Lectura
del santo evangelio según
san Mateo (13,24-30):
En
aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: «El reino de los cielos
se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la
gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó.
Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña.
Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena
semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un
enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron: "¿Quieres que
vayamos a arrancarla?" Pero él les respondió: "No, que, al arrancar
la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la
siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: Arrancad primero la
cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi
granero.»
Palabra
del Señor
Meditación del Papa
Jesús
compara el Reino de los cielos con un campo de trigo para darnos a entender que
dentro de nosotros se ha sembrado algo pequeño y escondido, que sin embargo
tiene una fuerza vital que no puede suprimirse. A pesar de los obstáculos, la
semilla se desarrollará y el fruto madurará. Este fruto será bueno sólo si se
cultiva el terreno de la vida según la voluntad divina. Por eso, en la parábola
de la cizaña, Jesús advierte que, después de la siembra del dueño,
"mientras todos dormían", aparece "su enemigo", que siembra
la cizaña. Esto significa que tenemos que estar preparados para custodiar la
gracia recibida desde el día del bautismo, alimentando la fe en el Señor, que
impide que el mal eche raíces. San Agustín, comentando esta parábola, observa
que "primero muchos son cizaña y luego se convierten en grano bueno".
Y agrega: "si éstos, cuando son malos, no fueran tolerados con paciencia,
no lograrían el laudable cambio". Benedicto XVI, 17 de julio de 2011.
Reflexión
En
el mundo se ven siempre dos tipos de hombre, el bueno o el malo. El campo es la
tierra donde viven juntos los hombres buenos con los malos. Si vemos los campos
la forma del trigo es casi la misma que la forma de la cizaña, pero están tan
juntos que es peligroso arrancar una sin hacer daño a otra. La cizaña roba agua
y minerales de la tierra destinados al trigo.
Es
una parábola que se refiere nuestro mundo. Aquí las apariencias engañan.
Nosotros también somos tierra fértil donde se puede sembrar cizaña, viene el
enemigo cuando no lo esperamos, a veces sutilmente envuelto en medias verdades
o para nuestro bien aparente. Sin embargo, estos dos campos diferentes, el
mundo y nosotros mismos, están continuamente guardados por el Sembrador. Él
quita las yerbas que crecen en nuestra tierra, nos protege como plantas
débiles.
Pero
podemos dejar todo el trabajo a Él, como dice san Agustín el que te creó sin ti
no te salvará sin ti. Por eso debemos orar y velar para que no sembremos con
una mano trigo y con la otra cizaña. Debemos dar fruto de conversión para
escuchar estas palabras del sembrador: la podaré y pondré abono para que dé más
fruto.