Evangelio y Comentario de hoy 29 de Octubre 2013

Día litúrgico: Martes XXX del tiempo Ordinario
Texto del Evangelio (Lc 13,18-21): En aquel tiempo, Jesús decía: «¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas». Dijo también: «¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo».
Comentario
¿A qué es semejante el Reino de Dios?
Hoy, los textos de la liturgia, mediante dos parábolas, ponen ante nuestros ojos una de las características propias del Reino de Dios: es algo que crece lentamente —como un grano de mostaza— pero que llega a hacerse grande hasta el punto de ofrecer cobijo a las aves del cielo. Así lo manifestaba Tertuliano: «¡Somos de ayer y lo llenamos todo!». Con esta parábola, Nuestro Señor exhorta a la paciencia, a la fortaleza y a la esperanza. Estas virtudes son particularmente necesarias a quienes se dedican a la propagación del Reino de Dios. Es necesario saber esperar a que la semilla sembrada, con la gracia de Dios y con la cooperación humana, vaya creciendo, ahondando sus raíces en la buena tierra y elevándose poco a poco hasta convertirse en árbol. Hace falta, en primer lugar, tener fe en la virtualidad —fecundidad— contenida en la semilla del Reino de Dios. Esa semilla es la Palabra; es también la Eucaristía, que se siembra en nosotros mediante la comunión. Nuestro Señor Jesucristo se comparó a sí mismo con el «grano de trigo [que cuando] cae en tierra y muere (...) da mucho fruto» (Jn 12,24).

El Reino de Dios, prosigue Nuestro Señor, es semejante «a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo» (Lc 13,21). También aquí se habla de la capacidad que tiene la levadura de hacer fermentar toda la masa. Así sucede con “el resto de Israel” de que se habla en el Antiguo Testamento: el “resto” habrá de salvar y fermentar a todo el pueblo. Siguiendo con la parábola, sólo es necesario que el fermento esté dentro de la masa, que llegue al pueblo, que sea como la sal capaz de preservar de la corrupción y de dar buen sabor a todo el alimento (cf. Mt 5,13). También es necesario dar tiempo para que la levadura realice su labor.

Parábolas que animan a la paciencia y la segura esperanza; parábolas que se refieren al Reino de Dios y a la Iglesia, y que se aplican también al crecimiento de este mismo Reino en cada uno de nosotros.


Oración
Señor Dios nuestro:
Tú nos llamas a nosotros,
peregrinos con tu Hijo,
a salir de nuestras certezas
del presente conocido y familiar
hacia un futuro de esperanza y de alegría
aun cuando no lo vemos claro ahora.
No permitas que vivamos instalados
en nuestra propia mediocridad.
Que nuestro adiós al presente
no esté marcado por la tristeza.
Cólmanos de total confianza
en quien nos conduce hacia ti,
tu mismo Hijo, Jesucristo, nuestro Señor.

Hermanos: Pensemos en nuestra fe como pequeña semilla que debe crecer. La hemos recibido como don para que se desarrolle. Mientras crecemos en fe y también, así lo esperamos, en sabiduría, nuestra fe y nuestro amor a Dios y a los hermanos debería hacerse cada vez más ancho y más profundo. Pidámosle al Señor esta gracia.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, sobre nosotros y permanezca para siempre.
Muy pero Muy Feliz martes a todos !!

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Martes de la semana 30 del Tiempo Ordinario
“¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y lo siembra en su huerto, crece, se hace árbol y los pájaros anidan en sus ramas”. Y añadió: ¿A qué compararé el Reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de haría, hasta que todo fermenta”. (Lc 13,18-21)
Si ustedes le preguntasen a un teólogo sobre el Reino de Dios, estén seguros que le regalan el último libro que publicaron sobre el tema y terminan sin entender nada. ¡Y esos libros de teología y escritura son caros!
Si le preguntan al párroco, estoy seguro que les dará una homilía kilométrica y se quedan ustedes en la luna de Valencia.
En cambio Jesús:
O nos invita al campo y nos muestra al hombre sembrando la semilla de la mostaza que es chiquita y apenas si se la ve. Y luego les muestra unos arbustos y arbolitos con un nido de pájaros en una de sus ramas.
O si no, nos lleva a la casa de su madre el día que va hacer el pan y nos dice: “Fíjaos en mamá. Ahí tiene la masa en la artesa, pero ved cómo ahora toma una pizca de levadura y espera un rato a que toda la masa fermente. Ahora ya puede meter el pan en el horno”.
Así de simple y sencillo es Jesús.
Es que Jesús no habla para lucir su título en teología.
Jesús habla para que la gente entienda.
Y no habla de teorías o ideas que no entendemos.
Jesús habla desde la realidad de la vida, esa que vemos todos los días y todos entendemos.
Pero fíjaos en un detalle, que espero no lo paséis por alto.
Primero es un “hombre” sembrando semillas de mostaza.
Segundo es una “mujer” echando levadura a la masa.
Sí, porque el Reino de Dios no depende solo de los hombres.
También las mujeres están llamadas a fermentar de Evangelio la vida.
Los hombres siembran.
Las mujeres amasan.
Hacen cosas distintas, pero ambos construyen el Reino.
Ninguno de los dos tiene la exclusiva. Los dos son importantes.
¿Y qué nos dicen la mostaza y el fermento?
Nos revelan el misterio del Reino de Dios.
Dios siempre comienza por lo pequeño: un grano casi invisible de mostaza.
Dios siempre comienza por lo pequeño: una pizca de levadura.
Pero ambos nos hablan de que:
El Reino es una energía vital y transformadora.
El Reino es una sabia que trabaja callada y desde dentro.
El Reino de Dios no comienza ni crece por grandes estructuras.
El Reino de Dios no comienza ni crece con grandes leyes.
El Reino de Dios no comienza ni crece con grandes figuras.
El Reino de Dios no comienza ni crece con grandes manifestaciones.
El Reino de Dios no comienza ni crece con grandes organizaciones.
El Reino de Dios comienza por una semilla.
El Reino de Dios comienza por una pizquita de levadura.
Es lo pequeño que puede hacerse grande.
Es lo poco que puede transformar lo mucho.
Es lo pequeño que podemos hacer todos.
Es lo poco que podemos hacer todos.
¿Quién no puede sembrar una semilla de Evangelio?
¿Quién no puede aportar un poquito de levadura?
¿Quién no puede sembrar una semilla de vida?
Puede que hoy no puedas cambiar el mundo.
Pero hoy todos podemos estrecharnos las manos en amistad.
Puede que hoy no puedas dar de comer a todos los pobres.
Pero hoy todos podemos compartir nuestro pan.
Puede que hoy no puedas solucionar el problema de la tristeza de todos.
Pero hoy puedes regalar una sonrisa.
Puede que hoy no puedas solucionar el problema de la soledad de tantos ancianos.
Pero hoy sí puedes dedicar unos minutos al vecino que está solo.
Hoy todos podemos sembrar una semilla.
Hoy todos podemos echar una pizca de levadura
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