LECTURAS DEL DOMINGO X DEL T. ORDINARIO 11 DE JUNIO SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD (BLANCO)
Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca.
ANTÍFONA DE ENTRADA
Bendito sea Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia con nosotros
Se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Dios
Padre, que al enviar al mundo la Palabra de verdad y el Espíritu
santificador, revelaste a todos los hombres tu misterio admirable,
concédenos que, profesando la fe verdadera, reconozcamos la gloria de la
eterna Trinidad y adoremos la Unidad de su majestad omnipotente. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
Yo soy el Señor, el Señor Dios, compasivo y clemente.
Del libro del Éxodo: 34, 4-6. 8-9
En
aquellos días, Moisés subió de madrugada al monte Sinaí, llevando en la
mano las dos tablas de piedra, como le había mandado el Señor. El Señor
descendió en una nube y se le hizo presente.
Moisés
pronunció entonces el nombre del Señor, y el Señor, pasando delante de
él, proclamó: "Yo soy el Señor, el Señor Dios, compasivo y clemente,
paciente, misericordioso y fiel".
Al
instante, Moisés se postró en tierra y lo adoró, diciendo: "Si de veras
he hallado gracia a tus ojos, dígnate venir ahora con nosotros, aunque
este pueblo sea de cabeza dura; perdona nuestras iniquidades y pecados, y
tómanos como cosa tuya".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Daniel 3
R/. Bendito seas para siempre, Señor.
Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres. Bendito sea tu nombre santo y glorioso. R/.
Bendito seas en el templo santo y glorioso. Bendito seas en el trono de tu reino. R/.
Bendito eres tú, Señor, que penetras con tu mirada los abismos y te sientas en un trono rodeado de querubines.
Bendito seas, Señor, en la bóveda del cielo. R/.
Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con ustedes.
De la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios: 13, 11-13
Hermanos:
Estén alegres, trabajen por su perfección, anímense mutuamente, vivan
en paz y armonía. Y el Dios del amor y de la paz estará con ustedes.
Salúdense los unos a los otros con el saludo de paz. Los saludan todos
los fieles. La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y
la comunión del Espíritu Santo estén siempre con ustedes.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN (Cfr. Ap 1, 8)
R/. Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Al Dios que es, que era y que vendrá. R/.
Dios envió a su Hijo al mundo para que el mundo se salvara por él.
Del santo Evangelio según san Juan: 3, 16-18
"Tanto
amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que
crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió
a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por
Él. El que cree en Él no será condenado; pero el que no cree ya está
condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Se dice Credo.
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos unidos en la misma fe y en la esperanza.
Después de cada petición diremos: Escúchanos, Padre.
Para
que Dios Padre, Creador todopoderoso del universo, lleve al mundo a su
plenitud y haga nacer aquel cielo nuevo y aquella tierra nueva que nos
ha prometido. Oremos.
Para
que el Hijo Unigénito de Dios, infunda en la Iglesia un amor semejante
al suyo, como corresponde a su condición de esposa amada. Oremos.
Para
que el Espíritu del Señor, sea padre para los pobres, consuelo para los
tristes, salud para los enfermos y fuerza para los decaídos. Oremos.
Para
que quienes conocemos el misterio de la vida íntima de Dios, tengamos
el celo para anunciarlo a todos los pueblos y así sepan que Dios es
Padre, Hijo y Espíritu Santo. Oremos.
Escucha,
Padre, las plegarias que te hemos presentado y derrama tu Espíritu
Santo sobre nosotros, sobre tu Iglesia y sobre el mundo entero. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Por
la invocación de tu nombre, santifica, Señor, estos dones que te
presentamos y transfórmanos por ellos en una continua oblación a ti. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO
En
verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y
eterno.
Que
con tu Hijo único y el Espíritu Santo, eres un solo Dios, un solo
Señor, no en la singularidad de una sola persona, sino en la trinidad de
una sola sustancia.
Y
lo que creemos de tu gloria, porque tú lo revelaste, eso mismo lo
afirmamos de tu Hijo y también del Espíritu Santo, sin diferencia ni
distinción.
De
modo que al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad,
adoramos a tres personas distintas, en la unidad de un solo ser e
iguales en su majestad.
A
quien alaban los ángeles y los arcángeles, y todos los coros
celestiales, que no cesan de aclamarte con una sola voz: Santo, Santo,
Santo…
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Ga 4, 6)
Porque ustedes son hijos de Dios, Dios infundió en sus corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: Abbá, Padre.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que
la recepción de este sacramento y nuestra profesión de fe en la
Trinidad santa y eterna, y en su Unidad indivisible, nos aprovechen,
Señor, Dios nuestro, para la salvación de cuerpo y alma. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
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Esta fiesta nos habla de Dios, pero: ¿más de cómo es o de quién es?
Nos parece remitir, a lo que Él ha realizado en nosotros y en el mundo,
por medio del Hijo y del Espíritu. La pregunta parece ser: ¿dónde está,
dónde se le ve?, y no hay otra respuesta, que en la propia historia
personal y la del pueblo. En ella descubrimos el sentido de la
existencia, del dolor, de la enfermedad, de la muerte, de nuestra
presencia en el mundo, del camino que debemos recorrer. Y por ello,
podemos proclamar: “Creo en Dios”, no como una idea, sino como una
experiencia, que llamamos experiencia de fe.
Dice la primera lectura del Éxodo: “Si he obtenido tu favor, que mi
Señor vaya con nosotros, aunque ése es un pueblo de cerviz dura; perdona
nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya”. Nuestro Dios,
es un Dios cercano, es lo que Jesús le cuenta a Nicodemo: “Tanto amó
Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno
de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”. Más aún: “Porque
Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que
el mundo se salve por él”. En estos tiempos de búsqueda, en que cuesta
tanto captar la presencia de Dios, se puede creer o no creer en el Hijo,
pero él seguirá caminando con su pueblo, ha bajado de su nube, como
decía Martín Descalzo: “a tomar la tortilla con nosotros”.Si vivimos en el temor, el miedo al castigo o a la ley o sólo confiamos en la ciencia, el dinero, el prestigio…, es difícil sentirse hijo de Dios. Si nos dejamos llevar por el Espíritu, podremos llegar al Hijo y a sentirnos hermanos del Hijo, sin olvidar lo que dice San Juan: “Si decimos que amamos a Dios y no amamos a los hermanos, somos unos mentirosos”. Amando a los demás hombres como hermanos, reconocemos la presencia de la Trinidad en nuestras vidas, una Trinidad que es comunidad y fraternidad. Lo dice San Pablo a los Corintios en la segunda lectura: “Alegraos, trabajad por vuestra perfección, animaos; tened el mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el beso santo”. Los cristianos somos trinitarios, es decir comunitarios, creemos en un Dios con tres personas, un Dios en relación.
Posiblemente, es el Amor de Dios, que se recoge, continuando la carta de San Pablo, todos los días como saludo al comenzar la Eucaristía: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros”, es la mejor fórmula para expresar el Misterio. Misterio que no hace referencia a algo intelectual, sino a algo que nos desconcierta, es la presencia de alguien que viene a nuestro encuentro por que es regalo- exigencia, comunicación, afecto, apertura, entrega, unión, alegría, vida, verdad, pero en persona y en personas. Esta fiesta resume nuestras búsquedas y la experiencia de ese Dios amor, que no sabemos cómo, da sentido y dirección a toda nuestra vida.
Ciudad Redonda