Domingo 21º del Tiempo Ordinario
(C)
(Lc. 13, 22-30)
- Hay gente que se pavonea de ser “pata” del “cura”… y no digamos del Obispo. Otros, no tanto. Y otros, pues cuanto más lejos mejor. Lo que sí es cierto es que, como cualquier mortal, el sacerdote cuenta con amigos, sus incondicionales, sus adictos y con sus detractores.
- Lo malo del asunto (al menos yo lo veo así) es cuando se echa mano de esa “amistad” para sacarle provecho y sentirse “privilegiados” para sonsacar “exoneraciones” y fáciles componendas a la hora de la exigencia y la igualdad de trato que debe tener con todos.
- Los favoritismos han sido siempre un pozo inagotable de injusticias con toda la cadena de pequeñeces y mediocridades que esta actitud conlleva. Mucho mal se ha hecho en la Iglesia con esta clase de comportamientos. Y la misma pastoral parroquial se ha visto (y sigue siendo) agredida y vapuleada por ciertas posturas de “singularismos” por parte de Obispos, Cardenales y simples servidores del templo.
2. Un mensaje bíblico que nos viene al pelo
- Quienes se han visto privilegiados por ciertas “permisividades” eclesiales tienden a sentirse “más que los demás” y con derecho a exigir y amenazar… Y, por cierto, no son de los más asiduos y colaboradores activos de la Iglesia.
- Pero cuando, por cualquier razón, contactan con la parroquia, hacen sentir sus influencias y algún imaginario poder para manipular, presionar y salirse con la suya. Pero se olvidan de que la Palabra de Dios tiene reservada para ellos una de las frases más cortantes de la Biblia: “No sé quiénes son ustedes. ¡Aléjense de mí!” (Lc. 13,27)
- Cuando creían que sus “credenciales” iban a ser el salvoconducto para su salvación, se encuentran con que hay Alguien muy por encima de ese mafioso círculo de la hipocresía que les echa en cara su estúpida maniobra. “No les conozco”.
3. La puerta sigue siendo estrecha
- Estrecha e igual para todos. Al menos para los que quieren salvarse. “Muchos intentarán y no podrán” (Lc. 13,24). Y gritarán: “¡Pero si hemos sido amigos del Curita… nuestros hijos nos los bautizó el Obispo… nos casó el señor Cardenal…hemos trabajado en Obras de solidaridad en tu Iglesia… ¿no se acuerda? Y la voz, desde dentro, seguirá imperturbable: “No sé quiénes son ustedes”.
- ¿Cuál es la puerta estrecha?
La fidelidad,
igual trato para todos,
ausencia de corrupción
administrativa,
respeto a lo que no es tuyo,
dejarte modelar por Dios,
justicia y ausencia de favoritismos,
podar lo que impide tu crecimiento
espiritual,
aceptar una corrección, reconciliarte contigo
mismo,
no considerarte más que los demás…
- Todo eso… y mucho más puede ser para ti la “puerta estrecha”, esa vía por la que debes transitar haciendo gala de una libertad bien entendida y de una actitud humilde y positiva.
- Será entonces cuando serás reconocido, no por lo que aparentaste ser, sino por lo que en verdad has sido
Señor Jesús, ya ves lo que hay. No todo lo que reluce es trigo. En mi vida hay mucho de bueno, pero coexistiendo con tantas mediocridades que me asustan un poco. ¿Sabes por qué? Porque me siento incómodo con mis incoherencias. Por un lado, hay buena semilla, buen trigo, buenos sentimientos e ideas, pero por otro me encuentro con que me domina la ambición, el aprovecharme de las personas o circunstancias y hasta no dudo en adular a alguien para que me sea “útil” y “eficaz” en determinados momentos. Es decir, sé jugar muy bien a las cartas de mis conveniencias.
Pero vienes tú y me rompes la baraja: “No te conozco”. Y se resienten mis creencias. Estaba seguro de que creía en Dios, pero lo cierto es que creía en un Dios hecho a mi medida, un Dios “fácil” y contemporizador, al que se le podía engañar con alguna misa más o algún billete para pagar algún favor…
¡Menos mal que me estás sacando de esta tremenda hipocresía y me señalas el camino de la verdad! Una verdad que no tiene nada que ver con mis juegos y manejos ocultos, una verdad cristalina que no se avergüenza de reconocer la farsa en que he vivido… Tu Palabra es como el bisturí que raja y descubre el tumor maligno que me estaba envenenando… ¡Qué inconsciencia la mía!
Te digo que vivimos en una civilización que se siente muy incómoda con eso de la “puerta estrecha”. No le va. Le va mejor el “campo a través”, hacer lo que a cada uno le da la gana, sin cortapisas morales, sin leyes ni normas que frenen instintos y codicias… Impera mucho aquello de que “quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”… No es que le importe mucho el árbol, pero sí la “sombra”.
Y en ese ambiente espeso me toca vivir. Apenas se ve a tres metros. Es como una niebla pesada que me impide avanzar con cierta seguridad y claridad de ideas. Pareciera que todo se confabula para que yo también me deje salpicar. Pero tu Palabra me anima a salir a flote y poder disfrutar de los rayos solares que brillan sobre las nubes densas y pertinaces.
Para mí, Señor Jesús, será lo máximo el poder escuchar al fin de mi vida, no un frío “no te conozco”, sino una palabra de bienvenida ansiosa y fraterna: “Ven, siervo fiel y querido, has sido fiel en lo poco; ven a gozar de tu Señor”. Pero para eso tengo que dar un vuelco a mi vida y dejar de lado tantas actitudes y comportamientos indignos de un ser humano, y más si estoy bautizado y me considero miembro activo de tu Iglesia.
Ayúdame a recuperar mi identidad. No quiero ser hoja perdida llevada por el viento de lo aparente y superficial, sino alguien con nombre propio, coherente y honesto, responsable y libre de verdad.