Misal del dia sde hoy Miercoles 19 de abril 2017 y Comentario al Evangelio

LECTURAS DEL MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA 19 DE ABRIL (BLANCO)


"Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer".


clip_image002




ANTÍFONA DE ENTRADA (Cfr. Mt 25, 34)

Vengan, benditos de mi Padre, tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Aleluya.

Se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que cada año nos inundas de alegría por la solemnidad de la resurrección del Señor, concédenos propicio que, por estas fiestas que celebramos en el tiempo, merezcamos llegar al gozo de la eternidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA

Te voy a dar lo que tengo: En el nombre de Jesús, camina.

clip_image004
Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 3, 1-10

En aquel tiempo, Pedro y Juan subieron al templo para la oración vespertina, a eso de las tres de la tarde. Había allí un hombre lisiado de nacimiento, a quien diariamente llevaban y ponían ante la puerta llamada la "Hermosa", para que pidiera limosna a los que entraban en el templo. Aquel hombre, al ver a Pedro y a Juan cuando iban a entrar, les pidió limosna. Pedro y Juan fijaron en él los ojos, y Pedro le dijo: "Míranos". El hombre se quedó mirándolos en espera de que le dieran algo. Entonces Pedro le dijo: "No tengo ni oro ni plata, pero te voy a dar lo que tengo: En el nombre de Jesucristo nazareno, levántate y camina". Y, tomándolo de la mano, lo incorporó.

Al instante sus pies y sus tobillos adquirieron firmeza. De un salto se puso de pie, empezó a andar y entró con ellos al templo caminando, saltando y alabando a Dios.

Todo el pueblo lo vio caminar y alabar a Dios, y al darse cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado junto a la puerta "Hermosa" del templo, quedaron llenos de miedo y no salían de su asombro por lo que había sucedido.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.


Del salmo 104

clip_image006R/. Cantemos al Señor con alegría. Aleluya.

Aclamen al Señor y denle gracias, relaten sus prodigios a los pueblos. Entonen en su honor himnos y cantos, celebren sus portentos. R/.

Del nombre del Señor enorgullézcanse y siéntase feliz el que lo busca. Recurran al Señor y a su poder y a su presencia acudan. R/.

Descendientes de Abraham, su servidor, estirpe de Jacob, su predilecto, escuchen: el Señor es nuestro Dios y gobiernan la tierra sus decretos. R/.

Ni aunque transcurran mil generaciones, se olvidará el Señor de sus promesas, de la alianza pactada con Abraham, del juramento a Isaac, que un día le hiciera. R/.


SECUENCIA opcional

ACLAMACIÓN (Sal 117, 24)

clip_image008R/. Aleluya, aleluya.

Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R/.

Lo reconocieron al partir el pan.

clip_image010
Del santo Evangelio según san Lucas: 24, 13-35

El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: "¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?"

Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?" Él les preguntó: "¿Qué cosa?" Ellos le respondieron: "Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que Él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a Él no lo vieron".

Entonces Jesús les dijo: "¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?" Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a Él.

Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, Él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer". Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero Él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: "¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!"

Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: "De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón". Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.


ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Recibe, Señor, estas ofrendas de la humanidad redimida, y realiza a favor nuestro, la plena salvación del cuerpo y el alma. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I de Pascua (en este día)

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Cfr. Lc 24, 35)

Los discípulos reconocieron al Señor Jesús, al partir el pan. Aleluya.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Te rogamos, Señor, que, purificados de nuestra antigua condición pecadora, la santa recepción del sacramento de tu Hijo nos transforme en nuevas creaturas. Por Jesucristo, nuestro Señor.

La despedida se hace como el día de Pascua.


https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica 

En el relato de Emaús encontramos un mismo camino, pero dos sentidos distintos: de Jerusalén a Emaús, el sentido de la desilusión, y de Emaús a Jerusalén, el sentido de la alegría. Una vez más el Evangelio nos invita a lanzar una mirada sobre nuestra vida de fe: ¿Cuál sería  nuestro sentido? ¿El de la desilusión de Emaús o el de la alegría de volver a Jerusalén? Muchas veces nuestra vida es en el sentido hacia Emaús (tristes, desilusionados…) y otras, hacia Jerusalén (de alegría, de gozo, de esperanza…).
Su presencia cambia la tristeza en gozo, la desesperanza en esperanza. Los discípulos vuelven con prisa a Jerusalén, para anunciar el inusitado encuentro que tuvieron con Jesús. Él les alcanzó como un forastero, caminó con ellos como un peregrino; les hizo comprender su vida como un profeta; como Cristo les enseñó los motivos de su entrega por amor; como huésped permaneció con ellos y les dio de su propio pan como un buen anfitrión. Entonces le reconocieron como el Resucitado y testigos de su presencia viva. Y a nosotros hoy, nos enseña que en los caminos de Emaús, por el que muchas veces caminamos, Él se presenta a nosotros y nos hace cambiar radicalmente el sentido de nuestra vida.
El encuentro del “forastero” que se pone al lado de dos de sus discípulos y camina con ellos, nos enseña más una vez que la fe es un itinerario. Así como a los discípulos de Emaús, Jesús también se presenta cercano a nosotros, camina a nuestro lado, tiene interés por nuestra historia, por aquello que a lo largo del camino hablamos, especialmente las desilusiones de la vida, las decepciones que tenemos… y también nos pregunta: ¿De qué venís hablando por el camino? Su pregunta se dirige a cada uno de nosotros hoy.
Se presenta como Profeta. Cuando su palabra llega a nuestro corazón, en la profundidad de nuestro ser, es capaz de hacerla arder en nuestro pecho. Aunque puedan existir circunstancias que impiden su reconocimiento, sabemos que su presencia nos habla y nos deja inquietos.  Como a los discípulos de Emaús, le presentamos los hechos, los detalles de nuestra existencia, Él se presenta como Cristo; nos enseña a mirar el sufrimiento y el dolor con otros ojos, no con teorías, sino como alguien que vivió estas realidades en su propia carne. Por eso es capaz de enseñarnos el valor salvífico de su entrega por amor, del sufrimiento por amor. Cuando parece que nuestro destino nos separará, que todo terminará en un rato agradable de conversa, Él desea permanecer con nosotros, participar de nuestra intimidad, del compartir el pan, pero nos deja libres para invitarlo o no. Si lo invitamos, se sentará a la mesa, compartirá de su propio pan, y se presentará como el Señor resucitado.
Pidamos a Jesús en este día: “Camina con nosotros Señor, pues muchas veces nos encontramos desilusionados de la vida; enséñanos el sentido de nuestra existencia, principalmente en los momentos de sufrimiento y dolor; quédate con nosotros Señor, pues cuando la noche y la oscuridad existencial lleguen a nuestras vidas, no estaremos solos, sino alegres con tu presencia. Haz de nosotros testigos de tu cercanía en la vida de tantas personas que también caminan hacia el Emaús de las disiluciones .
 
Ciudad Redonda