la elección de los Doce y en la Transfiguración. Cuando un discípulo le pidió «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11,1), de sus labios salió el Padrenuestro. Cuando anuncia las negaciones a Pedro: «Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca» (Lc 22,32). En la crucifixión: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). Cuando muere en la Cruz: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu», del Salmo 31. El Señor mismo es modelo de la oración de petición, especialmente en Getsemaní, según la descripción de todos los evangelistas.

—Puedo ir concretando cómo elevaré el corazón a Dios en las distintas actividades, porque no es lo mismo hacer un trabajo intelectual que manual; estar en la iglesia que en el campo de deportes o en casa; conducir por la ciudad que por la autopista; no es lo mismo la oración de petición que el agradecimiento; o la adoración que pedir perdón; de buena mañana que cuando llevamos todo el cansancio del día. San Josemaría Escrivá nos da una receta para la oración de petición: «Más consigue aquel que importuna más de cerca... Por tanto, acércate a Dios: esfuérzate por ser santo».

Santa María es modelo de oración, también de petición. En Caná de Galilea es capaz de avanzar la hora de Jesús, la hora de los milagros, con su petición, llena de amor por aquellos esposos y llena de confianza en su Hijo.

Oración
Oremos,  y pidamos el don de la perseverancia en la oración.
    (Pausa)
Señor Dios nuestro:
Sabemos que tú eres nuestro Padre amoroso,
que nos esperas y que estás atento a nosotros
en cada momento de nuestras vidas.
Dígnate, pues, aceptar nuestra oración
como un grito de confianza que surge derecho desde
la pobreza de nuestros corazones.
Si tú no atiendes nuestra súplica
cuando pedimos cosas perjudiciales,
concédenos lo que realmente necesitamos
y guarda viva nuestra confianza
de que tú eres bueno y nos amas
ya que tú eres nuestro Padre
en Jesucristo nuestro Señor.

Hermanos: Este Evangelio nos ha recordado fuertemente que una oración perseverante y confiada debe ser necesariamente una oración de sensibilidad y preocupación por los débiles y por los pobres, y que esa preocupación debe expresarse administrándoles justicia. Que el Señor nos dé esa fuerza y nos bendiga.
Que hoy domingo no se te olvide tener ese encuentro con Dios en la Santa Misa.
Feliz y bendecido domingo.



Domingo 29 del Tiempo Ordinario (C)
(Lc. 18, 1-8)
1. De jueces va la cosa
• La verdad que no es fácil ser juez. Porque juez significa honradez, imparcialidad, justicia, respeto, independencia. Y eso es hilar muy fino. Y para finuras, pocos.
• Por eso, al hablar de jueces, enseguida se nos cuela la sospecha, la duda, la incredulidad… Ellos saben por qué. Y nosotros también.
• Pues hoy Jesús les dedica en el Evangelio una breve y enjundiosa alusión. Habla de un juez que hacía oídos sordos a los reclamos de una pobre viuda (¿por qué será que a los pobres casi nunca se les hace caso? Qué raro, verdad…?)
• Al final la atiende, pero no por amor a la justicia, sino para sacársela de encima. ¡Era tan “cargante” e inoportuna la señora!
2. La terquedad siempre gana
• Ser terco es una manera de taladrar la roca. Nada se resiste a una actitud empeñosa. Gota a gota, pasito a pasito, consigue lo que se ha propuesto. He ahí el secreto de la persistencia de una fe inquebrantable.
• “¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche? ¿Los hará esperar?” Lo que pasa es que para Dios no hay tiempo. Cualquier momento es la hora de Dios. Y esto a veces nos choca porque intentamos meter a Dios en nuestros relojes y calendarios. Y eso no funciona. Por eso nos rebelamos y hasta “perdemos” la fe y miramos hacia el otro lado cuando vemos que “no nos hace caso” en el momento deseado.
• Preguntemos a Santa Mónica qué sintió durante treinta años pidiendo la conversión de su hijo… Lo que para Mónica fueron seis lustros de oración y lágrimas, para Dios fue la hora justa. Ni más ni menos. Y actuó. ¡Vaya si actuó! Que lo diga el gran San Agustín, lumbrera de la Iglesia del siglo IV!
3. ¿Creer en mundo incrédulo?
• Encontrarse con una persona de fe hasta te da envidia, sana envidia por supuesto. Porque tiene a donde agarrarse, de quien fiarse, con quien compartir sus luchas y zozobras…
• Si esa fe se refiere a Cristo ¡qué felicidad! Aún en los momentos más asfixiantes, hay aire suficiente para seguir respirando. Aunque los vientos soplen y la tormenta amenace, siempre hay un refugio donde guarecerse y vislumbrar la calma…
• Así es la fe en Dios: no un sentimiento pasajero sino una certeza permanente, no un subterfugio de almas débiles sino un arma poderosa para ganar batallas, no una droga para adormecer conciencias sino aguijón para espolear voluntades.
• Es posible creer en medio de la increencia. El reto está ahí. Significa remar contra corriente. Es mantener la lámpara encendida cuando la mayoría te la quiere apagar. Es definirse por los valores absolutos cuando el relativismo llama a tu puerta.
• Es posible creer y esperar. Si no lo fuera, miles de creyentes habrían tirado ya la toalla. Y no es así. Hay “algo” y “alguien” que les jala, les entusiasma y es la razón de su vivir: la Buena Nueva de Jesús de Nazaret.

ORACIÓN
¡Cuántas veces, Jesús, te he tachado de tardón, de sordo, de indiferente, de…! Y todo porque no te plegaste a mi horario. Yo venga marcándote la hora precisa, el momento justo, y tú dando largas a mis asuntos y oraciones, como si no fuera contigo la cosa…
Y eso no es lo peor. Hasta me atreví a criticarte y restarte credibilidad delante de mis hermanos. O sea que el malo eras tú y yo el bueno, el fervoroso… ¡Tanta oración para nada! ¡Tantos “padrenuestros” y tú con la oreja en otra parte! Menos mal que no todos me daban la razón. Hubo alguno que se atrevió a decirme que quién soy yo para marcarle las horas a Dios.
Fue entonces cuando recordé que “tus planes no son mis planes”. Y aquello del tan manoseado “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. Tan manoseado y repetido que ni cuenta me doy de lo que digo… Así es mi oración. Pienso que con mascullar palabras lo arreglo todo. Y tú no te fijas en los labios sino en el corazón. Ahí está mi error. ¿Cuándo aprenderé?
La pobre viuda del Evangelio –quizás analfabeta—estaba convencida de que lo que pedía al juez era justo. Y eso era suficiente. El juez, sin embargo, no la tomaba en consideración. No había “tela” de por medio. Al fin, aunque de mala gana, accedió.
Yo sé que tú, Jesús, te haces tardar a veces. No porque no me escuches o no te interesa mi caso. Sencillamente porque tú siempre escoges el momento más oportuno. Yo veo un metro cuadrado. Tú abarcas todo el campo. Tienes una perspectiva total. Yo veo sólo lo que me interesa a mí. Y eso puede conducir a error por mi parte. Me pueden fallar los cálculos. Como tantas veces…
Hay muchos que se “retiran”. Dicen que no vale la pena un “dios” desinteresado de sus criaturas y del mundo, un dios lejano e indiferente, un dios que sólo existe en la mente de gente débil y ociosa… ¿A Misa? ¡Para qué! ¿Oración personal y familiar? ¡Anda ya! Y disculpa si te pongo con minúscula. Es que ese dios no existe. El Dios en quien yo quiero creer es otro, con mayúscula, el que me presentas tú en el Evangelio, el Dios amigo, perdonador, confidente, cercano, en el que yo puedo fiarme a pesar de que no se acomode a mi ritmo y a mis conveniencias.
Yo no voy a “retirarme”, Jesús. Seguiré caminando contigo, abriendo trochas y sudando caminos, dejando a tu criterio la hora y el momento de venir en mi ayuda y socorrerme en mis necesidades. Al fin y al cabo, mi vida es una ofrenda. Y como tal, te pertenece a ti. Haz de mí lo que quieras. Te entrego mis relojes y calendarios para que seas tú quien disponga de mi tiempo y puedas “hacer justicia” a mi trayectoria. AMEN.
juanjauregui.es