LECTURAS DEL DOMINGO II DE LA OCTAVA DE PASCUA O DE LA DIVINA MISERICORDIA 23 DE ABRIL (BLANCO)
"¡Señor mío y Dios mío!" Jesús añadió: "Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto".
ANTÍFONA DE ENTRADA 1 P 2, 2
Como niños recién nacidos, anhelen una leche pura y espiritual que los haga crecer hacia la salvación. Aleluya.
Se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Dios
de eterna misericordia, que reanimas la fe de este pueblo a ti
consagrado con la celebración anual de las fiestas pascuales, aumenta en
nosotros los dones de tu gracia, para que todos comprendamos mejor la
excelencia del bautismo que nos ha purificado, la grandeza del Espíritu
que nos ha regenerado y el precio de la Sangre que nos ha redimido. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
Los creyentes vivían unidos y todo lo tenían en común.
Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 2, 42-47
En
los primeros días de la Iglesia, todos los que habían sido bautizados
eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la
comunión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones. Toda la
gente estaba llena de asombro y de temor, al ver los milagros y
prodigios que los apóstoles hacían en Jerusalén.
Todos
los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común. Los que eran
dueños de bienes o propiedades los vendían, y el producto era
distribuido entre todos, según las necesidades de cada uno. Diariamente
se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos,
con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y toda la gente los
estimaba. Y el Señor aumentaba cada día el número de los que habían de
salvarse.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 117
R/. La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.
Diga
la casa de Israel: "Su misericordia es eterna". Diga la casa de Aarón:
"Su misericordia es eterna". Digan los que temen al Señor: "Su
misericordia es eterna". R/.
Querían a empujones derribarme, pero Dios me ayudó. El Señor es mi fuerza y mi alegría, en el Señor está mi salvación R/.
La
piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular.
Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente. Éste es el día
del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R/.
La resurrección de Cristo nos da la esperanza de una vida nueva.
De la primera carta del apóstol san Pedro: 1, 3-9
Bendito
sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, por su gran misericordia,
porque al resucitar a Jesucristo de entre los muertos, nos concedió
renacer a la esperanza de una vida nueva, que no puede corromperse ni
mancharse y que él nos tiene reservada corno herencia en el cielo.
Porque ustedes tienen fe en Dios, Él los protege con su poder, para que
alcancen la salvación que les tiene preparada y que Él revelará al final
de los tiempos.
Por
esta razón, alégrense, aun cuando ahora tengan que sufrir un poco por
adversidades de todas clases, a fin de que su fe, sometida a la prueba,
sea hallada digna de alabanza, gloria y honor, el día de la
manifestación de Cristo. Porque la fe de ustedes es más preciosa que el
oro, y el oro se acrisola por el fuego. A Cristo Jesús no lo han visto
y, sin embargo, lo aman; al creer en Él ahora, sin verlo, se llenan de
una alegría radiante e indescriptible, seguros de alcanzar la salvación
de sus almas, que es la meta de la fe.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
SECUENCIA opcional
Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la víctima propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado, que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la vida, triunfante se levanta.
“¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?” “A mi Señor glorioso, la tumba abandonada.
Los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua”.
Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa.
ACLAMACIÓN Jn 20, 29
R/. Aleluya, aleluya.
Tomás, tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haberme visto, dice el Señor. R/.
Ocho días después, se les apareció Jesús.
Del santo Evangelio según san Juan: 20, 19-31
Al
anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de
la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se
presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes".
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos
vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: "La
paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío
yo". Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Reciban el
Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán
perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar".
Tomás,
uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando
vino Jesús, y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor".
Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y
si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su
costado, no creeré".
Ocho
días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás
estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les
dijo: "La paz esté con ustedes". Luego le dijo a Tomás: "Aquí están mis
manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas
dudando, sino cree". Tomás le respondió: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús
añadió: "Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber
visto".
Otros
muchos signos hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están
escritos en este libro. Se escribieron éstos para que ustedes crean que
Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida
en su nombre.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Se dice Credo.
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos a Jesús resucitado, vida y esperanza de la humanidad entera. Después de cada petición diremos:
Jesús resucitado, escúchanos.
Por la Iglesia, por sus pastores. Que sean testigos auténticos de Cristo resucitado en medio del pueblo de Dios. Oremos.
Por los obispos mexicanos. Que Cristo resucitado los asista en su reunión de esta semana. Oremos.
Por
las vocaciones a la vida sacerdotal, diaconal y religiosa. Que sean
muchos los que respondan a la llamada del Señor, especialmente en los
países de misión. Oremos.
Por
los que no creen en Jesús, o necesitan pruebas y no las encuentran. Que
lleguen a descubrir el amor de Dios, y encuentren la felicidad de los
que creemos sin haber visto. Oremos.
Por
los trabajadores, especialmente los que más sufren los efectos de la
crisis. Que los responsables de la política y la economía hagan todo lo
posible para que toda persona pueda vivir dignamente. Oremos.
Por
todos nosotros, reunidos como cada domingo, convocados por Cristo
resucitado. Que él mismo nos dé la alegría, la paz, la fuerza de su
Espíritu. Oremos.
Escucha,
Jesús resucitado, nuestras oraciones, y derrama tu amor sobre nosotros.
Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe,
Señor, las ofrendas de tu pueblo (y de los recién bautizados), para
que, renovados por la confesión de tu nombre y por el bautismo,
consigamos la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio I de Pascua (en este día)
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Jn 20, 27
Jesús dijo a Tomás: Acerca tu mano, toca los agujeros que dejaron los clavos y no seas incrédulo, sino creyente. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios
todopoderoso, concédenos que la gracia recibida en este sacramento
pascual permanezca siempre en nuestra vida. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
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El Evangelio de hoy no es un relato pascual más. No se trata sólo de contarnos cómo Jesús se apareció, después de muerto, a los discípulos de diversas maneras. El Evangelio de hoy nos muestra una forma diferente de encontrarnos con Jesús resucitado, de llegar a sentir la esperanza y la vida nueva que su Resurrección representa para nosotros.
Tomás es el personaje que nos permite conocer ese camino nuevo. Es precisamente la incredulidad de Tomás la que nos permite descubrir ese camino nuevo, con una luz diferente que nos permite descubrir el verdadero ser de Dios, manifestado en Jesús de Nazaret. Es un camino que nos saca de las veredas habituales y rutinarias para deslumbrarnos con otra posibilidad de vivir de otra manera: al modo de Dios.
Las palabras de Tomás –“Si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en el costado, no creo”– le dan pie a Jesús en el Evangelio para lanzarnos un desafío: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado”. Es el Resucitado el que habla así. Pero se refiere a su cuerpo dolorido, torturado, sangrante. Se refiere a sus heridas abiertas. Una vez más la cruz y el sufrimiento se cruzan en el camino del cristiano que lleva a la resurrección. Jesús Resucitado se manifiesta precisamente al meter la mano en las heridas del Jesús muerto, del Jesús que ha recogido en su cuerpo torturado todo el dolor del mundo y de la historia, de aquellos a los que les ha tocado siempre la peor parte de esta historia nuestra.
Tocar las heridas de nuestros hermanos
Quizá éste sea el mensaje central del Evangelio de este segundo domingo de Pascua. Al Jesús Resucitado no le encontramos en la paz de las iglesias. Hay que salir a lo hondo de este mundo. Hay que meter la mano en las heridas de la historia. Hay que acercarse a los que les ha tocado la peor parte, a los pobres, a los marginados de todo tipo, a los que sufren por cualquier razón. Ahí, tocando la cruz, controlando la repulsión que podemos sentir, es como nos encontramos con el Señor Resucitado, con el Jesús al que el Padre ha devuelto la vida. Acercándonos a los lugares oscuros de la historia, donde el pecado, el dolor y la muerte están demasiado presentes, donde aparentemente no cabe la esperanza, es como encontraremos al que es la fuente de toda esperanza, al que nos hace mirar más allá de la muerte, con una perspectiva que no es la de los hombres sino la perspectiva de Dios.
Tocando las heridas de nuestros hermanos y hermanas, será como podremos escuchar de los labios del mismo Jesús la palabra que sanará nuestro corazón: “Paz a vosotros”. En medio del dolor de nuestros hermanos, asumido como nuestro, podremos escuchar la palabra de Pedro en la segunda lectura. Sabremos que hemos nacido de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible y nos sentiremos capaces de vivir con alegría, aunque nos toque sufrir en pruebas diversas.
Escuchar a Jesús, allá donde nos habla
Sintiendo a todos los hombres y mujeres como hermanos y hermanas en el corazón, seremos capaces de recrear aquella comunidad primera en la que todos vivían unidos y lo tenían todo en común. Como nos decía la Gaudium et Spes en su primer párrafo: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo.” Y ahí precisamente es donde experimentamos a Jesús Resucitado y escuchamos una vez más su voz, que nos llena de esperanza.
ciudad redonda