Reflexion Domingo 29 de Julio del 2012



REFLEXION al Evangelio

Dicen los estudiosos de la Biblia que el gran milagro del que nos habla el evangelio de hoy consistió en que, cuando parecía que no había nada que comer, al organizar Jesús la comida, todos empezaron a compartir. Abrieron sus zurrones y empezó a aparecer pan, queso, nueces, higos, fruta, lo que llevaba cada uno. En esto, sobre todo, consistió el milagro: en el compartir; en pasar del “mío” a lo “nuestro”.
La Eucaristía tendría que ser para los que participamos en ella una invitación constante a crear fraternidad y a vivir compartiendo, aunque sea poco, aunque no sea más que los “cinco panes y los dos peces” que poseamos. La Eucaristía es una celebración que implica una nueva convivencia amistosa y fraternal...
Celebrar la Eucaristía sin voluntad de vivir en comunidad, sin voluntad de compartir, es una contradicción y una mentira... Y cuántas mentiras se dan en nuestras Iglesias...
La Eucaristía reclama compartir... hasta los bienes materiales... ¡Y cuánto nos cuesta!
A veces nos preocupamos de si el celebrante pronuncia o no las palabras prescritas en el ritual...De si el lector se equivocó en algo... Hacemos problema de si la comunión la da el sacerdote o la da un seglar...Y mientras tanto, no nos preocupa seguir participando en la Eucaristía, un domingo y otro... sin interrogarnos por mi vida fraterna... ¿Cómo me llevo con los demás: familia, vecinos, compañeros...? ¿cómo me llevo con muchos de los que domingo tras domingo comparten conmigo la Eucaristía? ¿Cómo me llevo con mis vecinos? ¿Perdono a quienes me han ofendido o a quienes en algún momento se han enfrentado conmigo?...
¿Qué aporto a la comunidad y al pueblo...? ¿crece mi interés por los que tienen necesidades: de dinero, de tiempo, de atención, de cariño, de cuidados?...
¿Me preocupa que mi asistencia a Misa tiene que ir acompañada por que en mí crezca la solidaridad hacia todos...?
¿O quizá sigo asistiendo a la Eucaristía todos los domingos... pero en mí nada cambia y nada crece...?
Cuando no hay fraternidad, sobra la Eucaristía.
El proyecto de Jesús es que los hombres vivamos como hermanos que celebran un banquete. Este banquete, empieza aquí con la Eucaristía.
Los cristianos estamos llamados a formar una comunidad en la que “tengamos un solo corazón y una sola alma”. ¡Qué felicidad vivir los hermanos unidos” (Sal 62) Pues esa felicidad la hemos de gustar cada vez que celebramos la Eucaristía. De la misma forma que los hermanos y los amigos celebran su amistad y su unión en una comida festiva...
¡Qué tristeza da oír hablar de la obligación de oír misa! ¡Qué alegría produce, en cambio, oír a los cristianos que confiesan: “Para mí la Eucaristía no es una obligación, sino una necesidad”. Ir a una fiesta por obligación no tiene ningún sentido.
¡Ojalá sepamos organizar y vivir la comida del Señor como una verdadera fiesta de amigos y hermanos! Así la pensó Jesús.