LECTURAS DEL VIERNES III DE PASCUA 5 DE MAYO (BLANCO)
El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él.
ANTÍFONA DE ENTRADA Ap 5, 12
Digno es el Cordero que fue sacrificado, de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor. Aleluya.
ORACIÓN COLECTA
Dios
todopoderoso, concede a quienes hemos conocido la gracia de la
resurrección del Señor, resucitar, por el amor del Espíritu Santo, a una
vida nueva. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Es el instrumento escogido por mí, para que me dé a conocer a las naciones.
En
aquellos días, Saulo, amenazando todavía de muerte a los discípulos del
Señor, fue a ver al sumo sacerdote y le pidió, para las sinagogas de
Damasco, cartas que lo autorizaran para traer presos a Jerusalén a todos
aquellos hombres y mujeres que seguían la nueva doctrina.
Pero
sucedió que, cuando se aproximaba a Damasco, una luz del cielo lo
envolvió de repente con su resplandor. Cayó por tierra y oyó una voz que
le decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Preguntó él: "¿Quién
eres, Señor?" La respuesta fue: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
Levántate. Entra en la ciudad y ahí se te dirá lo que tienes que hacer".
Los
hombres que lo acompañaban en el viaje se habían detenido, mudos de
asombro, pues oyeron la voz, pero no vieron a nadie. Saulo se levantó
del suelo, y aunque tenía abiertos los ojos, no podía ver. Lo llevaron
de la mano hasta Damasco y ahí estuvo tres días ciego, sin comer ni
beber.
Había
en Damasco un discípulo que se llamaba Ananías, a quien se le apareció
el Señor y le dijo: "Ananías". El respondió: "Aquí estoy, Señor". El
Señor le dijo: "Ve a la calle principal y busca en casa de Judas a un
hombre de Tarso, llamado Saulo, que está orando". Saulo tuvo también la
visión de un hombre llamado Ananías, que entraba y le imponía las manos
para que recobrara la vista.
Ananías
contestó: "Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño
que ha hecho a tus fieles en Jerusalén. Además, trae autorización de los
sumos sacerdotes para poner presos a todos los que invocan tu nombre".
Pero el Señor le dijo: "No importa. Tú ve allá, porque yo lo he escogido
como instrumento, para que me dé a conocer a las naciones, a los reyes y
a los hijos de Israel. Yo le mostraré cuánto tendrá que padecer por mi
causa".
Ananías
fue allá, entró en la casa, le impuso las manos a Saulo y le dijo:
"Saulo, hermano, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino, me
envía para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo". Al
instante, algo como escamas se le desprendió de los ojos y recobró la
vista. Se levantó y lo bautizaron. Luego comió y recuperó las fuerzas.
Se quedó unos días con los discípulos en Damasco y se puso a predicar en
las sinagogas, afirmando que Jesús era el Hijo de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 116
R/.
Que aclamen al Señor todos los pueblos. Aleluya. Que alaben al Señor,
todas las naciones, que lo aclamen todos los pueblos. R/.
Porque grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre. R/.
ACLAMACIÓN Jn 6, 56
R/. Aleluya, aleluya.
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él, dice el Señor. R/. Aleluya.
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.
Del santo Evangelio según san Juan: 6, 52-59
En aquel tiempo, los judíos se pusieron a discutir entre sí: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?"
Jesús
les dijo: "Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y
no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi
carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último
día.
Mi
carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come
mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre,
que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me
come vivirá por mí.
Este
es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus
padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre".
Esto lo dijo Jesús enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Santifica,
Señor, por tu piedad, estos dones y al recibir en oblación este
sacrificio espiritual, conviértenos para ti en una perenne ofrenda. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio I- V de Pascua.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN
El Crucificado resucitó de entre los muertos y nos ha redimido. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Al
recibir, Señor, el don de estos sagrados misterios, te suplicamos
humildemente que lo que tu Hijo nos mandó celebrar en memoria suya, nos
aproveche para crecer en nuestra caridad fraterna. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
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Con frecuencia constatamos con tristeza que la gente a la que queremos no disfruta del don de la fe, no creen. Madres y padres que se lamentan de que sus hijos no tienen fe a pesar de todos los esfuerzos que hicieron; parejas que desearían que sus respectivos compartieran con ellos esta dimensión para acrecentar su amor; familias que no pueden celebrar juntos porque no todos comparten este tesoro… Las cosas pueden cambiar y las personas también, como le ocurrió a San Pablo; nunca es tarde para la esperanza.
Nadie ha dicho que la fe en Jesucristo sea fácil. La fe es una batalla en dos frentes principales: interior, contra nosotros mismos en nuestras inclinaciones más egoístas, destructivas u oscuras; exterior, contra las circunstancias, situaciones y personas que, en ocasiones, tratan de obstaculizar nuestro camino de seguimiento. Para mantener y avanzar en el camino de la fe hay que luchar. San Pablo libró esa batalla en su interior, “¿Quién eres Señor?” Necesitó un “Ananías”, un guía en su nacimiento a la fe. Pero una vez que vio y comprendió, fue fiel hasta el final.
Hoy le pedimos al Señor en nuestra oración, que no nos falte el alimento de su carne y sangre, de la eucaristía, para nuestros combates interiores y rogamos por todos aquellos que amamos y no conocen al Señor, para que algún día puedan encontrarsecon el pan vivo bajado del cielo.
Ciudad Redonda