Evangelio del dia de hoy Martes 7 de Febrero 2017 y Comentario

LECTURAS DEL MARTES V DEL T. ORDINARIO 7 DE FEBRERO (VERDE)


Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.


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ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 84, 9

Dios anuncia la paz a su pueblo, a todos sus amigos y a cuantos se convierten a él de corazón.

ORACIÓN COLECTA

Mueve, Señor, la voluntad de tus fieles, para que, secundando con mayor empeño la acción de tu gracia divina, recibamos con mayor abundancia los auxilios de tu bondad. Por nuestro Señor Jesucristo…

LITURGIA DE LA PALABRA

Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza.

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Del libro del Génesis: 1, 20-2, 4

Dijo Dios: "Agítense las aguas con un hervidero de seres vivientes y revoloteen sobre la tierra las aves, bajo la bóveda del cielo". Creó Dios los grandes animales marinos y los vivientes que en el agua se deslizan y la pueblan, según su especie. Creó también el mundo de las aves, según sus especies. Vio Dios que era bueno y los bendijo, diciendo: "Sean fecundos y multiplíquense; llenen las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la tierra". Fue la tarde y la mañana del quinto día.

Dijo Dios: "Produzca la tierra vivientes, según sus especies: animales domésticos, reptiles y fieras, según sus especies". Y así fue. Hizo Dios las fieras, los animales domésticos y los reptiles, cada uno según su especie. Y vio Dios que era bueno.

Dijo Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine a los peces del mar, a las aves del cielo, a los animales domésticos y a todo animal que se arrastra sobre la tierra".

Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen suya lo creó; hombre y mujer los creó.

Y los bendijo Dios y les dijo: "Sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todo ser viviente que se mueve sobre la tierra".

Y dijo Dios: "He aquí que les entrego todas las plantas de semilla que hay sobre la faz de la tierra, y todos los árboles que producen fruto y semilla, para que les sirvan de alimento. Y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todos los seres que respiran, también les doy por alimento las verdes plantas". Y así fue. Vio Dios todo lo que había hecho y lo encontró muy bueno. Fue la tarde y la mañana del sexto día.

Así quedaron concluidos el cielo y la tierra con todos sus ornamentos, y terminada su obra, descansó Dios el séptimo día de todo cuanto había hecho. Dios bendijo el séptimo día y lo consagró, porque ese día cesó de trabajar en la creación del universo. Esta es la historia de la creación del cielo y de la tierra.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Del salmo 8

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R/. ¡Qué admirable, Señor, es tu poder!

Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas, que has creado, me pregunto: ¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes; ese pobre ser humano, para que de él te preocupes? R/.

Sin embargo, lo hiciste un poquito inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad; le diste el mando sobre las obras de tus manos y todo lo sometiste bajo sus pies. R/.
Pusiste a su servicio los rebaños y las manadas, todos los animales salvajes, las aves del cielo y los peces del mar, que recorren los caminos de las aguas. R/.

ACLAMACIÓN ANTES  Sal 118, 36. 29

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R/. Aleluya, aleluya.

Inclina, Dios mío, mi corazón a tus preceptos y dame la gracia de cumplir tu voluntad. R/.

Ustedes anulan la palabra de Dios con las tradiciones de los hombres.

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Del santo Evangelio según san Marcos: 7, 1-13

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas, venidos de Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron: "¿Por qué tus discípulos comen con manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores?" (Los fariseos y los judíos, en general, no comen sin lavarse antes las manos hasta el codo, siguiendo la tradición de sus mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones, y observan muchas otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las jarras y las ollas).

Jesús les contestó: "¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres".

Después añadió: "De veras son ustedes muy hábiles para violar el mandamiento de Dios y conservar su tradición. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre. El que maldiga a su padre o a su madre, morirá. Pero ustedes dicen: ‘Si uno dice a su padre o a su madre: Todo aquello con que yo te podría ayudar es corbán (es decir, ofrenda para el templo), ya no puede hacer nada por su padre o por su madre’. Así anulan la palabra de Dios con esa tradición que se han transmitido. Y hacen muchas cosas semejantes a ésta".

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Recibe, Señor, estos dones sagrados que nos mandaste ofrecer en honor de tu nombre; y ayúdanos a obedecer siempre tus mandatos, para que seamos dignos de tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Sal 116, 1-2

Que alaben al Señor todos los pueblos, porque grande es su amor hacia nosotros.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Te rogamos, Dios todopoderoso, que, habiéndonos concedido el gozo de participar de esta mesa divina, ya nunca permitas que nos separemos de ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.


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Algunos lectores del Génesis, observando que Dios declara que las hierbas y semillas servirán de alimento, mientras que de los animales no dice otro tanto, han querido entender que por naturaleza el hombre debiera ser vegetariano. Los rebuscamientos son siempre arriesgados. Lo que el Génesis enseña con seguridad es que el hombre no debe dar culto a la tierra y lo que contiene, sino ser dueño de ello, o al menos guardián, como se dirá en el capítulo siguiente.
El autor del Génesis, varios siglos antes de nuestra era, está liberado de todo fetichismo, tiene una mentalidad “sanamente secular”. Nada es divinizado por él, excepto, en cierta medida, el hombre mismo; éste es imagen de Dios, porque tiene inteligencia y voluntad (no por emanación, parecido físico, etc.) y porque es señor de lo que existe a su alrededor: “someted”, “dominad”, “os servirá…”. ¡Qué buen correctivo para unos tiempos en que, contradictoriamente, junto a la increencia crecen los fetichismos, animismos y tabúes! La divinización del cosmos, esperanza de los cristianos (“Dios lo será todo en todo”: 1Cor 15,28; cf. Rm 8,21), es de otro orden.
Jesús participa de esa mentalidad “secular”: las cosas materiales no son portadoras de impureza o pecado. Lo exterior puede ser signo de algo interior, pero puede también estar vacío. La práctica de restregar bien vasos y ollas es en sí misma indiferente; pero se convierte en algo negativo, malo, cuando se toma por un acto de religión o de ética que acalla otras llamadas más profundas.
El evangelista hace una observación de gran interés, quizá algo caricaturesca: los judíos se purifican bien “cuando vuelven del mercado”. Allí se han rozado con toda clase de gentes, quizá con judíos inobservantes y hasta con paganos, han tocado objetos que no se sabe por quién han sido elaborados, etc.; y el judío “puro” se siente incómodo, por si se ha “contaminado”, y se lava y restriega. Aquí el choque con Jesús es inevitable: él ha superado la distinción puro-impuro (“Vio Dios que todo era muy bueno”), que quizá solo sirve para nutrir orgullo interior y menosprecio del prójimo.
Jesús siente y actúa de otra forma. Como portador de salud (de “pureza”, si se quiere), vive “en salida”, hacia aquello que hay que sanar y limpiar; no le importa “mancharse” él, que la única suciedad peligrosa es la que nos embarra el corazón.
Seamos libres en relación con las cosas; respetémoslas sin que ellas nos dominen. Vivamos libres de temores, que llevamos en nosotros nada menos que la imagen de Dios y participamos de su señorio.