Palabra de Dios.
LECTURAS DEL SÁBADO V DEL T. ORDINARIO 11 DE FEBRERO NUESTRA SEÑORA DE LOURDES (BLANCO)
Él les preguntó: "¿Cuántos panes tienen?" Ellos le contestaron: "Siete".
ANTÍFONA DE ENTRADA. Cfr. Jdt 13, 18-19
Bendita
eres tú, Virgen María, por obra de Dios Altísimo, sobre todas las
mujeres de la tierra; porque tu nombre ha sido engrandecido para que la
boca de los hombres no cese de alabarte.
ORACIÓN COLECTA
Concédenos,
Dios misericordioso, auxilio en nuestra fragilidad, para que, quienes
celebramos la conmemoración de la inmaculada Madre de Dios, con la ayuda
de su intercesión nos veamos libres de nuestras culpas. Por nuestro
Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
El Señor expulsó al hombre del jardín del Edén para que trabajara la tierra.
Del libro del Génesis: 3, 9-24
Después
de que el hombre y la mujer comieron del fruto del árbol prohibido, el
Señor Dios llamó al hombre y le preguntó: "¿Dónde estás?" Éste le
respondió: "Oí tus pasos en el jardín y tuve miedo, porque estoy
desnudo, y me escondí". Entonces le dijo Dios: "¿Y quién te ha dicho que
estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?"
Respondió
Adán: "La mujer que me diste por compañera me ofreció del fruto del
árbol y comí". El Señor Dios dijo a la mujer: "¿Por qué has hecho esto?"
Repuso la mujer: "La serpiente me engañó y comí".
Entonces
dijo el Señor Dios a la serpiente: "Porque has hecho esto, serás
maldita entre todos los animales y entre todas las bestias salvajes. Te
arrastrarás sobre tu vientre y comerás polvo todos los días de tu vida.
Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya; y
su descendencia te aplastará la cabeza, mientras tú tratarás de morder
su talón".
A
la mujer le dijo: "Multiplicaré las fatigas de tus embarazos y con
dolores darás a luz a tus hijos. Tus impulsos te llevarán hacia tu
marido y él te dominará".
Al
hombre le dijo: "Por haberle hecho caso a tu mujer y por haber comido
del árbol del que te prohibí comer, maldito sea el suelo por tu culpa.
Con fatiga sacarás de él tus alimentos todos los días de tu vida. Te
producirá cardos y espinas y comerás de las hierbas del campo. Ganarás
tu pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, porque
de ella te saqué: eres polvo y en polvo te convertirás".
El hombre le puso a su mujer el nombre de "Eva", porque ella fue la madre de todos los vivientes.
El
Señor Dios les hizo al hombre y a la mujer unas túnicas de pieles para
que se las pusieran. El Señor Dios dijo: "Aquí está el hombre ya casi
convertido en uno de nosotros, por el conocimiento del bien y del mal.
Que no vaya ahora a extender la mano para tomar de los frutos del árbol
de la vida, se los coma y viva para siempre".
Entonces,
el Señor Dios lo expulsó del jardín del Edén, para que trabajara el
suelo, de donde había sido hecho. Y expulsado el hombre, colocó al
oriente del jardín del Edén a unos querubines con unas espadas de fuego
ardiente, para impedir la entrada hacia el árbol de la vida.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 89
R/. Tú eres, Señor, nuestro refugio.
Desde
antes que surgieran las montañas, y la tierra y el mundo apareciesen,
existes tú, Dios mío, desde siempre y por siempre. R/.
Tú
haces volver al polvo a los humanos, diciendo a los mortales que
retornen. Mil años para ti son como un día, que ya pasó; como una breve
noche. R/.
Nuestra
vida es tan breve como un sueño; semejante a la hierba, que despunta y
florece en la mañana y por la tarde se marchita y se seca. R/.
Enséñanos
a ver lo que es la vida y seremos sensatos. ¿Hasta cuándo, Señor, vas a
tener compasión de tus siervos? ¿Hasta cuándo? R/.
ACLAMACIÓN Mt 4, 4
R/. Aleluya, aleluya.
No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios. R/.
La gente comió hasta quedar satisfecha.
Del santo Evangelio según san Marcos: 8, 1-10
En
aquellos días, vio Jesús que lo seguía mucha gente y no tenían qué
comer. Entonces llamó a sus discípulos y les dijo: "Me da lástima esta
gente: ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer. Si los mando a
sus casas en ayunas, se van a desmayar en el camino. Además, algunos
han venido de lejos".
Sus
discípulos le respondieron: "¿Y dónde se puede conseguir pan, aquí en
despoblado, para que coma esta gente?" Él les preguntó: "¿Cuántos panes
tienen?" Ellos le contestaron: "Siete".
Jesús
mandó a la gente que se sentara en el suelo; tomó los siete panes,
pronunció la acción de gracias, los partió y se los fue dando a sus
discípulos, para que los distribuyeran. Y ellos los fueron distribuyendo
entre la gente.
Tenían,
además, unos cuantos pescados. Jesús los bendijo también y mandó que
los distribuyeran. La gente comió hasta quedar satisfecha, y todavía se
recogieron siete canastos de sobras. Eran unos cuatro mil. Jesús los
despidió y luego se embarcó con sus discípulos y llegó a la región de
Dalmanuta.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Al
venerar la memoria de la Madre de tu Hijo, te rogamos, Señor, que la
ofrenda que te presentamos nos transforme, por tu gracia, en ofrenda
permanente. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Lc 1, 49
Ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede, Santo es su nombre.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Ya
que nos has concedido participar de la redención eterna, te rogamos,
Señor, que, quienes celebramos la conmemoración de la Madre de tu Hijo,
no sólo nos gloriemos de la plenitud de tu gracia, sino que
experimentemos también un continuo aumento de salvación. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica
El pasaje del Génesis que nos ofrece la celebración de hoy es
designado por los entendidos como una etiología, es decir, un
intento de explicar los fenómenos por sus causas. El autor sabe que
las serpientes reptan sobre la tierra, que la mujer da a luz con dolor, que el varón -en aquella sociedad agrícola- suele pasarse el día en el campo, y que ese campo regado con su sudor a veces le es rebelde y produce espinos en vez de hortalizas o cereales. Y la culminación de tanta desgracia será la muerte, la vuelta al polvo. El hombre desea identificar el origen de tanto mal, y sobre todo busca una salida. Y en medio de la narración se muestra esa salida, esa “liberación de la vanidad” (Rom 8,21): el principio del mal (simbolizado aquí por la serpiente) será aplastado, y el ser humano disfrutará de la felicidad a la que Dios originariamente le destinó.
El Apocalipsis se hace eco de esa esperanza, y, en su último capítulo, muestra el paraíso sin pecado, con agua y luz superabundantes. Un río caudaloso y cristalino riega el árbol de la vida, árbol en constante, mensual, producción de frutos (¡sin que el hombre se fatigue!) y cuyas hojas curan toda enfermedad. A la desgraciada historia del Génesis Dios le da la vuelta. Si junto al árbol hubiese una serpiente, sería aquella con la que el niño puede jugar sin sobresalto (Isaías 11,8). Es la imaginería que San Pablo resumió en frase magistral: “ni el ojo vio ni el oído oyó ni subió a la imaginación humana lo que Dios ha preparado…” (1Cor 2,9).
Jesús quiso anticipar ya ese mundo nuevo, saciando el hambre de la gente. La multiplicación de los panes y los peces es ante todo un acto de misericordia: ¡dar de comer al hambriento!, y el punto de partida del acontecimiento está en que Jesús “tiene entrañas”. El verbo griego (splanjnizomai) que se ha traducido por “siento compasión” significa literalmente “se conmueven mis entrañas”. Así es el Padre y así es Jesús: no soportan el sufrimiento de la humanidad. Siguen dando la vuelta a la historia de dolor descrita en el Génesis.
El evangelista ha querido recordar también que esa comida no es un hecho aislado, sino que empalma con un antes y un después. Comer pan gratuito en el desierto recuerda la historia del maná, en la época del Éxodo, cuando Dios mismo guiaba y alimentaba a su pueblo. Y las acciones de Jesús (tomar el pan, dar gracias, partirlo y distribuirlo) son exactamente las de la institución de la Eucaristía (Mc 14,22): Dios, a lo largo de la historia, a veces espinosa o desértica, seguirá alimentando a su pueblo con pan natural y pan celestial. El Dios del paraíso, que no abandonó al hombre en su pecado, le sigue cuidando y acompañando hasta que le acoja para siempre en su seno y en su gloria.
designado por los entendidos como una etiología, es decir, un
intento de explicar los fenómenos por sus causas. El autor sabe que
las serpientes reptan sobre la tierra, que la mujer da a luz con dolor, que el varón -en aquella sociedad agrícola- suele pasarse el día en el campo, y que ese campo regado con su sudor a veces le es rebelde y produce espinos en vez de hortalizas o cereales. Y la culminación de tanta desgracia será la muerte, la vuelta al polvo. El hombre desea identificar el origen de tanto mal, y sobre todo busca una salida. Y en medio de la narración se muestra esa salida, esa “liberación de la vanidad” (Rom 8,21): el principio del mal (simbolizado aquí por la serpiente) será aplastado, y el ser humano disfrutará de la felicidad a la que Dios originariamente le destinó.
El Apocalipsis se hace eco de esa esperanza, y, en su último capítulo, muestra el paraíso sin pecado, con agua y luz superabundantes. Un río caudaloso y cristalino riega el árbol de la vida, árbol en constante, mensual, producción de frutos (¡sin que el hombre se fatigue!) y cuyas hojas curan toda enfermedad. A la desgraciada historia del Génesis Dios le da la vuelta. Si junto al árbol hubiese una serpiente, sería aquella con la que el niño puede jugar sin sobresalto (Isaías 11,8). Es la imaginería que San Pablo resumió en frase magistral: “ni el ojo vio ni el oído oyó ni subió a la imaginación humana lo que Dios ha preparado…” (1Cor 2,9).
Jesús quiso anticipar ya ese mundo nuevo, saciando el hambre de la gente. La multiplicación de los panes y los peces es ante todo un acto de misericordia: ¡dar de comer al hambriento!, y el punto de partida del acontecimiento está en que Jesús “tiene entrañas”. El verbo griego (splanjnizomai) que se ha traducido por “siento compasión” significa literalmente “se conmueven mis entrañas”. Así es el Padre y así es Jesús: no soportan el sufrimiento de la humanidad. Siguen dando la vuelta a la historia de dolor descrita en el Génesis.
El evangelista ha querido recordar también que esa comida no es un hecho aislado, sino que empalma con un antes y un después. Comer pan gratuito en el desierto recuerda la historia del maná, en la época del Éxodo, cuando Dios mismo guiaba y alimentaba a su pueblo. Y las acciones de Jesús (tomar el pan, dar gracias, partirlo y distribuirlo) son exactamente las de la institución de la Eucaristía (Mc 14,22): Dios, a lo largo de la historia, a veces espinosa o desértica, seguirá alimentando a su pueblo con pan natural y pan celestial. El Dios del paraíso, que no abandonó al hombre en su pecado, le sigue cuidando y acompañando hasta que le acoja para siempre en su seno y en su gloria.