LECTURAS DEL MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA 19 DE ABRIL (BLANCO)
"Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer".
ANTÍFONA DE ENTRADA (Cfr. Mt 25, 34)
Vengan, benditos de mi Padre, tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Aleluya.
Se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Dios
nuestro, que cada año nos inundas de alegría por la solemnidad de la
resurrección del Señor, concédenos propicio que, por estas fiestas que
celebramos en el tiempo, merezcamos llegar al gozo de la eternidad. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
Te voy a dar lo que tengo: En el nombre de Jesús, camina.
Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 3, 1-10
En
aquel tiempo, Pedro y Juan subieron al templo para la oración
vespertina, a eso de las tres de la tarde. Había allí un hombre lisiado
de nacimiento, a quien diariamente llevaban y ponían ante la puerta
llamada la "Hermosa", para que pidiera limosna a los que entraban en el
templo. Aquel hombre, al ver a Pedro y a Juan cuando iban a entrar, les
pidió limosna. Pedro y Juan fijaron en él los ojos, y Pedro le dijo:
"Míranos". El hombre se quedó mirándolos en espera de que le dieran
algo. Entonces Pedro le dijo: "No tengo ni oro ni plata, pero te voy a
dar lo que tengo: En el nombre de Jesucristo nazareno, levántate y
camina". Y, tomándolo de la mano, lo incorporó.
Al
instante sus pies y sus tobillos adquirieron firmeza. De un salto se
puso de pie, empezó a andar y entró con ellos al templo caminando,
saltando y alabando a Dios.
Todo
el pueblo lo vio caminar y alabar a Dios, y al darse cuenta de que era
el mismo que pedía limosna sentado junto a la puerta "Hermosa" del
templo, quedaron llenos de miedo y no salían de su asombro por lo que
había sucedido.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 104
Aclamen
al Señor y denle gracias, relaten sus prodigios a los pueblos. Entonen
en su honor himnos y cantos, celebren sus portentos. R/.
Del
nombre del Señor enorgullézcanse y siéntase feliz el que lo busca.
Recurran al Señor y a su poder y a su presencia acudan. R/.
Descendientes
de Abraham, su servidor, estirpe de Jacob, su predilecto, escuchen: el
Señor es nuestro Dios y gobiernan la tierra sus decretos. R/.
Ni
aunque transcurran mil generaciones, se olvidará el Señor de sus
promesas, de la alianza pactada con Abraham, del juramento a Isaac, que
un día le hiciera. R/.
SECUENCIA opcional
ACLAMACIÓN (Sal 117, 24)
Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R/.
Lo reconocieron al partir el pan.
Del santo Evangelio según san Lucas: 24, 13-35
El
mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un
pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y
comentaban todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían,
Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los
dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó:
"¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?"
Uno
de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¿Eres tú el único forastero
que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?" Él les
preguntó: "¿Qué cosa?" Ellos le respondieron: "Lo de Jesús el nazareno,
que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo
el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para
que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que
Él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres
días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de
nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al
sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían
aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de
nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho
las mujeres, pero a Él no lo vieron".
Entonces
Jesús les dijo: "¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón
para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario
que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?" Y
comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó
todos los pasajes de la Escritura que se referían a Él.
Ya
cerca del pueblo a donde se dirigían, Él hizo como que iba más lejos;
pero ellos le insistieron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque ya es
tarde y pronto va a oscurecer". Y entró para quedarse con ellos. Cuando
estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se
lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero Él se
les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: "¡Con razón nuestro
corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las
Escrituras!"
Se
levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron
reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: "De
veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón". Entonces
ellos contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe,
Señor, estas ofrendas de la humanidad redimida, y realiza a favor
nuestro, la plena salvación del cuerpo y el alma. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Prefacio I de Pascua (en este día)
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Cfr. Lc 24, 35)
Los discípulos reconocieron al Señor Jesús, al partir el pan. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te
rogamos, Señor, que, purificados de nuestra antigua condición pecadora,
la santa recepción del sacramento de tu Hijo nos transforme en nuevas
creaturas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
La despedida se hace como el día de Pascua.
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Su presencia cambia la tristeza en gozo, la desesperanza en esperanza. Los discípulos vuelven con prisa a Jerusalén, para anunciar el inusitado encuentro que tuvieron con Jesús. Él les alcanzó como un forastero, caminó con ellos como un peregrino; les hizo comprender su vida como un profeta; como Cristo les enseñó los motivos de su entrega por amor; como huésped permaneció con ellos y les dio de su propio pan como un buen anfitrión. Entonces le reconocieron como el Resucitado y testigos de su presencia viva. Y a nosotros hoy, nos enseña que en los caminos de Emaús, por el que muchas veces caminamos, Él se presenta a nosotros y nos hace cambiar radicalmente el sentido de nuestra vida.
El encuentro del “forastero” que se pone al lado de dos de sus discípulos y camina con ellos, nos enseña más una vez que la fe es un itinerario. Así como a los discípulos de Emaús, Jesús también se presenta cercano a nosotros, camina a nuestro lado, tiene interés por nuestra historia, por aquello que a lo largo del camino hablamos, especialmente las desilusiones de la vida, las decepciones que tenemos… y también nos pregunta: ¿De qué venís hablando por el camino? Su pregunta se dirige a cada uno de nosotros hoy.
Se presenta como Profeta. Cuando su palabra llega a nuestro corazón, en la profundidad de nuestro ser, es capaz de hacerla arder en nuestro pecho. Aunque puedan existir circunstancias que impiden su reconocimiento, sabemos que su presencia nos habla y nos deja inquietos. Como a los discípulos de Emaús, le presentamos los hechos, los detalles de nuestra existencia, Él se presenta como Cristo; nos enseña a mirar el sufrimiento y el dolor con otros ojos, no con teorías, sino como alguien que vivió estas realidades en su propia carne. Por eso es capaz de enseñarnos el valor salvífico de su entrega por amor, del sufrimiento por amor. Cuando parece que nuestro destino nos separará, que todo terminará en un rato agradable de conversa, Él desea permanecer con nosotros, participar de nuestra intimidad, del compartir el pan, pero nos deja libres para invitarlo o no. Si lo invitamos, se sentará a la mesa, compartirá de su propio pan, y se presentará como el Señor resucitado.
Pidamos a Jesús en este día: “Camina con nosotros Señor, pues muchas veces nos encontramos desilusionados de la vida; enséñanos el sentido de nuestra existencia, principalmente en los momentos de sufrimiento y dolor; quédate con nosotros Señor, pues cuando la noche y la oscuridad existencial lleguen a nuestras vidas, no estaremos solos, sino alegres con tu presencia. Haz de nosotros testigos de tu cercanía en la vida de tantas personas que también caminan hacia el Emaús de las disiluciones .
Ciudad Redonda