Evangelio y Reflexion de hoy 22 de Agosto 2012

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 20, 1-16
Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
«El Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: "Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo." Y ellos fueron.
Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: "¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?." Ellos les respondieron: "Nadie nos ha contratado." Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi viña."
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: "Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros."
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: "Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada."
El propietario respondió a uno de ellos: "Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?"
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos.»
Palabra del Señor.
   
Reflexión 
  
Nos puede sorprender esta parábola. Parece injusto que se dé lo mismo a todos, sin tomar en cuenta sus obras y sus sacrificios.
Bien es cierto que Jesús quiso sacarnos la idea que tengamos méritos que Dios debe premiar.
Pero también conviene mirar con más atención las enseñanzas de la parábola, pues Jesús establece una comparación, no entre varios trabajadores, sino entre diversos grupos de trabajadores. Cada grupo puede representar un pueblo, un país, o un continente y, mientras unos recibieron la Palabra de Dios hace muchos siglos, otros recién llegan a la fe.
A lo largo de la historia, Dios llama a los diversos pueblos a que vengan a trabajar a su viña.
Para empezar llamó a Abraham y le encargó, a él y a sus descendientes, su obra en el mundo.
Más tarde, en tiempo de Moisés, mucha gente se juntó a su grupo para salir de Egipto, y lo mismo sucedió en los siglos siguientes.
Los antiguos reivindican constantemente su derecho a ser tratados mejor que los demás, pero la viña no les ha sido encargada en forma exclusiva.
Después, con la venida de Cristo, el Evangelio fue llevado a otros pueblos, hasta entonces paganos. Entraron en la Iglesia y formaron la cristiandad. También ellos pensaron que el Reino de Dios y la Iglesia eran cosa suya.
Hasta nuestros días no han faltado las familias que se extrañan cuando la Iglesia critica sus privilegios y ya no les concede los primeros asientos en el templo. Dicen que la Iglesia los traiciona, porque siempre han pensado que la Iglesia era de su propiedad.
En la parábola todos somos puestos en un pie de igualdad y recibimos el mismo denario, la moneda de plata del sueldo diario. ¡Debemos alegrarnos por haber sido llamados a trabajar cuando estábamos desocupados!