LECTURAS DEL SÁBADO IX DEL T. ORDINARIO 10 DE JUNIO (VERDE)
Ésta, en su pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Hch 1, 14
Los discípulos perseveraban unánimes en la oración junto con María, la Madre de Jesús.
ORACIÓN COLECTA
Dios,
Padre de misericordia, cuyo Unigénito, clavado en la cruz, proclamó
como Madre nuestra a su propia Madre, María santísima, concédenos, por
su cooperación amorosa, que tu Iglesia, siendo cada día más fecunda, se
alegre por la santidad de sus hijos y atraiga a su seno a todas las
familias de los pueblos. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Den gracias al Señor. – Yo subo al cielo, a donde está Dios.
Cuando
terminaron los festejos de la boda de Tobías y Sara, Tobit llamó a su
hijo Tobías y le dijo: “Tenemos que pagarle lo debido al hombre que te
ha acompañado y darle una buena recompensa”. Tobías llamó a Rafael y le
dijo: “Recibe como recompensa la mitad de todo lo que hemos traído y
vete en paz”.
Entonces
Rafael se llevó a los dos aparte y les dijo: “Bendigan a Dios y
glorifíquenlo delante de todos los vivientes por los beneficios que les
ha hecho y canten himnos de alabanza a su nombre.
Proclamen
dignamente las obras del Señor y no sean negligentes en reconocerlas.
Es bueno guardar el secreto del rey, pero es todavía mejor proclamar y
celebrar las obras del Señor.
Hagan
el bien, y el mal no los alcanzará. Es buena la oración con el ayuno, y
la limosna con la justicia. Es mejor tener poco viviendo con rectitud,
que tener mucho haciendo el mal.
Es
mejor dar limosnas que acumular tesoros. La limosna libra de la muerte y
purifica de todo pecado. Quienes dan limosna tendrán larga vida; los
pecadores y los malvados son enemigos de sí mismos.
Voy
a decirles toda la verdad, sin ocultarles nada. Les acabo de decir que
es bueno guardar el secreto del rey y que es mejor todavía proclamar y
celebrar las obras del Señor. Sepan, pues, que cuando ustedes dos,
Tobías y Sara, oraban, yo ofrecía sus oraciones al Señor de la gloria,
como
un
memorial; y lo mismo hacía, cuando tú, Tobit, enterrabas a los muertos.
Y cuando te levantaste sin dudar y dejaste tu comida y fuiste a
sepultar a aquel muerto, precisamente entonces yo fui enviado para
ponerte a prueba. Dios me envió de nuevo a curarte a ti y a Sara, tu
nuera. Yo soy Rafael, uno de los siete santos ángeles que estamos
presentes ante el Señor de la gloria.
Así
pues, den gracias al Señor en la tierra y alaben a Dios. Por mi parte,
yo vuelvo junto a aquel que me ha enviado. Ustedes escriban todas las
cosas que les han sucedido”. Y desapareció.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
SALMO Tobías 13
R. Bendito sea Dios, que vive por los siglos.
Bendito
sea Dios, que vive por los siglos: él castiga y tiene compasión, hunde
hasta el abismo y saca de él y no hay quien escape de su mano. R.
Si
se convierten a él con todo el corazón y toda el alma y proceden
rectamente en su presencia, volverán a gozar de su mirada y nunca más
les volverá la espalda. R.
Miren lo que ha hecho por nosotros, denle gracias de todo corazón y bendigan al rey eterno con sus obras. R.
Yo
le doy gracias en mi país de destierro, pues anunció su grandeza a un
pueblo pecador. Conviértanse, pecadores, obren rectamente en su
presencia y esperen que tenga compasión de ustedes. R.
ACLAMACIÓN Mt 5, 3
R. Aleluya, aleluya.
Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. R.
Esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos.
Del santo Evangelio según san Marcos: 12, 38-44
En
aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y le decía: “¡Cuidado con
los escribas! Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir
reverencias en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas
y los primeros puestos en los banquetes; se echan sobre los bienes de
las viudas haciendo ostentación de largos rezos. Éstos recibirán un
castigo muy riguroso”.
En
una ocasión Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo,
mirando cómo la gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en
abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de
muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: “Yo
les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos.
Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su
pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe,
Señor, nuestras ofrendas y conviértelas en sacramento de salvación, por
cuya eficacia y por la intervención amorosa de la santísima Virgen
María, Madre de la Iglesia, nos llenemos de santo fervor y merezcamos
quedar más íntimamente asociados, con ella, a la obra de la redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio de Santa María Virgen.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Jn 2, 1. 11
Hubo
unas bodas en Caná de Galilea a las que asistió María, la Madre de
Jesús. En esa ocasión, Jesús dio principio a sus milagros, manifestó su
poder y sus discípulos creyeron en Él.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
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Jesús es un gran observador y nada se le escapa. No es que Dios nos esté mirando como Jesús observaba aquel día en el templo. No es un fiscalizador. Simplemente nos conoce y sabe de nuestras dificultades y de lo que bulle en nuestro corazón. Lo sabe porque nos ama y se preocupa de nosotros.
El Evangelio de hoy no necesita de grandes explicaciones. Se comprende perfectamente lo que nos quiere decir con esas dos estampas que ve Jesús: la de los fariseos y la de la viuda. No se trata de la cantidad, ni de hacer mucho ruido. Lo importante es darse a uno mismo, y cuánto de mí pongo en lo que doy, en lo que hago.
La viuda echa de lo que necesita para vivir, sin esperar nada a cambio. Los escribas y fariseos echan de lo que les sobra, probablemente esperando el aplauso y la consideración de los demás. “Haz el bien, y no mires a quién”, dice el refrán popular. Es mejor dar limosna que atesorar, hemos escuchado en la primera lectura. Lo importante es “atesorar tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni nada puede echarlos a perder…”.
Pidamos hoy la gracia de descubrirnos honestos y transparentes ante Dios al preguntarnos cuánto de nosotros estamos poniendo en el altar de la vida. Como hemos leído en la primera lectura del libro de Tobías, la mejor recompensa, sin duda, es saber que “dando es como nos saciaremos de vida”. Solo se encuentra la alegría del Evangelio cuando salimos, cuando nos damos y rompemos nuestra conciencia aislada. Lo contrario nos lleva a vivir con un corazón encorvado sobre uno mismo, es decir, al pecado, a la tristeza, al vacío. Al menos, eso es lo que yo experimento cuando vivo solo para mí, buscando el aplauso,olvidandome de los demas .
Ciudad Redonda