
Lunes de la semana 26 del Tiempo Ordinario
“Cogió a un niño, lo puso a su lado y les dijo: - El que acoge a este niño en mi nombre, me acoge a mí… El más pequeño entre vosotros es el más importante…” (Lc 9,46-50)
. Estaba yo un día comiendo en un restaurante y en la mesa de al lado había una familia: padres, abuelos y un niño de siete años. Los adultos conversaban animadamente de sus cosas y el niño jugaba con sus juguetes. El camarero tomó las órdenes de los mayores y le preguntó al niño: ¿y tú que tomarás? Éste respondió: un perrito caliente y una soda.
No, dijo la abuela. Tomará una pechuga con ensalada. Y un vaso de leche dijo el padre.
Antes de dejar la mesa el camarero se acercó al niño y le preguntó: ¿con ketchup o con mostaza?
Y el niño dirigiéndose a su padre le dijo: ¿Sabe una cosa? El camarero piensa que soy real, se preocupa de mí.
Aquí en la iglesia, todos somos importantes, porque Dios se preocupa de todos y cada uno de nosotros y especialmente de los niños. Nadie es ignorado. Y todos comemos el mismo menú: la palabra de Dios y el pan de vida.
Hoy tengo dos preguntas para vosotros. Dos preguntas que brotan del evangelio.
¿Por qué un niño como modelo?
¿Sabéis de algún niño que esté en el Hall de la Fama?
El mundo de los adultos es el mundo de la ambición, del dinero, de quién es el mejor, quién manda más, es el mejor jugador …
El mundo de los niños está lleno de cosas de niños, cosas pequeñas a las que no damos importancia.
Jesús, hoy, nos pone como ejemplo un niño. Jesús cuando quería dar una enseñanza contaba una parábola, un cuento, o pedía una moneda y hacía preguntas o hablaba de los pájaros que no siembran o de una higuera hermosa…
En esta ocasión, tomó un niño y lo puso en medio y les dijo a los apóstoles: si alguien quiere ser el número uno que se haga el último, el que recibe a un niño como éste en mi nombre a mí me recibe.
Los apóstoles habían discutido por el camino sobre quién era el jefe del grupo.
Los apóstoles físicamente estaban muy cerca de Jesús, pero espiritualmente estaban muy lejos. Le acompañaban con la maleta llena de ambiciones humanas. Le escuchaban, pero eran seducidos por las ambiciones del mundo. Preferían el chuletón a la comida de Jesús.
Y Jesús colocó en medio a un niño para enseñarles la lección del servicio.
Un niño no tiene prejuicios ni ambiciones ni estatus social ni puede pagar el bien que le hacen. Depende totalmente de los demás y ama sin condiciones. Y así es Dios, amor sin condiciones para todos.
Jesús fue el primero en poner como modelo un niño. Nosotros nos fijamos y tenemos como modelos a los triunfadores del deporte, la música, el cine…
Jesús nos propone como modelo a un niño porque todos tenemos que ser como niños y vivir como niños ante Dios nuestro Padre.
Jesús define la grandeza y la importancia de sus seguidores por su capacidad de servicio y de generosidad.
La medalla de oro de la Olimpíada cristiana no es para el mejor predicador sino para el mejor servidor, no es para el más sabio sino para el más humilde, no para el más fuerte sino para el más sacrificado, no es para el que más manda sino para el que más sirve.
Todo esto nosotros lo sabemos ya pero aún no lo hemos empezado a practicar. Queremos estar en el Hall de la fama, no en el del servicio.
¿Por qué un niño?
Porque no pinta nada y ama mucho, porque depende de todos y sabe maravillarse.
No matemos el niño que llevamos dentro, el hijo de Dios que quiere nacer cada día.
Adultos sí, pero niños e hijos de Dios siempre.
juanjauregui.es