LECTURAS DEL JUEVES VII DE PASCUA 1 DE JUNIO SAN JUSTINO MÁRTIR MEMORIA (ROJO)
Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que me has dado, para que contemplen mi gloria.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 118, 85. 46
Los
soberbios me tendieron trampas y no hicieron caso de tu ley. Hablaré de
tus preceptos ante los poderosos y no me avergonzaré. Aleluya.
ORACIÓN COLECTA
Dios
nuestro, que por la locura de la cruz enseñaste admirablemente al
mártir san Justino la incomparable sabiduría de Jesucristo, concédenos,
por su intercesión, que rechazando los engaños del error, obtengamos la
firmeza de la fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos
de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
Tendrás que dar testimonio de mí en Roma.
Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 22, 30; 23, 6-11
En
aquellos días, el comandante, queriendo saber con exactitud de qué
acusaban a Pablo los judíos, mandó que le quitaran las cadenas, convocó a
los sumos sacerdotes y a todo el sanedrín, y llevando consigo a Pablo,
lo hizo comparecer ante ellos.
Como
Pablo sabía que una parte del sanedrín era de saduceos y otra de
fariseos, exclamó: "Hermanos: Yo soy fariseo, hijo de fariseos, y me
quieren juzgar porque espero la resurrección de los muertos".
Apenas
dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos, que
ocasionó la división de la asamblea. (Porque los saduceos niegan la otra
vida, sea de ángeles o de espíritus resucitados; mientras que los
fariseos admiten ambas cosas).
Estalló
luego una terrible gritería y algunos escribas del partido de los
fariseos, se pusieron de pie y declararon enérgicamente: "Nosotros no
encontramos ningún delito en este hombre. ¿Quién puede decirnos que no
le ha hablado un espíritu o un ángel?"
El
alboroto llegó a tal grado, que el comandante, temiendo que hicieran
pedazos a Pablo, mandó traer a la guarnición para sacarlo de allí y
llevárselo al cuartel. En la noche siguiente se le apareció el Señor a
Pablo y le dijo: "Ten ánimo, Pablo; porque así como en Jerusalén has
dado testimonio de mí, así también tendrás que darlo en Roma".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 15
R/. Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
Protégeme,
Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que tú eres mi
Señor. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia; mi vida está
en sus manos. R/.
Bendeciré
al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado, jamás tropezaré. R/.
Por
eso se me alegran el corazón y el alma, y mi cuerpo vivirá tranquilo,
porque tú no me abandonarás a la muerte ni dejarás que sufra yo la
corrupción. R/.
Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti. R/.
ACLAMACIÓN Jn 17, 21
R/. Aleluya, aleluya.
Que
todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de
que el mundo crea que tú me has enviado, dice el Señor. R/.
Que su unidad sea perfecta.
En
aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: "Padre, no sólo
te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en mí
por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y
yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea
que tú me has enviado.
Yo
les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros
somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que su unidad sea perfecta y
así el mundo conozca que tú me has enviado y que los amas, como me amas a
mí.
Padre,
quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que me has dado,
para que contemplen mi gloria, la que me diste, porque me has amado
desde antes de la creación del mundo.
Padre
justo, el mundo no te ha conocido; pero yo sí te conozco y éstos han
conocido que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo
seguiré dando a conocer, para que el amor con que me amas esté en ellos y
yo también en ellos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Concédenos,
Señor, celebrar dignamente estos misterios, que san Justino con tan
vigorosa fuerza defendió. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. 1 Co 2, 2
Nunca me precié de otra cosa cuando estuve entre ustedes, que de conocer a Jesucristo, y a éste crucificado. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
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Se podría decir que estas palabras de Jesús en el huerto, poco antes del arresto final, son para el Evangelio de Juan algo así como el testamento de Jesús, la expresión de sus últimas voluntades. En el texto de hoy hay un deseo muy especial de Jesús: que sus discípulos sean uno como el Padre y el él son uno. Jesús habla de la unidad. Pero no es una unidad cualquier la que se tiene que vivir en la comunidad de sus discípulos, en la Iglesia. Tiene que ser una unidad como la que él vive con el Padre, con su Abbá.
En nuestro mundo se habla mucho de unidad y pocas veces se consigue. Es que también hay formas diversas de conseguir la unidad. En el ejército, por ejemplo, todos funcionan bien unidos, hay una gran disciplina. Se consigue a base de autoridad clara, de una línea de mando que todos saben que tienen que obedecer. Sin rechistar. Para el que dice algo hay prevista una sanción severa. No creo que esa sea la unidad que nos pide Jesús a los que le seguimos.
Porque unidad no es uniformidad. No significa que todos tengamos que pensar igual, que vestir igual, que hacer y decir las mismas cosas. Eso podría ser un pelotón de autómatas pero nunca la comunidad de Jesús.
La comunidad de Jesús tiene que vivir la unidad al estilo de la relación que hay entre el Padre y el Hijo. Lo primero que hay que decir es que esa unidad no se basa en la disciplina ni en el temor a la sanción. Es una unidad que florece como consecuencia del amor mutuo, de la donación total del uno al otro. Lo segundo es que una unidad que florece en la tierra de la libertad. Hay que recordar aquello que decía Pablo: “Para ser libres nos liberó el Señor”.
Por tanto, tenemos que construir nuestra unidad en el amor y en la libertad. Y no hay más instrumento que el diálogo, la escucha, la empatía, el trato personal. La unidad no se construye desde ya a golpe de orden y autoridad. Se va haciendo poco a poco. Es proyecto más que realidad. Es tarea de todos a partir siempre del respeto al otro. Es don ciertamente pero también es compromiso y esfuerzo de todos.
Jesús oró para que esa unidad se realizase en su Iglesia. Ahora es tarea nuestra hacerla realidad. Para que en esta casa del reino nadie quede fuera, excluido, y todos nos sintamos miembros de la únicafamilia de Dios.
Ciudad Redonda