Lecturas de hoy Domingo 9 de Septiembre 2012


Lectura del libro del profeta Isaías 35, 4-7a



Digan a los que están desalentados:
«¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos!»
Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; el páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales.

Palabra de Dios.

SALMO Sal 145, 7. 8-9a. 9b-10 (R.: 1)
R. ¡Alaba al Señor, alma mía!
 El Señor hace justicia a los oprimidos
 y da pan a los hambrientos.
 El Señor libera a los cautivos.  R.
 Abre los ojos de los ciegos
 y endereza a los que están encorvados.
 El Señor ama a los justos
 el Señor protege a los extranjeros.  R.
 Sustenta al huérfano y a la viuda;
 y entorpece el camino de los malvados.
 El Señor reina eternamente,
 reina tu Dios, Sión,
 a lo largo de las generaciones.  R.
Lectura de la carta del apóstol Santiago 2, 1-5
Hermanos, ustedes que creen en nuestro Señor Jesucristo glorificado, no hagan acepción de personas.
Supongamos que cuando están reunidos, entra un hombre con un anillo de oro y vestido elegantemente, y al mismo tiempo, entra otro pobremente vestido. Si ustedes se fijan en el que está muy bien vestido y le dicen: «Siéntate aquí, en el lugar de honor», y al pobre le dicen: «Quédate allí, de pie», o bien: «Siéntate a mis pies», ¿no están haciendo acaso distinciones entre ustedes y actuando como jueces malintencionados?
Escuchen, hermanos muy queridos: ¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que lo aman?
Palabra de Dios.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 7, 31-37
Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: «Efatá», que significa: «Abrete.» Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»
Palabra del Señor.