LECTURAS DEL MARTES DE LA OCTAVA DE PASCUA 18 DE ABRIL (BLANCO)
Jesús le dijo: "¡María!" Ella se volvió y exclamó: "¡Rabuní!", que en hebreo significa ‘maestro’.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Si 15, 3-4
El
Señor les dará a beber el agua de la sabiduría; se apoyarán en Él y no
vacilarán. El los llenará de gloria eternamente. Aleluya.
Se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Señor
Dios, que nos has hecho experimentar la fuerza vivificante del misterio
pascual, sigue acompañando a tu pueblo con tu divina gracia, para que,
conseguida la perfecta libertad, se convierta en gozo celestial la
alegría que ahora lo inunda aquí en la tierra. Por nuestro Señor
Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Arrepiéntanse y bautícense en el nombre de Jesucristo.
Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 2, 36-41
El
día de Pentecostés, dijo Pedro a los judíos: "Sepa todo Israel, con
absoluta certeza, que Dios ha constituido Señor y Mesías al mismo Jesús,
a quien ustedes han crucificado".
Estas
palabras les llegaron al corazón y preguntaron a Pedro y a los demás
apóstoles: "¿Qué tenemos que hacer, hermanos?" Pedro les contestó:
"Arrepiéntanse y bautícense en el nombre de Jesucristo, para el perdón
de sus pecados y recibirán el Espíritu Santo. Porque las promesas de
Dios valen para ustedes y para sus hijos y también para todos los
paganos que el Señor, Dios nuestro, quiera llamar, aunque estén lejos".
Con
éstas y otras muchas razones los instaba y exhortaba, diciéndoles:
"Pónganse a salvo de este mundo corrompido". Los que aceptaron sus
palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unas tres mil
personas.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 32
R/. En el Señor está nuestra esperanza. Aleluya.
Sincera
es la palabra del Señor y todas sus acciones son leales. El ama la
justicia y el derecho, la tierra llena está de sus bondades. R/.
Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida. R/.
En
el Señor está nuestra esperanza, pues él es nuestra ayuda y nuestro
amparo. Muéstrate bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, hemos
confiado. R/.
SECUENCIA opcional
ACLAMACIÓN Sal 117, 24
R/. Aleluya, aleluya.
Este es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R/.
He visto al Señor y me ha dado este mensaje.
Del santo Evangelio según san Juan: 20, 11-18
El
día de la resurrección, María se había quedado llorando junto al
sepulcro de Jesús. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio dos
ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el
cuerpo de Jesús, uno en la cabecera y el otro junto a los pies. Los
ángeles le preguntaron: "¿Por qué estás llorando, mujer?" Ella les
contestó: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán
puesto".
Dicho
esto, miró hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era
Jesús. Entonces él le dijo: "Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién
buscas?" Ella, creyendo que era el jardinero, le respondió: "Señor, si
tú te lo llevaste, dime dónde lo has puesto". Jesús le dijo: "¡María!"
Ella se volvió y exclamó: "¡Rabuní!", que en hebreo significa ‘maestro’.
Jesús le dijo: "Déjame ya, porque todavía no he subido al Padre. Ve a
decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios’
".
María Magdalena se fue a ver a los discípulos para decirles que había visto al Señor y para darles su mensaje.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe,
Señor, con bondad, estas ofrendas de tu familia santa, para que, con la
ayuda de tu protección, conserve los dones recibidos y llegue a poseer
los eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio I de Pascua
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Col 3, 1-2
Puesto
que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo,
donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; pongan todo el corazón
en los bienes del cielo, no en los de la tierra. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Escúchanos,
Dios todopoderoso, y, ya que colmaste los corazones de tus hijos con la
gracia incomparable del bautismo, prepáranos para alcanzar la felicidad
eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
La despedida se hace como el día de Pascua.
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La experiencia María Magdalena, discípula y seguidora de Jesús, nos enseña que no basta encontrarnos con el Señor simplemente o, mejor dicho, que Él nos encuentre. Es necesario también reconocerle. El “hortelano”, así como los ángeles, le dirigen una misma pregunta: “¿Por qué lloras?” No es una pregunta por mera curiosidad. En ella, María puede expresar sus sentimientos, su deseo de “ver” a Jesús, aunque esté muerto. En ella, nos damos cuenta que la “ausencia” de Jesús causa desconsuelo a todos los que fueron alcanzados por la mirada de su misericordia, que la vida pierde su sentido sin Él, pierde su orientación.
Sin embargo, el “hortelano” le dirige una pregunta más: ¿A quien buscas? Es una pregunta que se dirige no solo a María, sino a los discípulos de todos los tiempos: ¿A quien buscamos? ¿Buscamos a un Dios a nuestra medida, un tapagujeros, o a un Dios que nos interpela, nos supera y nos mueve a buscarle en todos los rincones de la vida? La respuesta a esa pregunta tiene que ver con la consistencia de nuestro compromiso bautismal. Con esa pregunta, Jesús nos enseña que la vida cristiana no es un contenido de doctrinas al que damos nuestro consentimiento, sino un camino de búsqueda que nos lleva por caminos inesperados.
En el relato de hoy, todo cambia con una sola palabra: “¡María!”. Ella sólo fue capaz de reconocer que el “hortelano”, en verdad, era el propio Jesús, porque su nombre fue pronunciado por Él. Como a ella, también hoy Jesús sigue llamándonos por nuestro nombre. El Dios revelado en Jesús no se relaciona con nosotros de modo impersonal. Nos llamar por nuestro nombre, y esto supone identidad para nosotros, que no le somos extraños. En medio del anonimato, en que muchos viven en las ciudades, reconocidos muchas veces por un número de identificación o por un rol que ocupan en la sociedad, descubrimos que Dios conoce a todos sus hijos, se interesa por sus dramas, les llama por su nombre.
La experiencia de María con Jesús nos enseña que Él nos conoce antes que nosotros a Él: “Él nos amó primero”. Solamente cuando Él pronuncia nuestro nombre, como hizo el ministro en nuestro bautismo, nos reconocemos en Él y a Él. La experiencia personal de María con el Resucitado le capacita como testigo frente a los demás. El encuentro con el Resucitado también nos capacitar para ser testigos de vida y esperanza frente a las situaciones de desiluciones y desesperanzas
Ciudad Redonda