LECTURAS DEL LUNES DE LA OCTAVA DE PASCUA 17 DE ABRIL (BLANCO)
"No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me verán".
ANTÍFONA DE ENTRADA
El Señor resucitó, como lo había predicho; llenémonos de gozo y de alegría, porque reina eternamente. Aleluya.
Se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Dios
nuestro, que haces crecer siempre a tu Iglesia dándole nuevos hijos,
concédenos la gracia de vivir de acuerdo con la fe que recibimos en el
sacramento del bautismo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive
y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los
siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
A este Jesús, Dios lo ha resucitado, y de ello somos testigos.
El
día de Pentecostés, se presentó Pedro, junto con los Once, ante la
multitud, y levantando la voz, dijo: "Israelitas, escúchenme. Jesús de
Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes, mediante los
milagros, prodigios y señales que Dios realizó por medio de Él y que
ustedes bien conocen. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios,
Jesús fue entregado, y ustedes utilizaron a los paganos para clavarlo en
la cruz.
Pero
Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, ya que no era
posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio. En efecto, David
dice, refiriéndose a Él: Yo veía constantemente al Señor delante de mí,
puesto que Él está a mí lado para que yo no tropiece. Por eso se alegra
mi corazón y mi lengua se alboroza; por eso también mi cuerpo vivirá en
la esperanza, porque tú, Señor, no me abandonarás a la muerte, ni
dejarás que tu santo sufra la corrupción. Me has enseñado el sendero de
la vida y me saciarás de gozo en tu presencia.
Hermanos,
que me sea permitido hablarles con toda claridad. El patriarca David
murió y lo enterraron, y su sepulcro se conserva entre nosotros hasta el
día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido
con juramento que un descendiente suyo ocuparía su trono, con visión
profética habló de la resurrección de Cristo, el cual no fue abandonado a
la muerte ni sufrió la corrupción. Pues bien, a este Jesús, Dios lo
resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos. Llevado a los cielos
por el poder de Dios, recibió del Padre el Espíritu Santo prometido a Él
y lo ha comunicado, como ustedes lo están viendo y oyendo".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 15
Protégeme,
Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que tú eres mi
Señor. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia; mi vida está
en sus manos. R/.
Bendeciré
al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado, jamás tropezaré. R/.
Por
eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo vivirá tranquilo,
porque tú no me abandonarás a la muerte ni dejarás que sufra yo la
corrupción. R/.
Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti. R/.
SECUENCIA opcional
Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la víctima propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado, que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la vida, triunfante se levanta.
“¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?” “A mi Señor glorioso, la tumba abandonada.
Los ángeles testigos, sudarios y mortaja.¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua”.
Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa.
ACLAMACIÓN (Sal 117, 24)
R/. Aleluya, aleluya.
Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R/.
Después
de escuchar las palabras del ángel, las mujeres se alejaron a toda
prisa del sepulcro, y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar
la noticia a los discípulos. Pero de repente Jesús les salió al
encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y
lo adoraron. Entonces les dijo Jesús: "No tengan miedo. Vayan a decir a
mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me verán".
Mientras
las mujeres iban de camino, algunos soldados de la guardia fueron a la
ciudad y dieron parte a los sumos sacerdotes de todo lo ocurrido. Éstos
se reunieron con los ancianos, y juntos acordaron dar una fuerte suma de
dinero a los soldados, con estas instrucciones: "Digan: ‘Durante la
noche, estando nosotros dormidos, llegaron sus discípulos y se robaron
el cuerpo’. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos
arreglaremos con él y les evitaremos cualquier complicación".
Ellos
tomaron el dinero y actuaron conforme a las instrucciones recibidas.
Esta versión de los soldados se ha ido difundiendo entre los judíos
hasta el día de hoy.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe,
Señor, con bondad, las ofrendas de tu pueblo y haz que, renovados por
la confesión de tu nombre y por el bautismo, consigamos la felicidad
eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio I de Pascua
En
verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte
siempre, Señor, pero más que nunca en este día, en que Cristo, nuestra
Pascua, fue inmolado.
Porque
él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo: muriendo,
destruyó nuestra muerte, y resucitando, restauró la vida.
Por
eso, con esta efusión del gozo pascual, el mundo entero se desborda de
alegría y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles,
cantan sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo …
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Rm 6, 9)
Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no morirá nunca. La muerte ya no tiene dominio sobre El. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que
la gracia de este sacramento pascual fructifique, Señor, en nuestros
corazones para que podamos corresponder a los dones de tu amor, que nos
abrió el camino de la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
La despedida se hace como el día de Pascua.
https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica
En algún momento de la vida, muchos de nosotros hemos tenido fracasos que suponen una prueba a nuestra fe. Con los discípulos de Jesús no fue distinto. La cruz había roto la esperanza que ellos habían depositado en Jesús. La muerte de Jesús en la cruz fue un duro golpe en los discípulos: ¿era verdaderamente el Mesías esperado, el Hijo de Dios? ¿Estaba Dios de su parte o todo fue una falsa ilusión?
Hace tan solo unos días, celebrábamos el misterio de la pasión y muerte de Jesús. Pero algo sucede poco después: la dispersión se cambia en convocación, y el sí de Dios a la vida asume en la Pascua todo su potencial al resucitar a su Hijo Jesucristo. Es con este vigor de la vida que nos acercamos al Evangelio de hoy. En él aparecen dos versiones respecto a la ausencia de Jesús en el sepulcro: la primera, anunciada por las mujeres: “Él ha resucitado verdaderamente y se ha aparecido a nosotras”; la segunda, propagada por los soldados: “los discípulos robaron el cuerpo de Jesús mientras dormíamos”. Es verdad que el sepulcro vacío no es una prueba cabal de la resurrección. Por si solo no basta para engendrar la fe en la resurrección, que es un acto libre y personal: creemos o no creemos.
La resurrección es el núcleo de la fe cristiana, como hemos visto en la primera lectura con el anuncio de Pedro: «Dios resucitó a este Jesús, de lo cual todos nosotros somos testigos» (Hech 2,32). El relato de la aparición de Jesús a las mujeres nos enseña que se llega a la fe por el encuentro con el Resucitado y es Él quien tiene la iniciativa de encontrarnos. La escena evangélica es una bellísima imagen para ser contemplada: “¡Alegraos!”. Sus palabras siguen resonando en nuestro corazón, especialmente cuando la desesperanza acecha nuestra vida y la realidad parece dar razón al fracaso. ¡Alegraos! La experiencia de la resurrección es un encuentro que despierta la alegría en el corazón de los discípulos. En el ser humano bullen instintos de supervivencia. Cargamos en nuestro interior el instinto de plenitud y Jesús, solamente Él, puede darnos lo que intuimos, es decir, que la vida tiene siempre la última palabra.
Quisiera terminar esta reflexión con una invitación del papa Francisco y que, en este tiempo de Pascua, nos invita a acercarnos al misterio: «Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque ‘nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor’. Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el momento para decirle a Jesucristo: ‘Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores’»
Ciudad Redonda