LECTURAS DEL DOMINGO VIII DEL T. ORDINARIO 26 DE FEBRERO (VERDE)
No se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá ya sus propias preocupaciones.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 17, 19-20
El Señor es mi refugio, lo invoqué y me libró. Me salvó porque me ama.
ORACIÓN COLECTA
Concédenos,
Señor, que tu poder pacificador dirija el curso de los acontecimientos
del mundo y que tu Iglesia se regocije al poder servirte con
tranquilidad. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Yo nunca me olvidaré de ti.
Del libro del profeta Isaías: 49, 14-15
"Sión
había dicho: ‘El Señor me ha abandonado, el Señor me tiene en el
olvido’. ¿Puede acaso una madre olvidarse de su creatura hasta dejar de
enternecerse por el hijo de sus entrañas? Aunque hubiera una madre que
se olvidara, yo nunca me olvidaré de ti", dice el Señor todopoderoso.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 61
R/. Sólo en Dios he puesto mi confianza.
Sólo
en Dios he puesto mi confianza, porque de él vendrá el bien que espero.
Él es mi refugio y mi defensa, ya nada me inquietará. R/.
Sólo Dios es mi esperanza, mi confianza es el Señor: es mi baluarte y firmeza, es mi Dios y salvador. R/.
De
Dios viene mi salvación y mi gloria; él es mi roca firme y mi refugio.
Confía siempre en él, pueblo mío, y desahoga tu corazón en su presencia.
R/.
El Señor pondrá al descubierto las intenciones del corazón.
De la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios: 4,1-5
Hermanos: Procuren que todos nos consideren como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios.
Ahora
bien, lo que se busca en un administrador es que sea fiel. Por eso, lo
que menos me preocupa es que me juzguen ustedes o un tribunal humano;
pues ni siquiera yo me juzgo a mí mismo. Es cierto que mi conciencia no
me reprocha nada, pero no por eso he sido declarado inocente.
El
Señor es quien habrá de juzgarme. Por lo tanto, no juzguen antes de
tiempo; esperen a que venga el Señor. Entonces él sacará a la luz lo que
está oculto en las tinieblas, pondrá al descubierto las intenciones del
corazón y dará a cada uno la alabanza que merezca.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN Heb 4, 12
R/. Aleluya, aleluya.
La palabra de Dios es viva y eficaz y descubre los pensamientos e intenciones del corazón. R/.
No se preocupen por el día de mañana.
Del santo Evangelio según san Mateo: 6, 24-34
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Nadie puede servir a dos
amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá al primero y
no le hará caso al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios
y al dinero.
Por
eso les digo que no se preocupen por su vida, pensando qué comerán o
con qué se vestirán. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el
cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni
cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre celestial las
alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas? ¿Quién de ustedes, a
fuerza de preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento?
¿Y
por qué se preocupan del vestido? Miren cómo crecen los lirios del
campo, que no trabajan ni hilan. Pues bien, yo les aseguro que ni
Salomón, en el esplendor de su gloria, se vestía como uno de ellos. Y si
Dios viste así a la hierba del campo, que hoy florece y mañana es
echada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe?
No
se inquieten, pues, pensando: ¿Qué comeremos o qué beberemos o con qué
nos vestiremos? Los que no conocen a Dios se desviven por todas estas
cosas; pero el Padre celestial ya sabe que ustedes tienen necesidad de
ellas. Por consiguiente, busquen primero el Reino de Dios y su justicia,
y todas estas cosas se les darán por añadidura. No se preocupen por el
día de mañana, porque el día de mañana traerá ya sus propias
preocupaciones. A cada día le bastan sus propios problemas".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Credo.
PLEGARIA UNIVERSAL
Invoquemos,
queridos hermanos, a Dios Padre todopoderoso y pidámosle que venga en
ayuda de su pueblo y lo socorra en sus necesidades.
Pidamos
al Señor, presente en su Iglesia, que la vivifique y haga agradable a
sus ojos, para que pueda alabarlo con los ángeles del cielo.
Oremos
por los que tienen autoridad en el mundo: que su gobierno sea justo
para la tranquilidad de la Iglesia y el bienestar de todos los pueblos.
Oremos
por los que viven lejos de su hogar, por los que están de viaje y por
los que se encuentran en peligro, para que Dios les envíe sus ángeles y
los proteja de todo mal.
Oremos
por el pueblo aquí reunido, para que el Señor perdone nuestras culpas,
nos revele su luz y nos conceda proclamar con valentía el nombre de su
Hijo.
Padre
santo, que contemplas tus creaturas y velas con amor por todas ellas,
escucha nuestras oraciones y sosténnos con la fuerza de tu Espíritu,
para que no nos agobiemos por el mañana, sino que vivamos confiados,
buscando sobre todo tu reino y su justicia. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor
Dios, que haces tuyas nuestras ofrendas, que tú mismo nos das para
dedicarlas a tu nombre, concédenos que también nos alcancen la
recompensa eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Sal 12, 6
Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho, y en-tonaré un himno de alabanza al Dios Altísimo.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Alimentados
por estos dones de salvación, suplicamos, Señor tu misericordia, para
que este sacramento que nos nutre en nuestra vida temporal nos haga
partícipes de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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Todos tenemos la tentación de pensar, después de
escuchar estos
domingos los textos de San Mateo,
que Jesús sólo nos habla de moral, de
normas,
conductas. Es mucho más, nos presenta del sentido
de la vida, la
actitud ante ella. Hoy se nos habla de la
posesión del dinero y las
preocupaciones del día a
día. Lo contrario a Dios es el dinero: “Nadie
puede
estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a
uno y querrá
al otro; o, al contrario, se dedicará al
primero y no hará caso al
segundo. No podéis servir
a Dios y al dinero”. Parece claro, hay que
elegir,
veamos.
No se nos dice, que no hay que dar ninguna importancia a los bienes
materiales, a nadie se le ocurre desear la pobreza para su familia, o
confiar la alimentación o la salud de los suyos, a la providencia. De lo
que se habla, es de considerar al dinero “amo y señor”, de hacer de él
una preocupación que nos esclavice. Esta, es una tentación muy fuerte
hoy en día, cuando no vemos más allá de los billetes de cincuenta euros,
estamos en peligro de deshumanizarnos y perder la dignidad. El dinero
no lo compra todo, es verdad que ayuda al bienestar, pero el amor, la
amistad… si se compran con dinero, sólo pueden llevar a la ansiedad y la
angustia, y el no tener dinero al descarte y la exclusión.Alguno puede que piense que es este un Evangelio romántico, basado en el buenismo y fuera de la realidad. Nunca más lejos de esta consideración. Es extremadamente actual, sino, a que responden tantos programas y concursos televisivos de comida, tantas pasarelas de moda, como si el comer y el vestir fueran toda nuestra vida. Nos dice Jesús: “No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso”. Basta con echar una mirada a nuestra casa y ver lo que no utilizamos hace tiempo, lo que es superfluo y nos sobra.
En cierta manera hay una crítica al sistema, que nos lleva a pensar que somos más en la medida que tenemos más que los demás. Cómo explicar que mientras algunos poseen tanto, a otros les falta lo necesario. Todo ésto sólo se puede entender, desde una sociedad basada en la competitividad y el individualismo (que son las bases del capitalismo), pero esa no es la respuesta del Evangelio, que termina hoy diciendo: “Sobre todo buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura”. Nos andamos mucho por las añadiduras y nos chirría un poco la justicia, sobre todo la social, que debe ser como el Reino para la vida futura. Pero resulta que es para cada día, lo pedimos a diario: “Venga tu Reino. El pan nuestro de cada día, dánosle hoy”.
Los pájaros, los lirios, la hierba… no nos vendría mal a los cristianos un poco de poesía, no de la que evade, sino de la que está cargada de realismo y futuro. Entre tantos agobios como nos buscamos, sin un poco de sentido de lo poético, lo simbólico, es difícil que podamos entender algo tan sencillo como la austeridad gozosa, he dicho bien, gozosa, no impuesta; el compartir la mesa (Eucaristía); la vida después de la vida ( la trascendencia). Al final, parece clara aquella exclamación de Jesús: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien” (Mt.11, 25).
Que esta Eucaristía, que es manifestación del Reino, nos ayude a tener como único Señor a Dios, que como dice la primera lectura de Isaías: “Pues, aunque una madre te olvidara, yo no te olvidaré”; a valorar más a las personas que a las cosas y aprender la sabiduría que nos enseña esta página evangélica.
Ciudad Redonda