LECTURAS DEL MIÉRCOLES IX DEL T. ORDINARIO 7 DE JUNIO (VERDE)
Cuando resuciten de entre los muertos, ni los hombres tendrán mujer ni las mujeres marido.
ANTÍFONA DE ENTRADA Lc 12, 42
Éste es el siervo prudente y fiel, a quien el Señor puso al frente de su familia.
ORACIÓN COLECTA
Señor,
Dios, que en tu inefable providencia te dignaste elegir a san José como
esposo de la santísima Madre de tu Hijo, concédenos que merezcamos
tener como intercesor en el cielo a quien veneramos como protector en la
tierra. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
El Dios de la gloria escuchó las súplicas de Sara y de Tobit.
Del libro de Tobías: 3, 1-11. 16-17
En
aquellos días, Tobit, profundamente afligido, oró entre sollozos,
diciendo: "Señor, tú eres justo y tus obras también son justas. Siempre
procedes con misericordia y lealtad. Tú eres el juez del mundo.
Acuérdate de mí, Señor, y ten piedad de mí. No me castigues por mis
pecados, no tomes en cuenta mis faltas ni las de mis padres.
Porque
desobedecimos tus mandatos nos entregaste al saqueo, al destierro y a
la muerte; nos hiciste objeto de las murmuraciones, las burlas y el
desprecio de las naciones entre las cuales nos dispersaste. Señor, tu
castigo es verdaderamente justo, porque ni mis padres ni yo hemos
cumplido tus mandamientos ni hemos sido leales contigo. Haz de mí lo que
quieras, Señor: quítame la vida, hazme desaparecer y volver al polvo,
pues más me vale morir que vivir, porque me han llenado de insultos y
estoy hundido en la tristeza. Líbrame ya, Señor, de esta desgracia,
envíame al descanso eterno y no te alejes de mí. Pues más me vale morir
que vivir sufriendo tantas desgracias y escuchando tantos insultos".
Aquel
mismo día, Sara, la hija de Ragüel, que vivía en la ciudad de Ecbatana,
en la provincia de Media, tuvo que soportar los insultos de una esclava
de su padre, porque Sara se había casado siete veces y Asmodeo, el
malvado demonio, había matado a todos sus maridos, apenas se acercaban a
ella. Así pues, la esclava le dijo: "¡Tú eres la que estrangulas a tus
maridos! Te has casado con siete y no has disfrutado a ninguno. ¿Por qué
te desquitas con nosotras por la muerte de tus esposos? Vete a donde
están ellos y que nunca veamos ni un hijo ni una hija tuyos".
Sara
se entristeció tanto, que comenzó a llorar y subió al segundo piso de
su casa, con intención de ahorcarse. Pero reflexionó: "No lo haré, no
vaya a ser que la gente insulte a mi padre, diciéndole que su hija
única, tan querida, se ahorcó de dolor y sea yo así la causa de que mi
padre se muera de tristeza. Más vale que no me ahorque, sino que le pida
al Señor que me envíe la muerte, para que no tenga que escuchar ya
tantos insultos durante mi vida". Entonces levantó sus manos hacia el
cielo e invocó al Señor Dios.
En
aquel instante, el Dios de la gloria escuchó las súplicas de Sara y de
Tobit, y envió al ángel Rafael a curarlos: a Tobit, quitándole las
manchas blancas de los ojos, a fin de que pudiera ver la luz de Dios, y a
Sara, hija de Ragüel, librándola del malvado demonio Asmodeo, para
darla como esposa a Tobías, hijo de Tobit, pues Tobías tenía más derecho
a casarse con ella que todos los que la habían pretendido.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 24
R/. A ti, Señor, levanto mi alma.
A ti, Señor, levanto mi alma; mi Dios, en ti confío, no quede defraudada mi confianza ni se burlen de mí mis enemigos. R/.
Nadie
que haya confiado en ti ha quedado jamás decepcionado. Quienes a Dios
traicionan por los ídolos, ésos sí quedarán decepcionados. R/.
Descúbrenos,
Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de tu doctrina, tú eres
nuestro Dios y salvador y tenemos en ti nuestra esperanza. R/.
Acuérdate, Señor, que son eternos tu amor y tu ternura. Según ese amor y esa ternura, acuérdate de nosotros. R/.
Porque
el Señor es recto y bondadoso indica a los pecadores el sendero, guía
por la senda recta a los humildes y descubre a los pobres sus caminos.
R/.
ACLAMACIÓN (Jn 11, 25. 26)
R/. Aleluya, aleluya.
Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá. R/.
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.
Del santo Evangelio según san Marcos: 12, 18-27
En
aquel tiempo, fueron a ver a Jesús algunos de los saduceos, los cuales
afirman que los muertos no resucitan, y le dijeron: "Maestro, Moisés nos
dejó escrito que si un hombre muere dejando a su viuda sin hijos, que
la tome por mujer el hermano del que murió, para darle descendencia a su
hermano. Había una vez siete hermanos, el primero de los cuales se casó
y murió sin dejar hijos. El segundo se casó con la viuda y murió
también, sin dejar hijos; lo mismo el tercero. Los siete se casaron con
ella y ninguno de ellos dejó descendencia. Por último, después de todos,
murió también la mujer. El día de la resurrección, cuando resuciten de
entre los muertos, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque fue mujer de
los siete".
Jesús
les contestó: "Están en un error, porque no entienden las Escrituras ni
el poder de Dios. Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni los
hombres tendrán mujer ni las mujeres marido, sino que serán como los
ángeles del cielo. Y en cuanto al hecho de que los muertos resucitan,
¿acaso no han leído en el libro de Moisés aquel pasaje de la zarza, en
que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios
de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Están, pues, muy
equivocados".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Al
prepararnos a ofrecerte, Padre santo, este sacrificio de alabanza, te
suplicamos que para cumplir la misión que nos has confiado nos ayude la
intercesión de san José, a quien concediste cuidar en la tierra,
haciendo las veces de padre de tu Unigénito, Él, que vive y reina por
los siglos de los siglos.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Mt 25, 21
Alégrate, siervo bueno y fiel. Entra a compartir el gozo de tu Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica
Un día más –esta vez son los saduceos- aparece Jesús ante una pregunta un tanto capciosa que quiere desviar la atención del problema fundamental. Los saduceos quieren reducir la cuestión de la resurrección y de la fe en Dios a una mera cuestión de lógica humana. Dios, sin embargo, no puede ser “atrapado” en lógicas humanas, como este caso de la viuda que proponen los saduceos.
Jesús les dice que están equivocados. Muy equivocados. La lógica humana no alcanza a comprender la grandeza de este Dios que es Dios de vivos, no de muertos. Hablar de la resurrección y del horizonte de gloria al que nos encaminamos no es una cuestión de cálculos humanos o, si se quiere, mundanos. Ahí está, precisamente la clave correcta de comprensión: se trata de tomar conciencia de que no se puede creer en la resurrección –ni en Dios- si no somos capaces de confiar en un Dios que es mucho más grande y más poderoso de lo que somos capaces de comprender.
Cuando reconocemos nuestra pequeñez ante la inmensa grandeza de Dios, entonces, sólo entonces, nos hacemos capaces de aceptar que sólo Dios tiene poder y nos ponemos en el lugar correcto. Nuestra actitud solamente puede ser la de la confianza y la del asentimiento de su omnipotencia sobre nosotros. A la mente humana y a la razón se les hace difícil aceptar el discurso de la omnipotencia de Dios. Pero, siendo honestos, sabemos que el corazón tiene otras razones.
Precisamente estas, las que mueven nuestros mecanismos más profundos, más allá de la lógica de la razón, nos llevan a esperar de Dios todo lo que, por experiencia, sabemos que nosotros mismos no nos podemos dar. La actitud más sencilla y más pura del creyente es la de esperar en Dios, más allá de toda razón intelectual y de nuestras propias fuerzas.
Pidamos hoy al Señor la gracia de ser humildes para aceptar que Dios siempre es más grande y más poderoso que nosotros, aunque no sea fácil.
Ciudad Redonda