LECTURAS DEL JUEVES SANTO MISA VESPERTINA DE LA CENA DEL SEÑOR 13 DE ABRIL (BLANCO)
Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan.
Misa vespertina de la Cena del Señor
Según una antiquísima tradición de la Iglesia, en este día se prohíben todas las Misas sin asistencia del pueblo.
En
la tarde, a la hora más oportuna, se celebra la Misa de la Cena del
Señor, con la participación de toda la comunidad local y con la
intervención, según su propio oficio, de todos los sacerdotes y
ministros.
Los
sacerdotes que hayan celebrado ya en la Misa del Santo Crisma o por
alguna razón pastoral, pueden concelebrar en la Misa vespertina. Donde
lo pida el bien de la comunidad, el Ordinario del lugar puede permitir
que se celebre otra Misa en la tarde en templos u oratorios públicos o
semipúblicos; y en caso de verdadera necesidad, aun en la mañana, pero
solamente en favor de los fieles que de ninguna manera puedan asistir a
la Misa de la tarde. Téngase cuidado, sin embargo, de que estas
celebraciones no se hagan en provecho de personas particulares y de que
no sean en perjuicio de la asistencia a la Misa vespertina principal. La
sagrada Comunión se puede distribuir a los fieles sólo dentro de la
Misa; pero a los enfermos se les puede llevar a cualquier hora del día.
Los fieles que hayan comulgado en la mañana en la Misa del Santo Crisma, pueden comulgar de nuevo en la Misa de la tarde.
RITOS INICIALES Y LITURGIA DE LA PALABRA
1.
El sagrario debe estar completamente vacío. Conságrense en esta Misa
suficientes hostias, de modo que alcancen para la Comunión del clero y
del pueblo, hoy y mañana.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Gal 6, 14
Debemos
gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, porque en él está
nuestra salvación, nuestra vida y nuestra resurrección, y por él fuimos
salvados y redimidos.
2.
Se dice Gloria. Mientras se canta este himno, se tocan las campanas.
Terminado el canto, las campanas no vuelven a tocarse hasta la Vigilia
Pascual, a no ser que la Conferencia Episcopal o el Ordinario dispongan
otra cosa.
ORACIÓN COLECTA
Dios
nuestro, reunidos para celebrar la santísima Cena en la que tu Hijo
unigénito, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el nuevo
y eterno sacrificio, banquete pascual de su amor, concédenos que, de
tan sublime misterio, brote para nosotros la plenitud del amor y de la
vida. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Prescripciones sobre la cena pascual.
Del libro del Éxodo: 12, 1-8. 11-14
En
aquellos días, el Señor les dijo a Moisés y a Aarón en tierra de
Egipto: "Este mes será para ustedes el primero de todos los meses y el
principio del año. Díganle a toda la comunidad de Israel: ‘El día diez
de este mes, tomará cada uno un cordero por familia, uno por casa. Si la
familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con los
vecinos y elija un cordero adecuado al número de personas y a la
cantidad que cada cual pueda comer. Será un animal sin defecto, macho,
de un año, cordero o cabrito.
Lo
guardarán hasta el día catorce del mes, cuando toda la comunidad de los
hijos de Israel lo inmolará al atardecer. Tomarán la sangre y rociarán
las dos jambas y el dintel de la puerta de la casa donde vayan a comer
el cordero. Esa noche comerán la carne, asada a fuego; comerán panes sin
levadura y hierbas amargas. Comerán así: con la cintura ceñida, las
sandalias en los pies, un bastón en la mano y a toda prisa, porque es la
Pascua, es decir, el paso del Señor.
Yo
pasaré esa noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los
primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados.
Castigaré a todos los dioses de Egipto, yo, el Señor. La sangre les
servirá de señal en las casas donde habitan ustedes. Cuando yo vea la
sangre, pasaré de largo y no habrá entre ustedes plaga exterminadora,
cuando hiera yo la tierra de Egipto.
Ese
día será para ustedes un memorial y lo celebrarán como fiesta en honor
del Señor. De generación en generación celebrarán esta festividad, como
institución perpetua"’.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 115
¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el cáliz de salvación e invocaré el nombre del Señor. R/.
A
los ojos del Señor es muy penoso que mueran sus amigos. De la muerte,
Señor, me has librado, a mí, tu esclavo e hijo de tu esclava. R/.
Te ofreceré con gratitud un sacrificio e invocaré tu nombre. Cumpliré mis promesas al Señor ante todo su pueblo. R/.
Cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor.
De la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios: 11, 23-26
Hermanos:
Yo recibí del Señor lo mismo que les he trasmitido: que el Señor Jesús,
la noche en que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, y
pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi cuerpo,
que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía".
Lo
mismo hizo con el cáliz después de cenar, diciendo: "Este cáliz es la
nueva alianza que se sella con mi sangre. Hagan esto en memoria mía
siempre que beban de él".
Por eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN Jn 13, 34
R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús
Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. R/.
Los amó hasta el extremo.
Del santo Evangelio según san Juan: 13, 1-15
Antes
de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de
pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban
en el mundo, los amó hasta el extremo.
En
el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el
corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús,
consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y
sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la
mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó
agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a
secárselos con la toalla que se había ceñido.
Cuando
llegó a Simón Pedro, éste le dijo: "Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los
pies?" Jesús le replicó: "Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes
ahora, pero lo comprenderás más tarde". Pedro le dijo: "Tú no me lavarás
los pies jamás". Jesús le contestó: "Si no te lavo, no tendrás parte
conmigo". Entonces le dijo Simón Pedro: "En ese caso, Señor, no sólo los
pies, sino también las manos y la cabeza". Jesús le dijo: "El que se ha
bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está
limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos". Como sabía quién lo
iba a entregar, por eso dijo: ‘No todos están limpios’.
Cuando
acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa
y les dijo: "¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me
llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy
el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben
lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo
que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
3.
En la homilía se exponen los grandes hechos que se recuerdan en esta
Misa, es decir, la institución de la Sagrada Eucaristía y del Orden
Sacerdotal y el mandato del Señor sobre la caridad fraterna. Después de
la homilía, donde lo aconseje el bien pastoral, se lleva a cabo el
lavatorio de los pies.
LAVATORIO DE LOS PIES
4.
Los varones designados para el rito van, acompañados por los ministros,
a ocupar los asientos preparados para ellos en un lugar visible.
El
celebrante, quitada la casulla si es necesario, se acerca a cada una de
las personas designadas y, con la ayuda de los ministros, les lava los
pies y se los seca.
5. Mientras tanto, se canta alguna de las siguientes antífonas o algún canto apropiado.
ANTÍFONA PRIMERA Cfr. Jn 13, 4. 5. 15
El Señor se levantó de la mesa, echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de sus discípulos para darles ejemplo.
ANTÍFONA SEGUNDA Cfr. Jn 13, 12. 13. 15
El
Señor Jesús, después de haber cenado con sus discípulos, lavó sus pies y
les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes, yo, el Señor y
el Maestro? Les he dado ejemplo, para que también ustedes lo hagan”.
ANTÍFONA TERCERA Jn 13, 6. 7. 8
Señor, ¿pretendes tú, lavarme a mí los pies?
Jesús le respondió:
Si no te lavo los pies, no tendrás nada que ver conmigo.
V. Fue Jesús hacia Simón Pedro y éste le dijo:
— Señor…
V. Lo que yo estoy haciendo, tú no lo entiendes ahora; lo entenderás más tarde.
— Señor…
ANTÍFONA CUARTA Cfr. Jn 13, 14
Si
yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, ¡con cuánta
mayor razón ustedes deben lavarse los pies unos a otros!
ANTÍFONA QUINTA (Jn 13, 35)
En esto reconocerán todos que ustedes son mis discípulos: en que se amen los unos a los otros.
V. Jesús dice a sus discípulos:
— En esto reconocerán todos…
ANTÍFONA SEXTA Jn 13, 34
Este nuevo mandamiento les doy: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado, dice el Señor.
ANTÍFONA SÉPTIMA 1 Co 13, 13
Que permanezcan en ustedes la fe, la esperanza y el amor; pero la mayor de estas tres virtudes es el amor.
V. Ahora tenemos la fe, la esperanza y el amor; pero la mayor de estas tres virtudes es el amor.
— Que permanezcan…
6.
Inmediatamente después del lavatorio de los pies o, si éste no tuvo
lugar, después de la homilía, se hace la Oración universal.
No se dice Credo.
PLEGARIA UNIVERSAL
Supliquemos,
hermanos, a Cristo, el Ungido de Dios, en cuyas manos el Padre ha
puesto todas las cosas, y pidámosle que escuche nuestra oración:
Para
que todos los cristianos sepan seguir el ejemplo de humildad del Señor,
que lavó los pies de sus discípulos, e imiten la bondad de aquel que
aceptó las lágrimas de Pedro, que lo había negado, roguemos al Señor.
Para
que nuestro obispo N., y sus presbíteros, que en estos días han
recordado el inicio de su ministerio y han renovado sus promesas, vivan
plenamente conforme a Jesús y sean siempre fieles a lo que en su
ordenación prometieron, roguemos al Señor.
Para
que el Señor, que se entregó a la muerte para reunir a los hijos de
Dios que estaban dispersos, inspire sentimientos de conversión a los que
por el pecado o la indiferencia se han alejado de la Iglesia, roguemos
al Señor.
Para
que los enfermos, al ser ungidos con el óleo de la salvación que
nuestro obispo acaba de consagrar, experimenten la protección del Señor y
sientan mejora en su enfermedad y alivio en sus dolores, roguemos al
Señor.
Para
que el Señor, que con su humillación nos exalta, con su entrega nos
merece el perdón, con su sangre nos purifica y con su carne nos
alimenta, ilumine también nuestras mentes para que comprendamos y amemos
los misterios que hoy conmemoramos, roguemos al Señor.
Señor
Jesucristo, ya que mientras vivimos aún en este mundo, nos invitas a
participar en la mesa que es imagen del banquete eterno, escucha nuestra
oración y haz que los que ahora nos reunimos para celebrar el
sacramento de tu triunfo podamos ser también tus comensales en el
banquete de la Pascua eterna. Tú, que vives y reinas por los siglos de
los siglos.
LITURGIA EUCARÍSTICA
7.
Al comienzo de la Liturgia Eucarística, puede organizarse una procesión
de los fieles, en la que se lleven dones para los pobres. Mientras
tanto, se canta el siguiente himno "Ubi caritas est vera" (A Dios
siempre lo encontramos donde hay amor) u otro cántico apropiado.
Ant. A Dios siempre lo encontramos donde hay amor.
El amor de Jesucristo nos ha unido, ha llenado nuestras almas de alegría. Abstengámonos, por lo tanto, de ofenderlo y aprendamos a encontrarlo en nuestro hermano.
Ant. A Dios siempre lo encontramos donde hay amor.
Ya que estamos en Cristo congregados, que ya nada pueda nunca separarnos. Cesen ya los rencores y las guerras, y que en Cristo nos miremos como hermanos.
Ant. A Dios siempre lo encontramos donde hay amor.
Haz que todos merezcamos en el cielo, con los ángeles y santos, ver tu rostro. Cumpliremos así todo nuestro anhelo, y darás a nuestras almas gozo eterno. Amén.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Concédenos,
Señor, participar dignamente en esta Eucaristía, porque cada vez que
celebramos el memorial de la muerte de tu Hijo, se realiza la obra de
nuestra redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO I DE LA EUCARISTÍA
En
verdad es justo y necesario, es nuestro deber y fuente de salvación
darte gracias y alabarte siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
El
cual, verdadero y eterno sacerdote, al instituir el sacramento del
sacrificio perdurable, se ofreció a ti como víctima salvadora, y nos
mandó que lo ofreciéramos como memorial suyo.
Cuando
comemos su carne, inmolada por nosotros, quedamos fortalecidos; y
cuando bebemos su sangre, derramada por nosotros, quedamos limpios de
nuestros pecados.
Por
eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros
celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo,
Santo…
Si se usan las Plegarias eucarísticas II o III, nótese la referencia que se hace de esta Misa.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (1 Co 11, 24. 25)
Éste
es mi Cuerpo, que se da por ustedes. Este cáliz es la nueva alianza
establecida por mi Sangre; cuantas veces lo beban, háganlo en memoria
mía, dice el Señor.
8.
Después de distribuir la Comunión, se deja sobre el altar un copón con
hostias para la Comunión del día siguiente, y se termina la Misa con
esta oración.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor,
tú que nos permites disfrutar en esta vida de la Cena instituida por tu
Hijo, concédenos participar también del banquete celestial en tu Reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
TRASLACIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO
9.
Dicha la oración después de la Comunión, el sacerdote, de pie ante el
altar, pone incienso en el incensario y, arrodillado, inciensa tres
veces al Santísimo Sacramento. Enseguida recibe el paño de hombros, toma
en sus manos el copón y lo cubre con las extremidades del paño.
10.
Se forma entonces la procesión para llevar al Santísimo Sacramento a
través del templo, hasta el sitio donde se le va a guardar. Va adelante
un acólito con la cruz alta; otros acólitos acompañan al Santísimo
Sacramento con ciriales e incienso. El lugar de depósito debe estar
preparado en alguna capilla convenientemente adornada. Durante la
procesión, se canta el himno "Pange lingua" (excepto las dos últimas
estrofas) o algún otro canto eucarístico.
11.
Al llegar la procesión al lugar donde va a depositarse el Santísimo
Sacramento, el sacerdote deposita el copón y, poniendo de nuevo incienso
en el incensario, lo inciensa arrodillado, mientras se canta la parte
final del himno "Tantum ergo". Enseguida se cierra el tabernáculo o la
urna del depósito.
12. Después de unos momentos de adoración en silencio, el sacerdote y los ministros hacen genuflexión y vuelven a la sacristía.
13.
Enseguida se desnuda el altar y, si es posible, se quitan del templo
las cruces. Si algunas no se pueden quitar, es conveniente que queden
cubiertas con un velo.
14. Quienes asistieron a la Misa vespertina no están obligados a rezar Vísperas.
15.
Exhórtese a los fieles, según las circunstancias y costumbres del
lugar, a dedicar alguna parte de su tiempo, en la noche, a la adoración
delante del Santísimo Sacramento. Esta adoración, después de la media
noche, hágase sin solemnidad.
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Celebramos hoy, con la Misa de la Cena del Señor, el inicio del Triduo Pascual. Jesús nos prometió que no nos dejaría solos, afirmando que estaría con nosotros hasta el fin de los tiempos. Una de las muestras de esta compañía misericordiosa del Señor a través de los siglos es su presencia eucarística. Él está allí ofreciéndonos alimento, fortaleza, vida eterna y unión plena en el amor divino.
Considero que como cristianos aún no caemos en la cuenta de la grandeza de esta promesa y de esta presencia del Señor en la Eucaristía. Pasamos de largo e indiferentes ante la mesa de Cristo que ofrece este banquete exquisito gratuitamente. No consideramos que nuestra existencia puede ser transformada progresivamente si comemos del Pan Vivo bajado del cielo. Estamos llamado a comer y adorar a Cristo presente en la Eucaristía. En Él nos revitalizamos para vivir el amor generoso, sacrificado y compasivo en nuestras relaciones.
El lavatorio de los pies despierta en nosotros el deseo de servir y de comunicar a los demás la vida nueva que brota del Evangelio, pues el Señor nos ha dado este signo como el distintivo del discipulado: “Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes” (Jn 13, 15). Viviendo de esta forma nos unimos indisolublemente a Cristo y su causa a favor de los pobres, la vida y la fraternidad.
Ostentar el poder ante los demás, quedar mejor que los vecinos, colgar etiquetas a los que son distintos… son algunas de las inquietudes que la sociedad nos exige y que solemos hacer nuestras. Por otra parte, sentirse superior que los demás, compararse con los otros, siempre ha sido una tendencia negativa del ser humano que enfrenta las personas unas con otras en las ideas, las culturas, las maneras de expresarse y las ideologías. Vivimos envueltos en un cascarón de vida que se rompe con facilidad a la hora de la prueba.
Una pregunta que obligatoriamente nos deberíamos hacer hoy es ¿qué somos capaces de dar nosotros? Sabemos que no se trata sólo de unas monedas, y menos si son las que sobran. Es compartir con nuestra familia y con nuestro prójimo tiempo, cariño, escucha, apoyo, sabiduría, alegría, fe, acogida, atención. Dice el maestro espiritual M. Quoist: “Tengo miedo de lo que doy, pues me esconde lo que no doy”. ¿Qué no somos capaces de dar todavía? Ojalá que como Jesús seamos generosos y demos la vida entera por el Reino, sin esperar recompensas que se lleva el viento.
Ciudad Redonda