LECTURAS DEL LUNES SANTO 10 DE ABRIL (MORADO)
María tomó entonces una libra de perfume de nardo auténtico, muy costoso, le ungió a Jesús los pies con él.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 34, 1-2; Sal 139, 8
Juzga,
Señor, a los que me hacen daño, ataca a los que me atacan, toma las
armas y el escudo, levántate y ven en mi ayuda. Señor, mi fuerza de
salvación.
ORACIÓN COLECTA
Te
rogamos, Dios todopoderoso, que quienes desfallecemos a causa de
nuestra debilidad, nos recuperemos gracias a la pasión de tu Unigénito.
El, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
No gritará ni hará oír su voz en las plazas.
Del libro del profeta Isaías 42, 1-7
Miren
a mi siervo, a quien sostengo, a mi elegido, en quien tengo mis
complacencias. En Él he puesto mi espíritu, para que haga brillar la
justicia sobre las naciones. No gritará ni clamará, no hará oír su voz
en las plazas, no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que
aún humea. Proclamará la justicia con firmeza, no titubeará ni se
doblegará, hasta haber establecido el derecho sobre la tierra y hasta
que las islas escuchen su enseñanza.
Esto
dice el Señor Dios, el que creó el cielo y lo extendió, el que dio
firmeza a la tierra, con lo que en ella brota; el que dio el aliento a
la gente que habita la tierra y la respiración a cuanto se mueve en
ella: "Yo, el Señor, fiel a mi designio de salvación, te llamé, te tomé
de la mano; te he formado y te he constituido alianza de un pueblo, luz
de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los
cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 26
R. El Señor es mi luz y mi salvación.
El
Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor
es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar? R. Cuando me
asaltan los malvados para devorarme, ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen. R.
Aunque
se lance contra mí un ejército, no temerá mi corazón; aun cuando hagan
la guerra contra mí, tendré plena confianza en el Señor. R.
La bondad del Señor espero ver en esta misma vida. Ármate de valor y fortaleza y en el Señor confía. R.
ACLAMACIÓN
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor Jesús, rey nuestro, sólo tú has tenido compasión de nuestras faltas. R.
Déjala. Esto lo tenía guardado para el día de mi sepultura.
Seis
días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a
quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una
cena; Martha servía y Lázaro era uno de los que estaban con Él a la
mesa. María tomó entonces una libra de perfume de nardo auténtico, muy
costoso, le ungió a Jesús los pies con él y se los enjugó con su
cabellera, y la casa se llenó con la fragancia del perfume.
Entonces
Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que iba a entregar a Jesús,
exclamó: "¿por qué no se ha vendido ese perfume en trescientos denarios
para dárselos a los pobres?" Esto lo dijo, no porque le importaran los
pobres, sino porque era ladrón, y como tenía a su cargo la bolsa, robaba
lo que echaban en ella.
Entonces
dijo Jesús: "Déjala. Esto lo tenía guardado para el día de mi
sepultura; porque a los pobres los tendrán siempre con ustedes, pero a
mí no siempre me tendrán". Mientras tanto, la multitud de judíos, que se
enteró de que Jesús estaba allí, acudió, no sólo por Jesús, sino
también para ver a Lázaro, a quien el Señor había resucitado de entre
los muertos. Los sumos sacerdotes deliberaban para matar a Lázaro,
porque a causa de él, muchos judíos se separaban y creían en Jesús.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Mira
con bondad, Señor, los sagrados misterios que estamos celebrando y ya
que en tu misericordia dispusiste que nos sirvieran para desechar
nuestros falsos criterios, concédenos que nos ayuden a producir
verdaderos frutos de vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio II de la Pasión del Señor
ANTÍFONA DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
No apartes tu rostro de mí. En el día de mi tribulación, inclina a mí tu oído, y, siempre que te invoque, respóndeme enseguida.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Visita,
Señor, a tu pueblo y protege con tu constante amor a quienes has
santificado por estos misterios, para que recibamos de tu misericordia y
conservemos con tu protección, los auxilios para nuestra salvación
eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE EL PUEBLO
Opcional
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Hoy, lunes santo, se nos propone en la Liturgia de la Palabra, el relato de la cena de Jesús en casa de los amigos de Betania, después de que Lázaro fue resucitado portentosamente. De hecho, desde hoy hasta el jueves, inclusive, el contexto de todos los evangelios se ubica en una mesa de banquete. En el mundo judío, el gesto de comer juntos es una expresión de comunión interhumana, e incluso, divina. En las comidas se establecían alianzas, se sellaban tratos, se fortalecían amistades. El motivo de la cena en la casa de Betania es celebrar la vida de Lázaro.
Mientras comían, María, tomó una libra de perfume de nardo puro muy valioso, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. El gesto femenino, cargado de agradecimiento, revela el gran aprecio que siente esta familia por Jesús. Festejan a Aquél que ha sido el consuelo de los pobres, de los enfermos y los afligidos del pueblo. Su ofrenda votiva se convierte, sin pretenderlo, en un servicio de amor al cuerpo de Jesús que en el calvario será martirizado cruelmente. El siervo de los pobres recibe, de manos de esta mujer, el tributo de un verdadero rey.
Sin embargo, este servicio fragante a la persona de Jesús, se ve contrastado por el cálculo egoísta de Judas, que piensa sólo en su bolsillo. Jesús nos llama a servir por amor a los demás, no por ansia de riqueza u honores efímeros. A los pobres los tendremos siempre en medio de nuestras comunidades, y a ellos debemos servirles siempre con la misma entrega de nuestro Maestro; no esperando nunca recompensas para figurar en sociedad.
María de Betania es figura de la Iglesia que sirve al Señor con su hospitalidad y acogida. Su gesto amoroso nos recuerda que constantemente debemos honrar a Dios con el buen aroma de las obras de la fe, y que debemos sanar los cuerpos heridos de los hermanos con el bálsamo de la misericordia. Para un cristiano servir al Señor presente realmente en los pobres es un imperativo de nuestra vocación, no un negocio que deba resolver nuestro estatus social ni nuestras finanzas personales; así lo propone Jesús: “Hagan el bien, y den prestado sin esperar nada a cambio. Así será grande su recompensa, y ustedes serán hijos del Dios altísimo, que es también bondadoso con los desagradecidos y los malos” (Lucas 6, 35). Permitamos que el amor divino se arraigue profundamente en nuestros corazones y sigamos con decisión al Siervo de los pobres en la hora de su pasión.
Ciudad Redonda