LECTURAS DEL MIÉRCOLES VII DE PASCUA 31 DE MAYO LA VISITACIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA A SANTA ISABEL FIESTA (BLANCO)
¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 65, 16
Cuantos temen a Dios vengan y escuchen, y les diré lo que ha hecho por mí. Aleluya.
Se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Dios
todopoderoso y eterno, que inspiraste a la santísima Virgen María,
cuando llevaba ya en su seno a tu Hijo, el deseo de visitar a Isabel,
concédenos que, siguiendo las inspiraciones del Espíritu Santo, podamos
con María proclamar siempre tu grandeza. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Ayuden a los hermanos en sus necesidades y esmérense en la hospitalidad.
De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 12, 9-16
Hermanos:
Que el amor de ustedes sea sincero. Aborrezcan el mal y practiquen el
bien; ámense cordialmente los unos a los otros, como buenos hermanos;
que cada uno estime a los otros más que a sí mismo. En el cumplimiento
de su deber, no sean negligentes y mantengan un espíritu fervoroso al
servicio del Señor. Que la esperanza los mantenga alegres; sean
constantes en la tribulación y perseverantes en la oración. Ayuden a los
hermanos en sus necesidades y esmérense en la hospitalidad.
Bendigan
a los que los persiguen; bendíganlos, no los maldigan. Alégrense con
los que se alegran; lloren con los que lloran. Que reine la concordia
entre ustedes. No sean, pues, altivos; más bien pónganse al nivel de los
humildes.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Isaías 12
R/. El Señor ha hecho maravillas con nosotros. Aleluya.
El
Señor es mi Dios y salvador, con él estoy seguro y nada temo. El Señor
es mi protección y mi fuerza y ha sido mi salvación. Sacarán agua con
gozo de la fuente de salvación. R/.
Den gracias al Señor, invoquen su nombre, cuenten a los pueblos sus hazañas, proclamen que su nombre es sublime. R/.
Alaben
al Señor por sus proezas, anúncienlas a toda la tierra. Griten
jubilosos, habitantes de Sión, porque el Dios de Israel ha sido grande
con ustedes. R/.
ACLAMACIÓN Cfr. Lc 1, 45
R/. Aleluya, aleluya.
Dichosa tú, santísima Virgen María, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor. R/.
¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme?
Del santo Evangelio según san Lucas: 1, 39-56
En
aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas
de Judea y, entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto
ésta oyó el saludo de María, la criatura saltó en su seno.
Entonces
Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó:
"¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién
soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu
saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que
has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del
Señor".
Entonces
dijo María: "Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de
júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su
esclava. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque
ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre, y
su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen.
Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón
altanero, destronó a los potentados y exaltó a los humildes. A los
hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada.
Acordándose
de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su siervo, como lo había
prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para
siempre".
María permaneció con Isabel unos tres meses, y luego regresó a su casa.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor,
recibe con agrado este sacrificio de salvación que ofrecemos a tu
majestad, así como te fue grato el gesto de amor de la santísima Madre
de tu Unigénito. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
PREFACIO II de santa María Virgen
La iglesia alaba a Dios con las palabras de María
En
verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación proclamar que
eres admirable en la perfección de todos tus santos, y de un modo
singular en la perfección de la Virgen María. Por eso, al celebrarla
hoy, queremos exaltar tu benevolencia inspirados en su propio cántico.
Pues en verdad, has hecho maravillas por toda la tierra, y prolongaste
tu misericordia de generación en generación, cuando, complacido en la
humildad de tu sierva, nos diste por su medio al autor de la salvación,
Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro. Por él, los ángeles y los
arcángeles te adoran eternamente, gozosos en tu presencia. Permítenos
unirnos a sus voces cantando jubilosos tu alabanza: Santo, Santo, Santo…
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Lc 1, 48-49
Desde
ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí
grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios
nuestro, que la Iglesia proclame tu grandeza, porque haces cosas
grandes en tus fieles, y así como Juan Bautista se alegró al sentir la
presencia oculta de tu Hijo, haz que tu pueblo pueda reconocer siempre
con alegría en este sacramento al mismo Cristo viviente. Él, que vive y
reina por los siglos de los siglos.
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La fiesta de hoy tiene mucho de entrañable. La historia de dos mujeres que se encuentran y que se saben embarazadas de la vida que crece en ellas. Son dos y son cuatro. Son dos llenas de esperanza. Son dos convertidas en signos de esperanza para la humanidad. Porque cada vez que nace un niño nace la esperanza en nuestros corazones: la vida sigue, se renueva, renace. Es la alegría explosiva que brota en la familia al conocer la noticia. Es alegría para la madre, para el marido. Pero también para los abuelos.
Pero en este caso, en el encuentro entre María y su prima Isabel hay un plus de alegría. Las dos son conscientes de que es Dios mismo el que ha intervenido en la historia para hacer que brote la vida y la esperanza. Lo que va a hacer no son sólo dos niños. Con ellos se hará presente en nuestra historia algo radicalmente nuevo: la presencia viva y real del amor de Dios. Con ellos se va a cumplir la antigua promesa, la esperanza que venía de generación en generación anunciada. Aquella promesa que, de tan antigua, parecía que ya no se iba a cumplir nunca. Pues ya está aquí. Por eso la alegría no tiene límites.
Por eso, María entona ese cántico tan conocido que habla de liberación para los oprimidos, de esperanza para los hundidos y frustrados. María “ve”, desde su fe, que un nuevo mundo se está alumbrando, que la fuerza del mal no puede nada contra la fuerza, la ventolera, el huracán del amor de Dios. Por mucho que parezca que todo sigue igual, que son sólo dos mujeres felicitándose mutuamente, ellas saben y nosotros sabemos, que lo que sucede es algo mucho más trascendental. Y a nosotros también se nos llena el corazón de esperanza.
Por mucha injusticia y dolor y muerte y opresión que haya en nuestro mundo, aquí y ahora, Dios está con nosotros, Dios se ha vuelto del lado de los pobres y de los que sufren. Dios derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. Dios llena a los hambrientos de bienes y despide vacíos a los ricos. Porque se ha acordado de su misericordia y no nos ha dejado solos.
Ciudad Redonda