EVANGELIO Y COMENTARIO DE HOY VIERNES 6 DE SEPTIEMBRE 2013

Día litúrgico: Viernes XXII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 5,33-39): En aquel tiempo, los fariseos y los maestros de la Ley dijeron a Jesús: «Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y recitan oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben». Jesús les dijo: «¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán en aquellos días».

Les dijo también una parábola: «Nadie rompe un vestido nuevo para echar un remiendo a uno viejo; de otro modo, desgarraría el nuevo, y al viejo no le iría el remiendo del nuevo. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino nuevo reventaría los pellejos, el vino se derramaría, y los pellejos se echarían a perder; sino que el vino nuevo debe echarse en pellejos nuevos. Nadie, después de beber el vino añejo, quiere del nuevo porque dice: ‘El añejo es el bueno’».
Comentario
¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el novio está con ellos?
Hoy, en nuestra reflexión sobre el Evangelio, vemos la trampa que hacen los fariseos y los maestros de la Ley, cuando tergiversan una cuestión importante: sencillamente, ellos contraponen el ayunar y rezar de los discípulos de Juan y de los fariseos al comer y beber de los discípulos de Jesús.

Jesucristo nos dice que en la vida hay un tiempo para ayunar y rezar, y que hay un tiempo de comer y beber. Eso es: la misma persona que reza y ayuna es la que come y bebe. Lo vemos en la vida cotidiana: contemplamos la alegría sencilla de una familia, quizá de nuestra propia familia. Y vemos que, en otro momento, la tribulación visita aquella familia. Los sujetos son los mismos, pero cada cosa a su tiempo: «¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Días vendrán...» (Lc 5,34).

Todo tiene su momento; bajo el cielo hay un tiempo para cada cosa: «Un tiempo de rasgar y un tiempo de coser» (Qo 3,7). Estas palabras dichas por un sabio del Antiguo Testamento, no precisamente de los más optimistas, casi coinciden con la sencilla parábola del vestido remendado. Y seguramente coinciden de alguna manera con nuestra propia experiencia. La equivocación es que en el tiempo de coser, rasguemos; y que durante el tiempo de rasgar, cosamos. Es entonces cuando nada sale bien.

Nosotros sabemos que como Jesucristo, por la pasión y muerte, llegaremos a la gloria de la Resurrección, y todo otro camino no es el camino de Dios. Precisamente, Simón Pedro es amonestado cuando quiere alejar al Señor del único camino: «¡Tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!» (Mt 16,23). Si podemos gozar de unos momentos de paz y de alegría, aprovechémoslos. Seguramente ya nos vendrán momentos de duro ayuno. La única diferencia es que, afortunadamente, siempre tendremos al novio con nosotros. Y es esto lo que no sabían los fariseos y, quizá por eso, en el Evangelio casi siempre se nos presentan como personas malhumoradas. Admirando la suave ironía del Señor que se trasluce en el Evangelio de hoy, sobre todo, procuremos no ser personas malhumoradas.

Hombres y mujeres para curar
Estamos en el siglo XXI, nos rodea una sociedad abierta y tolerante y nuestra Iglesia hace años que pasó por el filtro de la renovación del Concilio Vaticano II. Pero siguen persiguiéndonos viejos demonios que nos retienen en viejas normas, costumbres, ritos, o fórmulas. Cosas viejas que velan lo importante, lo esencial en la vida de los hombres.
Los de siempre, los escribas y fariseos, se escandalizan de los discípulos de Jesús; no siguen las leyes antiguas del ayuno y la oración. Jesús, una vez más, deja clara su postura; recurre a la alegoría del novio. Jesús es el novio, y el novio evoca banquete de bodas, y este banquete es para la fiesta, la amistad, el compartir gozosamente sentimientos felices. Como que es el banquete de la Nueva Alianza. Y Jesús lo adorna con bellas metáforas: si el vino es nuevo, ¿por qué odres viejos? Si el vestido es nuevo, ¿por qué viejos remiendos? Con la llegada de Jesús, todo es nuevo, y no podemos pegarlo con cosas caducas.
La vida contradice a ciertos escándalos y gratuitas afirmaciones. Dicen que los discípulos no oran, y son los que, inquietos, suplican a Jesús: “Enséñanos a orar”. Se proclama que no ayunan y son frívolos, y estuvieron prontos a beber el cáliz del Señor. Es que el Reino de Dios no es para tristes o espíritus angélicos. Los hombres y mujeres de este Reino son de carne y sangre, gozan de las cosas buenas que Dios creó. El Reino está prefigurado en un banquete de bodas donde se sientan los salvados por Jesucristo: Banquete presidido por Jesús; (solo su ausencia, el pecado, daría sentido a la tristeza). No queremos una ascesis porque sí, sino que abrazamos la cruz que brota del amor. Esto no son rebajas del seguimiento de Cristo. ¿Dónde está aquí el aburguesamiento del que hablan algunos?  Os invito a beber el vino nuevo, a la coherencia de hacer, también, nuevas las cosas. Es que somos criaturas nuevas por el Bautismo porque hemos bebido el vino nuevo del Espíritu Santo.

Conrado Bueno, cmf