LECTURAS DEL VIERNES DE LA OCTAVA DE PASCUA 21 DE ABRIL (BLANCO)
Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades.
ANTÍFONA DE ENTRADA (Cfr. Sal 77, 53)
El Señor liberó a su pueblo y lo llenó de esperanza, y a sus enemigos los sumergió en el mar. Aleluya.
Se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Dios
todopoderoso y eterno, que estableciste el misterio pascual como
alianza de la reconciliación humana, concédenos manifestar en las obras
lo que celebramos con fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los
siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
Ningún otro puede salvarnos.
Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 4, 1-12
En
aquellos días, mientras Pedro y Juan hablaban al pueblo, se presentaron
los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos,
indignados porque los apóstoles enseñaban al pueblo y anunciaban que la
resurrección de los muertos se había verificado en la persona de Jesús.
Los aprehendieron, y como ya era tarde, los encerraron en la cárcel
hasta el día siguiente. Pero ya muchos de los que habían escuchado sus
palabras, unos cinco mil hombres, habían abrazado la fe.
Al
día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los
ancianos y los escribas, el sumo sacerdote Anás, Caifás, Juan, Alejandro
y cuantos pertenecían a las familias de los sumos sacerdotes. Hicieron
comparecer ante ellos a Pedro y a Juan y les preguntaron: "¿Con qué
poder o en nombre de quién han hecho todo esto?"
Pedro,
lleno del Espíritu Santo, dijo: "Jefes del pueblo y ancianos: Puesto
que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo,
para saber cómo fue curado, sépanlo ustedes y sépalo todo el pueblo de
Israel: este hombre ha quedado sano en el nombre de Jesús de Nazaret, a
quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de entre los muertos.
Este mismo Jesús es la piedra que ustedes, los constructores, han
desechado y que ahora es la piedra angular. Ningún otro puede salvarnos,
porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que
nosotros debamos salvarnos".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 117
R/. La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Aleluya.
Te
damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es
eterna. Diga la casa de Israel: "Su misericordia es eterna". Digan los
que temen al Señor: "Su misericordia es eterna". R/.
La
piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular.
Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente. Éste es el día
del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R/.
Libéranos,
Señor, y danos tu victoria. Bendito el que viene en nombre del Señor.
Que Dios desde su templo nos bendiga. Que el Señor, nuestro Dios, nos
ilumine. R/.
SECUENCIA opcional
ACLAMACIÓN (Sal 117, 24)
Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R/.
Se acercó Jesús, tomó el pan y se lo dio a sus discípulos y también el pescado.
Del santo Evangelio según san Juan: 21, 1-14
En
aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al
lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón
Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los
hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy a
pescar". Ellos le respondieron: "También nosotros vamos contigo".
Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada.
Estaba
amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos
no lo reconocieron. Jesús les dijo: "Muchachos, ¿han pescado algo?"
Ellos contestaron: "No". Entonces Él les dijo: "Echen la red a la
derecha de la barca y encontrarán peces". Así lo hicieron, y luego ya no
podían jalar la red por tantos pescados.
Entonces
el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: "Es el Señor". Tan
pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la
cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los
otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los
pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros.
Tan
pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un
pescado y pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos pescados de los que
acaban de pescar". Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró
hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento
cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red.
Luego les dijo Jesús: "Vengan a almorzar". Y ninguno de los discípulos
se atrevía a preguntarle: `¿Quién eres?’, porque ya sabían que era el
Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado.
Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor,
realiza bondadoso en nosotros el intercambio de este sacrificio
pascual, para que pasemos de los afectos terrenos al deseo de los bienes
del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio I de Pascua (en este día)
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Cfr. Jn 21, 12-13)
Dijo Jesús a sus discípulos: Vengan a comer. Y tomó un pan y lo repartió entre ellos. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Protege,
Señor, con amor constante a quienes has salvado, para que, una vez
redimidos por la pasión de tu Hijo, se llenen ahora de alegría por su
resurrección. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
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En el mar de Galilea se hace escenario de la última aparición de Jesús a sus discípulos en el evangelio de San Juan. Como en otros de las apariciones, es común que Jesús sea reconocido e identificado cuando expresa, por los gestos de acogida, por la calidez de su palabra y la mesa compartida, su conducta amorosa con los discípulos. La iniciativa es suya. La cita se da en el mismo lugar donde los discípulos dejaron sus redes y le siguieron. Es un volver a la experiencia del amor primero, hacia aquel momento que supuso un cambio radical en la vida de aquellos pescadores de Galilea.
La experiencia pascual está estrechamente relacionada a este volver a los orígenes. Es allí donde Jesús quiere encontrarnos: en nuestra vida cotidiana, en nuestros quehaceres, en la normalidad de la vida. Él desea transformar la rutina de nuestra existencia en verdaderos sacramentos de su presencia.
Aunque la Eucaristía es el momento privilegiado de encuentro de la comunidad con el Señor que la reúne, también podemos hacer de nuestras actividades momentos sacramentales, donde la novedad del encuentro con Jesús vence nuestro cansancio y nuestro desánimo. Salir a pescar a noche equivale a no tener presente al Señor, a realizar la actividad al modo humano, creyendo en la propias fuerzas. La noche infructuosa simboliza la ausencia de Jesús. La pesca de Pedro y de los otros discípulos cambia radicalmente cuando amanece el día y Jesús se hace presente. La mañana recuerda el momento de la resurrección.
Con eso, san Juan nos enseña que la misión tiene que estar ungida por la resurrección. No basta nuestra iniciativa, no es suficiente el uso de los mejores recursos si no contamos con la presencia de Jesús. Muchas actividades pastorales y misioneras resultan infructíferas porque se planea todo, pero falta lo esencial: la presencia de Jesús que confirma la misión.
Pidamos al Señor la gracia de esperar en Él, especialmente cuando las noches de nuestra existencia nos hagan desanimar. Pidámosle que nos enseñe a confiar en su palabra y que nos libere de nuestra autosuficiencia .