LECTURAS DEL LUNES VII DEL T. ORDINARIO 20 DE FEBRERO (VERDE)
Todo es posible para el que tiene fe.
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 90, 11
El Señor ha dado a sus ángeles la orden de protegerte a donde quiera que vayas.
ORACIÓN COLECTA
Señor,
para quien nadie es extranjero y nadie lejano para recibir ayuda, mira
benignamente a los prófugos y exiliados, a los hombres y a los niños
segregados, para que a ellos les concedas el regreso a la patria y a
nosotros nos des caridad efectiva para con los necesitados y forasteros.
Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Antes que cualquier otra cosa fue creada la sabiduría.
Del libro del Sirácide (Eclesiástico): 1, 1-10
Toda
sabiduría proviene del Señor y está con él eternamente. ¿Quién puede
contar las arenas de la playa, las gotas de la lluvia o los días de los
siglos? ¿Quién puede explorar la altura del cielo, la extensión de la
tierra y la profundidad de los abismos?
Antes
que cualquier otra cosa fue creada la sabiduría; y la luz de la
inteligencia, desde la eternidad. ¿A quién se le ha revelado la fuente
de la sabiduría? ¿Quién ha conocido sus recursos inagotables? Uno solo
es sabio, temible en extremo: el que está sentado en su trono, el Señor.
Él creó la sabiduría, la contempló y la midió; la ha derramado sobre
todas sus obras y sobre todos los hombres, según su generosidad; la ha
derrochado entre aquellos que lo aman.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 92
R/. El Señor es un rey magnífico.
Tú
eres, Señor, el rey de todos los reyes. Estás revestido de poder y
majestad. Tú mantienes el orbe y no vacila. Eres eterno, y para siempre
está firme tu trono. R/.
Muy dignas de confianza son tus leyes y desde hoy y para siempre, Señor, la santidad adorna tu templo. R/.
ACLAMACIÓN 2 Tim 1, 10
R/. Aleluya, aleluya.
Jesucristo, nuestro salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio. R/.
Creo, Señor, pero dame tú la fe que me falta.
Del santo Evangelio según san Marcos: 9,14-29
En
aquel tiempo, cuando Jesús bajó del monte y llegó al sitio donde
estaban sus discípulos, vio que mucha gente los rodeaba y que algunos
escribas discutían con ellos. Cuando la gente vio a Jesús, se impresionó
mucho y corrió a saludarlo.
Él
les preguntó: "¿De qué están discutiendo?" De entre la gente, uno le
contestó: "Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu que no
lo deja hablar; cada vez que se apodera de él, lo tira al suelo y el
muchacho echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. Les he
pedido a tus discípulos que lo expulsen, pero no han podido".
Jesús
les contestó: "¡Gente incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar con
ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganme al muchacho". Y
se lo trajeron. En cuanto el espíritu vio a Jesús, se puso a retorcer
al muchacho; lo derribó por tierra y lo revolcó, haciéndolo echar
espumarajos. Jesús le preguntó al padre: "¿Cuánto tiempo hace que le
pasa esto?" Contestó el padre: "Desde pequeño. Y muchas veces lo ha
arrojado al fuego y al agua para acabar con él. Por eso, si algo puedes,
ten compasión de nosotros y ayúdanos". Jesús le replicó: "¿Qué quiere
decir eso de ‘si puedes’? Todo es posible para el que tiene fe".
Entonces el padre del muchacho exclamó entre lágrimas: "Creo, Señor;
pero dame tú la fe que me falta". Jesús, al ver que la gente acudía
corriendo, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: "Espíritu mudo y
sordo, yo te lo mando: Sal de él y no vuelvas a entrar en él". Entre
gritos y convulsiones violentas salió el espíritu. El muchacho se quedó
como muerto, de modo que la mayoría decía que estaba muerto. Pero Jesús
lo tomó de la mano, lo levantó y el muchacho se puso de pie.
Al
entrar en una casa con sus discípulos, éstos le preguntaron a Jesús en
privado: "¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?" Él les respondió:
"Esta clase de demonios no sale sino a fuerza de oración y de ayuno".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor,
que quisiste que tu Hijo entregara su vida para congregar en la unidad a
tus hijos dispersos, concédenos que esta ofrenda pacífica obtenga la
comunión de voluntades y aumente la caridad fraterna. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Sal 90, 2
Tú eres mi refugio y fortaleza; tú eres mi Dios y en ti confío.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor,
que nos has alimentado con un mismo pan y un mismo cáliz, concédenos
amar con un corazón sincero a los inmigrantes y abandonados, para que
todos merezcamos estar finalmente reunidos en la patria celestial. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
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El sábado pasado nos dejamos a los discípulos más íntimos de Jesús en el Monte Tabor donde, después del primer anuncio de la Pasión que los había sumido en el desconcierto, la voz del Padre les revela la verdadera identidad de Jesús: Éste es mi HIJO, el amado; escuchadlo.
Al comienzo de esta VII Semana del Tiempo Ordinario tal vez podríamos preguntarnos: ¿Cómo vamos haciendo este camino con Jesús? ¿Vamos adentrándonos en el conocimiento interno de Cristo, nuestro Señor?
Jesús es parte esencial implicada en este proceso. Es más, sabemos que pacientemente acompaña nuestros torpes pasos en la vida de fe. Es elocuente el dinamismo en el que Jesús introduce a sus discípulos. Lo podremos disfrutar a lo largo de toda la semana. Se trata de un signo distintivo del Evangelio de Marcos, en el que Jesús modela el corazón de sus discípulos en dos circunstancias espacio-temporales: el camino y la casa, el movimiento y la quietud. Jesús recorre con nosotros los vericuetos de nuestra vida cotidiana, poniéndonos, cada amanecer, en una actitud de salida continua para situarnos en el corazón de la existencia humana, allí donde le gusta revelarse misteriosamente, tan misteriosamente que tiene que recurrir a la intimidad de la casa para explicarnos lo que somos incapaces de entender por nosotros mismos. Y allí, en la intimidad de la casa, a solas con Él, poder preguntarle todas nuestras dudas… dejar en Él todos nuestros fracasos, todos nuestros sueños… ¡Cuánta paciencia! ¡Cuánta ternura!
Y es que, como dice el sabio autor del libro del Eclesiástico, toda sabiduría viene del Señor…la fuente de la Sabiduría es la Palabra de Dios que, en el tiempo culminante, se hizo carne para explicarnos en palabras y en gestos humanos que todo es posible para el que tiene fe. Esta frase que sale de labios de Jesús es el corazón del Evangelio de Marcos. Y… ¡qué necesidad tenemos de creérnosla! Quizás tengamos que suplicar, y no de cualquier forma, sino como el protagonista del Evangelio de hoy, gritando: ¡creo pero ayuda mi falta de fe! Puede ser que, en ocasiones, también nosotros nos sintamos amordazados por un espíritu mudo y sordo que no nos dejar hablar…Tenemos a nuestro alrededor demasiados hermanos vapuleados por espíritus inmundos que les impiden estar en pie de acuerdo a su condición preciosa de hijos de Dios.
Las palabras que Jesús dirige a sus discípulos son durísimas: ¡Generación incrédula! ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Menos mal que sabemos de su paciencia siempre inquebrantable.