LECTURAS DEL MIÉRCOLES SANTO 12 DE ABRIL (MORADO)
"Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme".
ANTÍFONA DE ENTRADA Flp 2, 10. 8. 11
Que
al nombre de Jesús, toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra y
en los abismos, porque el Señor se hizo obediente hasta la muerte, y una
muerte de cruz. Por eso Jesucristo es el Señor para gloria de Dios
Padre.
ORACIÓN COLECTA
Padre
misericordioso, que para librarnos del poder del enemigo quisiste que
tu hijo sufriera por nosotros el suplicio de la cruz, concédenos
alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
No apartaré mi rostro de los insultos.
En
aquel entonces, dijo Isaías: "El Señor me ha dado una lengua experta,
para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento. Mañana tras
mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como
discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto
resistencia, ni me he echado para atrás. Ofrecí la espalda a los que me
golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi
rostro a los insultos y salivazos. Pero el Señor me ayuda, por eso no
quedaré confundido, por eso endureció mi rostro como roca y sé que no
quedaré avergonzado. Cercano está de mí el que me hace justicia, ¿quién
luchará contra mí? ¿Quién es mi adversario? ¿Quién me acusa? Que se me
enfrente. El Señor es mi ayuda, ¿quién se atreverá a condenarme?
Palabra, de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo 68
R. Por tu bondad, Señor, socórreme.
Por
ti he sufrido injurias y la vergüenza cubre mi semblante. Extraño soy y
advenedizo, aun para aquellos de mi propia sangre: pues me devora el
celo de tu casa, el odio del que te odia, en mí recae. R.
La
afrenta me destroza el corazón y desfallezco. Espero compasión y no la
hallo: Busco consoladores y no los encuentro. En mi comida me echaron
hiel, para mi sed me dieron vinagre. R.
En
mi cantar exaltaré tu nombre, proclamaré tu gloria, agradecido. Se
alegrarán al verlo los que sufren, quienes buscan a Dios tendrán más
ánimo, porque el Señor jamás desoye al pobre, ni olvida al que se
encuentra encadenado. R.
ACLAMACIÓN
Señor Jesús, Rey nuestro, para obedecer al Padre, quisiste ser llevado a la cruz como manso cordero al sacrificio. R.
¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado!
Del santo Evangelio según san Mateo 26, 14-25
En
aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los
sumos sacerdotes y les dijo: ¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?"
Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento
andaba buscando una oportunidad para entregárselos. El primer día de la
fiesta de los panes Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le
preguntaron: "¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?" El
respondió: "Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: `El Maestro
dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos
en tu casa’.
Ellos
hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de
Pascua. Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce y mientras
cenaban, les dijo: "Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme".
Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno:
"¿Acaso soy yo, Señor?" Él respondió: "El que moja su pan en el mismo
plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir,
como está escrito de Él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre
va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido".
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: "¿Acaso soy yo
Maestro?" Jesús le respondió: "Tú lo has dicho".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe,
Señor, los dones que te presentamos y concédenos que la pasión de tu
Hijo, que celebramos en este sacramento, fructifique plenamente en
nuestra vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR II
ANTÍFONA DESPUÉS DE LA COMUNIÓN Mt 20,28
El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida para redención de todos.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Concédenos,
Señor, Dios nuestro, creer profundamente que por la muerte temporal de
tu Hijo, proclamada en estos santos misterios, tú nos has dado la vida
eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor
ORACIÓN SOBRE EL PUEBLO
Opcional
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Hoy se nos presenta la versión de San Mateo de la traición de Judas. Los sumos sacerdotes han acordado con él la suma treinta monedas de plata para que les entregue a su Maestro. La confabulación de las autoridades ha provocado que uno de los discípulos de Jesús claudique. Para ellos, las acciones y las palabras del nazareno no podían quedar impunes, pues rompió con el sistema de la Ley y del Templo, con los sumos sacerdotes, y con los doctores de la Ley. Advertía con claridad al pueblo: “Tengan cuidado con la levadura de los fariseos y saduceos” (Mt 16,6).
En otra ocasión, Jesús dijo: “No es posible guardar vino nuevo en odres viejos” (Mt 9,17). Jesús no vino para remendar ropa vieja con un trozo de tela nueva (Cf Mt 9,16). Es decir, Jesús no vino a restaurar el antiguo sistema cultual judío. Vino a hacer un cambio radical, como Juan Bautista ya lo había anunciado (Mt 3,10-11). Jesús decía todo esto a los maestros de la Ley, y por ello, éstos se escandalizaron y se revelaron. Jesús los llamó “generación adúltera”, palabras muy fuertes para esta élite de Israel (Mt 12, 38-39).
Para Jesús, el sistema religioso judío estaba corrompido. La alianza que había entre religión y dinero para él era idolátrica y alejada plenamente de la voluntad del Padre: “No se puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No pueden servir a Dios y a las riquezas” (Mt 6, 24).
Jesús viene a establecer una nueva forma de relacionarnos con Dios basada en la compasión y en el amor gratuito y, por tanto, la práctica de la ley divina es una respuesta libre y amorosa del ser humano que se siente amado por Dios. La ley del Reino, en este sentido, no consiste en un trueque de obras caritativas, sacrificios de animales, o prácticas piadosas para alcanzar la salvación, sino en amor auténtico y desbordado hacia Dios y hacia el prójimo. Romper con el esquema sacrificial del templo le costó a Jesús la pérdida de uno de sus discípulos más cercanos y la entrega de su propia vida.
Preguntémonos seriamente: ¿Quién es el primero en nuestras vidas? ¿A quién rendimos culto con nuestros pensamientos y acciones? En nuestras familias se vive un desajuste severo en la escala de valores: Dios y su justicia debe ser el primero en nuestras decisiones. Su ley debe motivarnos a crear un mundo nuevo, donde la vida y las personas sean valoradas, pues cuando perdemos de vista a Dios en las relaciones sociales y económicas, nos abrimos a la traición y se da un fracaso que cobra vidas humanas. No permitamos que nuestras idolatrías corrompan el culto que le debemos al verdadero Dios. Acompañemos con amor generoso al Varón de Dolores que, por amor a la humanidad, entrega su propia vida.
Ciudad Redonda